Qué fallo el
mío. Ayer olvidé por completo mencionar, siquiera un párrafo, la raya azul con
la que la alcaldesa güimarera, la señora (o señorita) Carmen Luisa Castro, nos
ha tenido entretenidos durante estos últimos días para general regocijo de
todos los que admiramos el buen hacer de los políticos. Si con esta medida
hemos de calibrar la valía de la dirigente popular, mucho está tardando su jefe
insular en acometer idéntica tarea en El Burgado, La Higuerita, La Montaña y otros
territorios limítrofes para graduar la fuerza realejera. Que ya está bien de
que seamos la cenicienta del Valle. Esgrimamos nuestra fortaleza. Y nuestro
cabezón.
Tengo amigos
por aquellos contornos del valle sureño (o del este tinerfeño) que me señalan
que la susodicha se marca de vez en cuando ciertos pasos en el baile político
que dan algo, o mucho, que comentar. Ignoro cuál es la preparación de la
presidenta de la corporación de aquella bonita población, pero si hemos de
medirla por acciones de tal calado, guárdenme un par de crías en el próximo
parto.
Como el
conflicto fronterizo se emprende contra Arafo, y este municipio sufrió en el
transcurso del mandato anterior la fuga de José Juan Lemes (ahora sigue de
alcalde, pero bajo las siglas de un nuevo partido, creado a su imagen y semejanza),
uno piensa si no se deberá la pintada a una revancha encubierta. No te
dibujamos la gaviota aunque al azul marca impronta. La retirada de una íntima
amistad (eso declaró Manolo en una entrevista) no es cuestión baladí y merece,
como mínimo, esta separación de bienes. No pienso recogerte una colilla ni un
milímetro más allá de… Chacho, ahora que pienso, si la raya fue pintada justo
en la linde, al menos la mitad del ancho de la misma deberá estar en terreno
enemigo. Cuestión por la que podría ser denunciada la autora espiritual del
desaguisado. Lo llamaremos, por la pronto, invasión indebida. La justicia debe
actuar ipso facto y ordenar que se borre toda la superficie del polígono que
entre en la heredad de Domingo Calzadilla. Centímetros cuadrados que
multiplicados por el largo de la traza (que decía una señora palmera afincada
en la zona de El Castillo) nos señalarán al menos un par de metros también
cuadrados. Mira que somos capaces de aguantar imbecilidades.
Como la
pintada me trincó pasando unos días en Playa de San Juan, disfruté del
amplísimo despliegue informativo de la tropa de Roberto González (si la
mandamás hubiese sido de CC, o, en menor medida, del PSOE, las tornas habrían
cambiado; de surgir nuevo pacto tras las generales, damos la vuelta a la
tortilla) y… casi se me cae la cara de vergüenza. Por los actores y por los
intérpretes o traductores. Tanto que compuse unas décimas. Y aclaro que
aquellos que conocen mi idilio con La
Gomera, saben a la perfección que en una de ellas no existe
connotación peyorativa alguna. Recurrí a ese paraje del municipio de
Vallehermoso por su rima evidente y, tal vez, como contrapartida a la tan
cacareada pulsera identificativa que la policía colocó a muchos chiquillos en
las playas más significativas de las islas.
También un
consejo a la pintora: Mándese un higo (de pico). Expresión que usábamos décadas
atrás para denotar sorpresa o incredulidad. Y su acción bien lo ha conseguido.
No obstante, suyo afectísimo. Seguro que mi alcalde le trasladará el particular.
La alcaldesa
güimarera
signó una raya
celeste,
no importa lo que nos
cueste,
para marcar la
frontera.
Esa colonia arafera,
que aborreció la
gaviota,
va a tomar debida
nota
de las huestes
populares;
luego serán nuestros
mares…
¡Y quede la alianza
rota!
Han pensado
seriamente
los vecinos de
Arguamul,
pintarse una raya
azul
bien destacada en su
frente.
Como siempre hay
tanta gente
en cada fiesta
gomera,
con levantar la
sesera
podrán ser
localizados,
si es que fuesen
reclamados
por un pariente
cualquiera.
Polémica bien visible
nos marca raya
celeste,
a Lemes la causa
peste,
y Luisa la ve
factible.
Es un hecho tan
sensible,
y afecta buenos
vecinos,
que tamaños desatinos
solo indican qué
ejemplares
gobiernan por estos
lares
y rigen nuestros
destinos.
Doña Carmen Luisa
Castro,
mándese un higo de
pico,
que bien fresco está
muy rico,
y túmbese en el
camastro.
No va a dejar un buen
rastro
con medidas de tal
porte,
no vaya a perder el
norte
con pintadas tan
notorias,
que esas líneas
divisorias
no
entienden de pasaporte.
Y a todos
ustedes, mis estimados seguidores, mil gracias por seguir ahí en esta nueva
temporada a la que hoy damos comienzo.
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