lunes, 24 de octubre de 2016

Un cacho de tela

La viñeta de Morgan en Canarias7 (edición de ayer domingo) me brindó la idea. Aunque en principio no iba a poner tela sino trapo. Aun consciente de que me pueden caer chuzos de punta. Pero como estamos en época de lluvias, afortunadamente, será más pasajero el trance. Lo tomaría, en todo caso, como unos granizos apenas entre las precipitaciones habidas.
Allá cada cual con sus sentimientos patrioteros, pero no entiende este sempiterno observador que otro añadido a los mástiles de las instituciones públicas donde ondean las enseñas venga a solucionar los problemas y graves carencias de la población. Hasta normal se antoja, dentro de esta lógica de los despropósitos, que los políticos intenten desviar la atención de su gestión con cuestiones que solo conducen a tener entretenido al personal con argumentos tan vacíos como ineficaces. Pero que le hagamos el juego, baje Bencomo y lo vea.
Se cumplían no sé cuántos años de la denominada tricolor. Como si la oficial (legal) fuese el mismísimo arco iris. Escrito sin connotación alguna. Y algunos ayuntamientos y cabildos, una vez solventadas las necesidades más perentorias de la sociedad, acordaron que lo verdaderamente importante, aquello que compensaría el hambre de los que no alcanzan el final de mes, era añadir a la tanda existente otros metros de tela que tuvieran impresas siete estrellas verdes. A pesar de que la inminente protesta de los gracioseros podría causar un inconveniente añadido. Todo se andará. Acabaremos como los Estados Unidos.
Lo más curioso, al menos para un servidor, fue contemplar cómo un grupo de los autocalificados ciudadanos reivindicativos echaron mano del distintivo y se lanzaron a proclamar la buena nueva. Con el bamboleo de los elementos enarbolados pasaban a formar parte del baúl de los recuerdos las colas de la TF-5, los terribles atascos en el tráfico de San Jerónimo y de cómo el Norte veía atendidas sus reivindicaciones ante la posición unánime de sus alcaldes frente a las administraciones de mayor rango. Y tú añadirás hasta el infinito.
En la época de Franco eran fútbol y toros las válvulas de escape, los desahogos. Ahora, en período democrático se antojaba necesario algún añadido. Y en la guerra de banderas hemos encontrado buen filón. No bastaba con la situación normalizada en romerías, festejos de todo tipo, acontecimientos deportivos y cuanto evento (maldita palabreja) se prestara al oh, mamá, bandera tricolor. No, hay que institucionalizar el escenario. Que para una novelería sí estamos prestos. Y buena muestra del calado programático que el hecho conlleva lo hallamos en la popular alcaldesa güimarera, que lo mismo… Lo dejo en suspense, que me cuelgan los de Telecinco.
Este pasado fin de semana Canarias alcanzó la gloria. Mandamos a tomar ‘Bento’ fresco al tiempo que blandimos al siroco nuestro orgullo nacional. Ejecutamos caderas por doquier y qué burras, señores, como en los mejores tiempos. Pollitos y pollos (y sus correspondientes féminas), puntales y destacados (y sus correspondientes féminas) dieron sacones y ejecutaron mañas al traspiés con amplias miras y generosas dotes. Cuánto genio, destreza y valor. Y cada vez que tendimos la mano para levantar al que cayó en noble lid, nos inundaba el maravilloso éxtasis del que ve cumplidos anhelos, deseos: ni un bache, empleos a la vuelta de la esquina, sueldos dignos para siempre jamás, pensiones garantizadas hasta los confines de los tiempos… Demagogo sin pasiones, sin alma y sin corazón. Canario lucha…
Y recordé que el pasado año, con aquello de una décima diaria, algo había salido. Rebusqué y he aquí la que hizo la número 99:
Con las siete estrellas verdes
muy contentos viviremos,
y juntitos cantaremos
–acuerdes lo que tú acuerdes,
y no ladres que no muerdes–,
el inmortal arrorró.
Por eso estimo yo,
que con gusto ondearemos,
y junto a ella estaremos:
¡qué bien lo pasemos, ño!
Jolines, como si no existiesen temas más apremiantes que resolver. Los tenemos dominados, habrán pensado ciertos dirigentes mientras se echaban un bocadillo de chorizo. Qué menos.

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