viernes, 14 de agosto de 2015

Estación de guaguas

Juro no entender la tardanza habida en los previos administrativos para la construcción de la estación de guaguas portuense. Una ciudad turística, que lleva muchísimos meses ofreciendo una penosa imagen en esta faceta del transporte colectivo, y venida a menos por avatares tan nefastos como el mencionado. Que no dista demasiado de aquella que en nuestros años mozos (ve calculando) fuimos testigos directos en los aledaños del muelle. Cuántos viajes en la de La Dehesa, con el Platero de conductor e Isidro de cobrador, por aquellos intrincados recovecos, curvas y estrecheces.
Parece ser que el ministerio de Fomento había de ceder un terreno al ayuntamiento para que este, a su vez, lo pusiese a disposición del cabildo y poder así iniciar la obra, cuyo proyecto aprobó la institución insular hace algo más de un año. Este tinglado me recuerda el de aquel ciudadano que acude a su concejal (el del barrio, el de toda la vida) para exigirle el arreglo del trozo de vía que pasa por delante de su casa. Y el edil le responde que ese particular no es competencia municipal. Y… un calvario.
Así nos pasamos la vida. De brinquito en brinquito, con dos pasos pa´lante y otros dos (o tres) pa´tras. Se asumen competencias, se delegan actividades, se traspasan obligaciones y, al final, es tal el jeroglífico montado que cualquier acción se ve dificultada hasta el infinito. Sin embargo, no intentes hacerte el loco a la hora de pagar una multa porque la máquina funciona hasta el extremo de embargarte los cuatro euros que tienes en el banco por si te entra una enfermedad, que alegaban nuestros mayores.
Uno cuestiona que si los dineros públicos proceden del bolsillo de los ciudadanos, estos (nosotros) demandamos la misma celeridad. Si las monedas ruedan en la dirección de Hacienda a un ritmo constante y casi siempre vertiginoso, no parece lógico que cada vez que deben efectuar el camino inverso se tropiecen con una cantidad de piedras que en el viaje de ida no se vislumbraron.
Lo ocurrido con el intercambio de cromos entre las tres esferas de la administración pública para que Puerto de la Cruz disponga de una estación en condiciones, es una muestra de lo bien que funcionamos para poner pegas y dificultades. Lo que debiera ser una línea recta (dicen que es la distancia más corta) se transforma, por arte de birlibirloque, en una sucesión de curvas peligrosas mucho más llamativas que las de la mismísima carretera de La Aldea de San Nicolás.
Cuando arranquen las tan ansiadas obras, volveremos a consolarnos con un ‘menos mal’, o ‘un más vale tarde’, pero no habremos aprendido para que en una siguiente oportunidad prime la agilidad. Qué va, como esto es mío y está anotado en mi inventario, se sujeta a mis normas. Y hablan (entre ellos) de parcelas o propiedades que son, única y exclusivamente, de nosotros, de los paganinis, que estamos al margen de disputas sibilinas y que se nos importa un bledo unas explicaciones, o justificaciones, que solo añaden más incertidumbre, más caos.
Es el eterno problema de acaparar. Cualquier institución que se precie, puede que como coartada para liberar un cargo, se impone una ambición desmedida para aumentar su patrimonio: edificios, solares, terrenos, ruinas, amén de presupuesto. Pero este último va destinado al pago de sueldos, dietas, transportes… de ya te puedes estar imaginando quiénes.
Después nos tropezamos con esperpentos como el del ayuntamiento de Madrid. Ni siquiera posee un inventario actualizado de edificios municipales. Y en vez de esconderse debajo de una piedra, algunos grupos políticos, responsables en un pasado inmediato de tal desorganización, ponen el grito en el cielo cuando la alcaldesa pretende ordenar la relación para destinar, los que no están siendo usados, al servicio de diferentes organizaciones sociales. Debo reconocer que en ese aspecto mi pueblo les adelanta por la izquierda y por la derecha. Pues si una escuela se cierra por falta de material (alumnos), la banda de cornetas y tambores, la asociación de mayores, el equipo de dominó o el cura inquieto (que los hay) que promueve encuentros juveniles les darán buen uso. Y lo que se utiliza no se deteriora.
Esperemos que no haya más obstáculos y que la estación de guaguas portuense sea, por fin, una pronta realidad. Y que miles de turistas (los de aquí acabamos por acostumbrarnos) no padezcan inclemencias para coger la guagua que lo llevará a Las Cañadas. O a la capital de la isla. O a Icod de los Vinos. O a El Lance…
Por las informaciones que leo al respecto, la impronta del rédito popular de cara a inminentes elecciones se marca con la visita a la sede ministerial en Madrid. Me repatea que Manolo, Lope y resto de la tropa nos tilden de olvidadizos ahora que ocupan la alcaldía. Todo éxito que se apunten en la gestión, estimada Sandra, es una sonora cachetada a cómo te utilizaron en los cuatro años del mandato anterior. Y aunque Ledesma era concejal de urbanismo, verbigracia, la responsable del derrumbe habido en la calle Tegueste tiene nombre y apellidos (de mujer). ¡Ay!, manda rosas.
Estoy pensando tomarme unas semanas de vacaciones para acometer unos trabajillos pendientes en casa. Si observas falta de movimiento en Pepillo y Juanillo, no vayas a creer que me han nombrado asesor de cualquier bobería. Lo mismo es que me dediqué a otros menesteres más físicos que mentales. Ya se verá.
Hasta la próxima.

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