No es lo mío
eso de romper muchas lanzas. Pero ya está bien. Denme una sola razón por la que
Rajoy deba irse. O dar un paso atrás. O a un lado. No es justo. Y creo que ya corresponde
que alguien salga en su defensa y ponga las cosas en claro, en su sitio.
Cuando los
españoles depositamos nuestra confianza en el PP para que sacara al país del
vagón de cola del tren europeo (20 de noviembre de 2011, 186 diputados), éramos
conscientes (yo también voté a Mariano, qué pasa) de que o dábamos el paso o
quedaríamos para siempre jamás sumergidos en la profunda ciénaga en la que se solazaba
el ogro Shrek tras una dura jornada de trabajo. Vamos, traducido, calados de
mierda hasta el mismísimo cogote.
¿Quién se
batió el cobre en los foros de Bruselas, Estrasburgo, Londres, París y delante
de las narices de la poderosa Merkel en Berlín? Pronto olvidamos los esfuerzos
de superación de un hombre que fue capaz de olvidar sus raíces gallegas para
empaparse hasta los huesos en la niebla londinense y adentrarse en los
vericuetos de la lengua del Bardo de Avon. Sí, no pongas esa cara. Al igual que
Shakespeare, nuestro dilecto presidente no pertenece a una sola época sino a la
eternidad. El inglés fue poeta y dramaturgo ya admirado en su tiempo. Se dice
que tan original y tan arrollador que da un giro de ciento ochenta grados a lo
que es crear un hombre por medio de palabras.
Y ahí quería
yo llegar. Nuestro hombre ha ido más allá por los menos en dos o tres grados.
Nadie como él domina el idioma y juega con los vocablos. Cualquier mensaje se
traduce en una tragedia de tanto calado, que ni Hamlet ni Romeo y Julieta pueden
hacer sombra a disquisiciones de tal porte. No hay comparación posible.
Un vaso es un
vaso. Lo que no van a hacer nunca las máquinas es fabricar máquinas. Lo único serio
es ser serio. A veces la mejor decisión es no tomar ninguna decisión, que
también es tomar una decisión. Es el alcalde el que quiere que sean los vecinos
el alcalde…
Y para no
hacer muy extensa la lista, porque ejemplos que hacen temblar los cimientos de la RAE jalonan la trayectoria del
salvador como avales de un concurso de méritos, vaya esta última sentencia que
sintetiza el concepto sublime de un dirigente acerca del país cuyos destinos
rige: España es una gran nación y los españoles muy españoles y mucho
españoles.
No hay
derecho a esta campaña de acoso y derribo. El haber perdido más de sesenta
diputados en las elecciones de diciembre pasado no es motivo suficiente para
que ya se eleven voces desde su propio partido en el sentido de que tome las de
Villadiego. O las de Santa Pola. El que se haya dedicado a limpiar las
escaleras de la
Capitanía General de Valencia cuando hizo la mili por tener
el paso cambiado y ser de piñón fijo, no es causa de tanto desagravio. El que
le haya dicho al Jefe del Estado que no se hallaba disponible ni en condiciones
de buscar aliados para conformar un gobierno, no es óbice para que dejemos de
reconocer los valores de un gran estadista. Que ha hecho lo que tenía que hacer
y que no hizo más porque no tocaba. Así de simple debido a su complicación.
No, contra
este tipo de contrariedades me rebelo y lo revelo. El Partido Popular no puede
caer en la trampa que pérfidos medios de comunicación y los perversos grupos
políticos que juegan a las alianzas de perdedores le tienden. Arropen al
presidente (en funciones) y luchen a brazo partido. Salgan en tromba a
defenderlo y recorten (que de ello saben bastante) o acoten espacios para que
el adversario, que no enemigo, disponga de escasa cancha.
Tomen ejemplo
de mí, por ejemplo, detractor tiempo ha pero hoy converso, y defiendan en
cuanto foro sean convocados los rescates habidos. Sí, no importa, reconozcan
que bancarios, como si no fueran las entidades con más crédito del país. Había
que empezar por ahí. Lo demás, demagogia pura y dura. No caigan en la tentación
de renunciar al manual cual ratas que abandonan el barco. Sean valientes. Con
él a muerte hasta el final.
Permiso
concedido para que publiciten este post de Pepillo y Juanillo como valor
añadido. Cámbienle el nombre, si les apetece. Bautícenlo como Marianillo y
Manolillo, verbigracia, para dar una consistencia a prueba de bombas. Me han
convencido y mira que era reacio. Seguiré los consejos de algún exalumno. Y voy
más lejos: a cambio de nada. Ni fotos, ni invitaciones, ni entradas a festivales
y cuchipandas. Como hacen con uno por el que siento lástima pues le toman el pelo al derecho y al derecho.
Mariano,
cuenta conmigo. Pégate como una lapa. Sé fuerte. Por el bien de nuestra querida
patria, aguanta… Me ha saltado una lágrima y tengo que dejarlo. Pero que conste:
No hay derecho. ¿O izquierdo, en este caso?
Posdata: Tu
resistencia, ojalá, puede ser la excusa para que los otros se pongan de
acuerdo. Sí, ya sé que no lo entiendes. Déjalo en cosas mías. Tengo días desde
que alguien definió mi estilo como inconfundible, directo, socarrón y sugerente.
Surge el ingenio, siempre, con el añadido de unas pizcas de ironía. A modo de
sal.
Y otra
apostilla: Admito indicaciones acerca de si me habré ganado con esta loa el
favor de los dirigentes populares de mi pueblo. Es que me contaron que habían
encontrado unos doblones de oro en el socavón de la Avenida de Canarias de la
época de Vicente Quintero, en la que sí había dinero para publicar. ¿Cómo?
Vale. Ya se verá.
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