Expresión que
saltó a la fama de la mano, o de la boca, de Federico Trillo allá por 1997.
Era, a la sazón, presidente del Congreso de los Diputados y tras abrir la
votación de la Ley
de la Televisión Digital,
olvidó cerrar su micro antes de soltar semejante perla en tan insigne lugar.
Que no fue,
ni mucho menos, el único desliz o contratiempo del personaje. Siendo ministro
de Defensa también se metió en varios berenjenales. Recuerden que de la mano
del belicoso Aznar tuvo la feliz ocurrencia de ordenar el asalto a la isla de
Perejil, donde unas cabras estaban poniendo en peligro la seguridad nacional. O
cuando ante las tropas de El Salvador gritó a voz en pecho: ¡Viva Honduras!
Menos gracia me hace el recuerdo del accidente del Yakovlev 42 en suelo turco y
en el que murieron 62 militares que regresaban de una misión en Afganistán. En
la actualidad, y desde 2012, el señor Trillo es embajador español en el Reino
Unido. Me imagino que en estos cuatro años habrá aprendido tanto inglés como la
exalcaldesa Botella, la mujer de José Mari.
Pero no iban
por ahí los tiros del titular de hoy. Día de Canarias, por cierto. En el que
seguimos lamentando la pérdida de una gran voz de nuestro acervo tradicional en
la faceta de la música folclórica: el gran Ico Arrocha. Sobre San Bartolomé
(Ajei), Lanzarote y el archipiélago entero se extiende un manto de luto,
pena y consternación.
En esta
pasada semana conocimos que a cierto señor tailandés se le colgó un enorme
bicho de sus partes más íntimas y dolorosas. El buen hombre se disponía, como
cada jornada, a salir de casa para acudir a su trabajo. De repente, un fuerte
retortijón de tripas le obligó a correr hacia el baño para evacuar sus
necesidades más perentorias. Usaban en su casa el inodoro estilo turco, ese en
el que debes ponerte en cuclillas para que el aparato digestivo, por el
orificio de marras, despida el tránsito de las sustancias no asimiladas por el
intestino.
En tal
posición estaba, con sus vergüenzas al descubierto, cuando sintió un agudo
pinzamiento, al tiempo que un acentuado dolor en las protuberancias. Algo le
aprisionaba y no acertaba a descubrir al autor de semejante ataque traicionero.
Echó mano (derecha, en la izquierda portaba un trozo de papel higiénico) a la
zona de la acometida y agarró a la autora de la chascada (participio canario de
chascar: morder, mascar, masticar).
Allí, bien
adherida a ese lugar que te duele un (vuelve al título), o los dos (como ya lo
cogiste no hace falta que retrocedas), se encontraba una serpiente pitón de
longitud considerable. Trescientos centímetros, o más. Y cómo succionaba la
condenada. No había manera de que soltara los objetos.
Ante los
consabidos gritos (hasta de contarlo me duele), acudió la mujer y varios
vecinos. Cuanto más tiraban del animal, más se escuchan los lamentos del
agredido. Los que han jugado al fútbol y recibido un balonazo en ese sector
anatómico, sabrán de qué hablamos.
Menos mal que
a la señora se le ocurrió echar mano de una cuerda y atar fuertemente al reptil
hasta que no le quedó más remedio que aflojar la mandíbula. Instante en que
nuestro hombre se vio liberado de tal presión, que no del episodio doloroso. Afortunadamente
se recupera en el hospital y los médicos le aseguran que nada se ha perdido,
que todo sigue en su sitio y que la utilidad de los elementos embestidos
seguirá teniendo la misma funcionalidad, a saber... ¿Hace falta que te lo
cuente?
Los ofidios
deben llevar en sus genes el recuerdo de las manzanas de aquel edén en el que
habitaron Adán y Eva. Y no resisten las tentaciones de trincar todo aquello que
llame su atención al sobresalir de cualquier superficie. También la corporal,
claro.
Lo primero
que piensa hacer el tailandés protagonista de la simpática anécdota es
comprarse una taza de fundamento. Lo que yo no tengo tan claro es si estando
sentado se librará de las visitas de posibles invasores. Estuve el sábado, y
parte del domingo, desconfiado. Uno mea de pie, pero otros menesteres requieren
depositar el culo sobre la tapa. Y qué quieres que te diga. Oye, que me
acordaba del oriental. Y me hacía daño, tú. Pobre hombre.
Bueno, tengan
cuidado cuando sientan dolor de barriga en el campo. Máxime cuando en estas
islas nos estamos acostumbrando a soltar animales exóticos. No sé si la futura
Ley del Suelo, con la que Clavijo quiere flexibilizar los procedimientos
actuales suprimiendo filtros y cortapisas, tendrá en cuenta estas adversidades
y peligros. Se lo contaré a Paulino. Él ya firmó en contra de la potencial
normativa. Parece que los expresidentes, en Madrid y aquí, andan revoltosos. Como
la pitón.
Bueno, hasta
mañana. Iré ahora a caminar un fisco a ver si se me pasa esta fatiga.
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