miércoles, 1 de junio de 2016

Cuestión de números

Se inicia junio y se aproximan las vacaciones veraniegas. Aunque, si digo verdad, no me gustan demasiado. El calor me agobia. Y hay mucha gente en cualquier sitio. Parece que debes ir pidiendo permiso para moverte en fiestas, playas y lugares de ocio. Yo prefiero viajar en épocas de menos aglomeraciones. Típica visión del jubilado.
En esto de los números solemos ser especialistas. Al alza, cuando nos conviene, y a la baja, por lo mismo. La foto, que se la robé a Isidro, nos muestra una secuencia de la carrera de caballos en asfalto que se viene celebrando en mi pueblo desde hace unos años. Asistí en la pasada edición, pero no me gustó, así que en la presente me quedé en casa tranquilo.
En cuestiones de seguridad no me meto porque para tal menester cobra el señor Marrón. Y me imagino –tiempo para ello tiene y le sobra– que todo estará atado y bien atado. Somos unos cuantos los que no lo tenemos tan claro, pero doctores tiene la iglesia. No quisiera ser testigo si una bestia se desboca o ese furgón se queda sin frenos, o tiene otra avería, cuando baja a toda pastilla desde La Cruz Santa.
Fuentes municipales aseguran que unas 11.000 personas asistieron a dichos actos. Y como el éxito siempre se mide por idéntico baremo, habrá que convenir que si juntamos los habitantes de Toscal-Longuera, Cruz Santa-Cartaya e Icod el Alto (a la web oficial del consistorio me remito), cien arriba, cien abajo, se antoja mucha gente. Ignoro el método para cuantificar la concurrencia, pero atisbo ciertas dosis de alegría al ir sumando. Insisto, cuando ocurra algo no deseado, daremos la vuelta a la tortilla y diremos que había mucha gente
Podríamos, asimismo, sumergirnos en otras cantidades que marean: la tasa de pobreza con la que Canarias se erige en líder de un penoso ranking o el montante de desempleados de larga duración (la mayoría sin prestación social alguna) que llevan más de un trienio en paro (35 de cada 100). Para que nos prometan bajar el IRPF y reducir, al tiempo, el déficit con el truco (palabras del ministro de Economía) de mantener el crecimiento. ¿Dónde está que quiero saludarlo? Para que me explique, asimismo, si el próximo año voy a seguir cobrando la pensión. Porque al paso que van, la hucha no va a aguantar mucho.
Hay otros números más satisfactorios. Los del turismo, verbigracia. En este pasado mes de abril llegaron a estas peñas nada menos que un millón cien mil visitantes. Un 16% más que en idéntico periodo de 2015. Y el doble que en 2010. Son datos oficiales, del INE (Instituto Nacional de Estadística). En el primer cuatrimestre de este año hemos alcanzado la cifra de 4.532.048. Un 11,3% más que el pasado año, es decir, 460.128.
Los conflictos de Egipto, Túnez y Turquía hacen que Canarias esté recibiendo grandes remesas que tienen felices y contentos a los hoteleros. Tanto que he tenido la oportunidad de leer este mensaje de jolgorio: Canarias, máquina de hacer turistas.
Me alegro de que el sector navegue placenteramente. Eso debe redundar en el desarrollo económico. Pero sigo sin establecer correspondencias entre los incrementos de los ingresos –que deberá haberlos– y la reducción de las listas del paro, o de una subida de sueldos, o de mejoras de cualquier otra índole. Algo debe estar fallando. Y como hay ministros, consejeros y concejales con dedicación exclusiva para velar por el bienestar de los que viven verdaderos dramas, uno se pregunta si ponen toda la carne en el asado o, por el contrario, se dedican a verlas venir mientras se echan medio güisqui en cualquier complejo residencial con campo de golf.
Cuando se inundan los medios de comunicación con estas alegrías, alguien debería reflexionar y, de paso, averiguar si la dicha es compartida o los beneficios se quedan en círculos muy reducidos. Yo me quedaría mucho más satisfecho si el responsable político del ramo no echara campanas al vuelo, ni que el propietario hotelero nos vendiera ocupaciones rayanas al ciento por ciento, sino que nos señalaran cúantos camareros, cuántas limpiadoras… han pasado a engrosar las plantillas.
En fin, los números solos, así en abstracto, bien poco indican. Eso hay que concretarlo y hacerlo visible en la denominada economía doméstica. Los papeles y los datos estadísticos no sacian estómagos vacíos.
Así que no todo es cuestión de números. Hay que condimentarlos. Y otras: ¿Aguantará esta tierra que las cifras de turistas sigan en continuo aumento? ¿Hasta qué punto? ¿Dónde está el límite? ¿No nos hundiremos y nos moriremos de éxito?
Vayan pensando en las posibles respuestas. Y hasta mañana.

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