lunes, 18 de enero de 2016

Ensayo terapéutico

La noticia ha pasado de puntillas. Lo que me acongoja. Porque la escala de valores que dan los medios de comunicación a las informaciones que surgen en el día a día no concuerda con lo que un servidor presupone a la raza humana. No ya que nos entretengamos con toda la programación basura que, en aras de una audiencia que reporte beneficios, cuenta miserias con total desparpajo. Es que no se disimula la dependencia brutal a las fuentes económicas que permiten seguir contando boberías. Y entre ellas, las potentes industrias farmacéuticas. Que, no me extraña, acallan posibles voces críticas con tranquilizantes por debajo de la mesa. Algo semejante a cuando la población se solivianta contra cualquier factótum energético, por ejemplo. Y éste responde con un patrocinio a cualquier causa más o menos llamativa con generosas planas, cuñas o anuncios que se miden por buenos fajos de billetes. Nos compran para irnos matando poco a poco. Vamos al grano:
En la ciudad de Rennes (en el noroeste de Francia), capital de la región de Bretaña, a escasos cincuenta kilómetros del Canal de la Mancha, y que concentra una potente industria en el tejido empresarial del país vecino (Peugeot-Citroën, verbigracia), se halla un centro especializado en la realización de ensayos clínicos (Biotrial).
En el establecimiento, un grupo farmacéutico portugués (Bial) venía ‘probando’ la eficacia de un medicamento, hecho a base de cannabis, en un grupo de ocho personas que se prestaron voluntariamente como conejillos de Indias o cobayas.
Y antes de entrar en más consideraciones, surge mi primer dilema. Perdónenme la espontaneidad y llaneza de la expresión: ¿Tan jodidos estamos (en términos económicos), como para jugar con nuestras vidas a cambio de unos euros (la cantidad es lo de menos)? ¿Es esta práctica habitual en este campo de la investigación? Este ignorante redomado creía que tales experimentos eran llevados a cabo única y exclusivamente en ratones y semejantes. ¿Cuánto se ofrece para que la tentación sea más fuerte que cualquier otro factor elemental de supervivencia?
No lo acabo de entender. A buen seguro que los sesudos analistas me harán salir de este cúmulo raro de sensaciones que me invade. Habrá un estricto protocolo –siempre a ello se alude– que regule este tipo de prácticas. Pero debieron pasarse en las dosis suministradas o la pócima preparada no se sujetó a los cánones que se presuponían seguros.
La información nos traslada que a dos de ellos se les dio un placebo (Sustancia que, careciendo por sí misma de acción terapéutica, produce algún efecto favorable en el enfermo, si este la recibe convencido de que esa sustancia posee realmente tal acción). Ver, si se requiere ampliación de cómo se llevan a efecto este tipo de prácticas, en el siguiente enlace: https://es.wikipedia.org/wiki/Efecto_placebo. Del resto, los diferentes medios de comunicación nos señalan el resultado: uno en muerte cerebral y los otros en un estado altamente preocupante.
Se estaba aún en la primera fase del ensayo, la de evaluar la seguridad de empleo, la tolerancia, los perfiles farmacológicos de esta molécula en personas voluntarias sanas. Pues vaya éxito. Muchas explicaciones tendrían que darme. Soy consciente de que fallos siempre existen. Pero esto no se trata de probar si el motor de un coche funciona mejor o peor, si las revoluciones son o no las adecuadas. Estamos jugando con otras mercancías más peligrosas.
Cuando se cuenta con la ventaja de que en la vida todo tiene un precio, cuando el hambre y la miseria abocan a millones de personas al abandono de sus lugares de origen en busca de la tierra de promisión, cuando el miedo a la muerte no supone un freno a la condición humana, es el instante en que los desaprensivos hacen su agosto, los carroñeros se lanzan sobre las indefensas presas para darse el festín.
Algunos se empeñan en acabar con penurias y desgracias atacando los problemas de raíz. A la antigua usanza: muerto el perro, se acabó la rabia. ¿Duro, no? ¿Y en qué se diferencia mi crudo planteamiento con la no menos cruda realidad? Cuando se ‘negocia’ con vacunas u otros fármacos hasta el punto de cumplir a rajatabla aquello de lo compras al precio que yo estipule o te jodes, ¿qué opción dejas al atribulado enfermo? Apoquina o muere, que mi negocio carece de escrúpulos y no  tiene un capítulo presupuestario para conmiseraciones. ¿Más crudo, no?
Si por casualidad tienes conocimiento de un medio informativo que haya sido capaz de cuestionar este tipo de prácticas, no dudes en hacérmelo saber. Te lo agradecería infinitamente. Mientras, como no me debo, lo denuncio. Y si como represalia no quieren venderme las pastillas que por edad me corresponden, qué importa un viejo menos. Ruines y despreciables.
Y acabo con un eco de sociedad, como en la prensa de bastantes décadas atrás: Vaya mi felicitación y público reconocimiento a Pedro Felipe Acosta (a quien no veo desde hace unos meses que me lo encontré en cierto lugar de la costa acechando pacientemente una pareja de rapaces) porque su documental ‘Canarias a la sombra de los volcanes’ será emitido en Estado Unidos por National Geographic. Otro galardón a su enorme valía.
Hasta mañana.

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