miércoles, 23 de diciembre de 2015

Lotería

Pasó, como siempre, y ni lo jugado, que se suele decir con mucha frecuencia. Sobre todo por aquellos que se gastan tremendo fajo de billetes de 20 euros. En mi particular caso, ni uuun euuroooo. Porque habrás podido deducir por la ilustración de hoy que me saqué nada más y nada menos que 60 céntimos. Cien pesetas. Rico para siempre jamás.
Mi padre tenía unas acciones de agua. Cuya titularidad seguía a su nombre (el pobre murió en diciembre de 1987) hasta que hace unas semanas nos decidimos (cuatro hermanos) que era necesario el cambio oportuno. Realizado tal trámite, Savasa, la empresa que las administra (cobra las cuotas de las dos comunidades y nos ingresa unos cinco millones de euros cada trimestre –céntimo arriba, céntimo abajo–) nos felicitó la Navidad con la postal correspondiente (de Unicef) y la participación que has visto reflejada. Así que los hermanos Hernández García son, desde ayer por la mañana, flamantes nuevos millonarios. ¿Sientes envidia? Modérate, que son días de besos, abrazos y otros gestos cariñosos.
Hace más de quince años que tomé la decisión de no jugar. Como estas fiestas me sacan de quicio, le cogí tal manía al sonsonete melódico de los muchachos de San Ildefonso, que me impuse el castigo de virarle la cara a todo aquel que se me acercara con el décimo de turno. Pasan por mi casa representantes de todas las comisiones de fiestas del pueblo. Y cuando me asomo al balcón para señalarles que nones, me sueltan lo de usted se lo pierde. Pues no, yo me lo gano no gastándolo.
En ese intervalo de tiempo formé parte de la Agrupación Folclórica de Higa. Que también vende lotería para poder subsistir. Y debía llevarme unas cuantas hojas. Con las que acudía al colegio, no sin antes dejar sentado que yo no iba a entrar en intercambio alguno. Vamos, que yo no compraba. Si alguno quería de la que yo ofertaba, tan amigos; y si no, también. Y resulta que me las quitaban de las manos. No lo entendía en aquel entonces y sigo siendo ignorantón perdido.
Se va uno de viaje (el Imserso tiene sus ventajas) y… no te olvides de traerme el numerito. Hace un par de temporadas estuve en Roquetas de Mar (Almería). Como la suerte va conmigo, salió este año. Bueno, que si llego a ir en este 2015, ponle el cuño que le hubiera traído otro diferente.
A veces intento ponerme en el pellejo de un realejero aficionado a los fuegos artificiales y devoto de cualquiera de las dos cruces; pero, además, jugador empedernido de loterías. Deben ser dos meses, si no más, de sueldos para esos entretenimientos. Son, o deben ser, los que el comienzo del curso escolar les supone un trauma de tal calibre que acuden en busca de ayuda a los organismos oficiales, a las asociaciones del ramo, o al cura del barrio.
Pero lo importante es la salud. Y este sorteo nos ha dejado fuertes como roques. Y con los ánimos renovados para que el Niño se mame el resto: reintegros, aproximaciones… La menudencia, para entendernos. O la “pedrera”, al sentir del entendido.
Estoy pensando que mañana, en la cena de Nochebuena, voy a repartir entre mis tres nietos la cantidad obtenida. Saldrá cada uno a veinte céntimos. El más pequeño (nueve meses) puede que no me diga nada y se limite a esbozar una sonrisa. Pero los otros dos (cuatro y siete años) me soltarán, me temo, que con la moneda no les va a alcanzar para ese juguete que les viene haciendo tilín.
Dentro de unos días me iré par La Gomera a patear y disfrutar de su magia natural. Más de uno volverá con el comentario de rigor: Chacho, ¿otra vez? Pues sí, es que yo no juego a la lotería, lo que me ha permitido tener siempre dispuestas algunas perritas para esos caprichos. Y si fuera inteligente y no me dedicara a criticar a Casimiro, a buen seguro que ya me habría nombrado Hijo Adoptivo. Esta vez hablaré con algún militante de CC para que me explique cómo vivió el episodio reciente de observar al presidente del Cabildo repartir votos de esa formación política para el Congreso de los Diputados. Si Hautacuperche resucitara, se subía a La Lomada y se fajaba a la pedrada limpia.
Sepan, mis estimados lectores, que estas fechas serán distintas. Aparte de la felicitación pertinente, quedan todos invitados a darse un garbeo por El Cedro. Yo pondré los vasos para echarnos unos buches de agua fresca. Pero el traslado, alojamientos y comidas, me temo que no va a ser posible. Bastante tengo con lo mío. Vale, invito a un cortado en Casa Sonia, al socaire de La Fortaleza, en la capital de la isla: Chipude.
Me acaban de confirmar que la administración, aparte de gasolineras del Sur, que más beneficio obtuvo fue una ubicada en la madrileña calle de Alcalá. El que la regenta, un tal Montoro, no dejó escapar los premios superiores a 2500 euros y se forró con su 20%. Nos viene bien a los jubilados, porque la caja se está quedando en los huesos.
Mañana volvemos.

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