jueves, 13 de agosto de 2015

Un milímetro de segundo

Algunos días escribo en plan muy localista. Y aquellos que me leen allende los mares pueden quedarse en treinta y tres. O más. Pienso que estas locuras de mente calenturienta no van a traspasar los límites geográficos de Los Realejos y me equivoco de manera rotunda. Afortunadamente. Pepillo y Juanillo (el blog) es conocido hasta en la estepa siberiana.
No crean que inicié el recorrido de hoy jueves con un canto de entrada a modo de alabanza por lo bien que me va en esta andadura. Ni como una forma de congraciarme con todos los ‘amigos populares’ que me han ido abandonando en la aventura de las redes sociales. Aunque después, cuando ellos también se cansan de las malditas directrices que rigen sus andares, vuelven a aceptarme para guiarse por mis doctos consejos. Se habrán percatado de que procuro mantener una línea de acción lo más recta posible. Y como algún exalumno hay, me conocen de tiempo ha.
Ya que aludí a directrices, me gustaría conocer si todos los curas de la diócesis nivariense están de acuerdo con el señor obispo. Ha prohibido tajantemente que los sacerdotes se suban al carro de casar en las playas. Los sacramentos deben llevarse a cabo en los recintos sagrados. No sé qué opinará Francisco al respecto. Pero uno, en contrapartida, debería exigir que fuera suprimida, ipso facto, la religión de las escuelas estatales. Y repasando acontecimientos de años idos, se comprueba que debido al arrimo permanente de la iglesia católica a determinados sectores sociales (políticos y económicos), no siempre se ha actuado con esta rigidez. Las condescendencias han proliferado hasta el punto de anularse matrimonios por no haberse consumado. Eso se ha alegado. Ignoro quién hizo la cata pertinente. Ya puestos, ¿por qué una procesión interrumpe el tráfico si mi coche paga impuestos y los santos no? ¿Por qué desde las instancias eclesiásticas no se presiona a los poderes judicial y ejecutivo para que de una vez por todas se lleven a un lugar sagrado tantas y tantas víctimas de conflictos y guerras cuyos cadáveres se hallan esparcidos por espacios profanos (por utilizar un calificativo poco agresivo)?
No pensaba apartarme un milímetro de segundo (¿o era no lo dudé?) de lo que tenía en mente y ya voy por medio folio con una desviación tal que lo mismo no me enderecho, sino caigo antes de maduro. Vamos a intentarlo:
Las instituciones públicas, tras el resultado electoral del pasado mes de mayo, siguen en el proceso de nombrar asesores. La verdad es que no me he leído la legislación al respecto, pero confieso que tampoco tengo el más mínimo interés. Las leyes se inventan para no ser cumplidas. Siempre habrá un resquicio por el que colar lo que nos interese. Que no podemos liberar a todos los concejales, les pagamos por asistir, o no, a una generosa cantidad de reuniones. Y todos contentos.
El Cabildo de La Palma se halla en ello. Hasta los castos de Podemos se han engolosinado. Aun en la oposición cuentan con su adjunto. Que cuando nos subimos al machito, aparte de mandar las opiniones antiguas a la papelera de reciclaje, da un gustito. Si te fijas en los poseedores de la papeleta de la fortuna, son todos ellos perdedores natos en los municipios de los que formaron parte de la candidatura de sus respectivos partidos. En resumen, hay que buscar acomodo a los electos y a los que el pueblo no quiso. Muestra inequívoca del respeto al voto ciudadano.
Uno no se halla en condiciones de comparar. Pero tiene la impresión, tres décadas después, de que los incrementos presupuestarios siempre siguen direcciones similares en la mayoría de administraciones públicas: para engordar en capítulo I en detrimento de otros, como el de inversiones. Parece no tener fin el afán de colocar personal a dedo, mientras se desatienden incidencias cotidianas. Me pica la curiosidad y me remuerdo la conciencia por no poder ser testigo de un hecho inverosímil: ver a estas corporaciones gestionando un ayuntamiento con aquellos presupuestos ridículos con los que se comenzó la andadura democrática. Y se pasó de la nada al establecimiento de una sociedad digna en escaso tiempo, sin que se perdiese el norte del progreso en batallas de cómo me lo dejaron. Creo que no era solo cuestión de ópticas. Me inclino hacia condiciones de actitud. A veces pienso, pero me sacudo, si no tuvimos la culpa de dar nacimiento a una cultura acomodaticia, del tenerlo todo. Y son los políticos de ahora un claro y evidente reflejo.
Ahí tenemos a varias formaciones demandando la comparecencia parlamentaria de un ministro. El del Interior, don Jorge Fernández Díaz. Quien estimó conveniente reunirse con el señor Rodrigo Rato, a sabiendas de la que le está cayendo. Y que quedará en nada, como ocurre con personajes de altas esferas porque los tribunales que han de juzgarlos están formados por magistrados que han sido designados por cuotas partidarias. Donde se impone la mayoría absoluta del PP. Con lo que las sentencias van en función de agradecimientos.
Tras insistir en la petición por activa y por pasiva con el mutismo absoluto (agosto se presta para la inactividad y la holganza) del Gobierno, se descuelga el ministro con la solicitud de comparecencia voluntaria. ¿Falta de respeto? No, directamente tomadura de pelo. Son de otro mundo.
Acaba de pasar una perseida y pedí el pertinente deseo. Por si acaso. Me maravilla este tal San Lorenzo. Tiene lágrimas para dar y tomar. Y llora anualmente por la misma época. Hasta mañana.

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