miércoles, 2 de noviembre de 2016

A coger el coche

Si no hubiese ejercido la profesión que me aseguró los garbanzos para el actual estado ‘jubiloso’, y que ustedes, estimados lectores, bien conocen, quizás me habría dedicado a cualquier oficio relacionado con la conducción de algún tipo de automóvil. Porque reconozco que es una actividad que me encanta. O, al menos, que no me cansa. Que ya es bastante.
Cuando éramos más jóvenes, mi mujer y yo (y en las primeras ocasiones también los hijos) nos íbamos de camping en los veranos. En las primeras ocasiones, todos en el barco, para cambiar después a la modalidad avión+barco (en transporte aéreo los pasajeros, a Jerez o Sevilla; y luego en guagua hasta Cádiz para recoger el coche. Ahora Armas lo ha permutado por el de Huelva). El nuevo sistema monetario en euros, la edad y las comodidades de las instalaciones hoteleras nos han ido cambiando.
Creo que no exista provincia española por la que no haya circulado en aquellos meses veraniegos. Amén de toda Portugal y amplias zonas de Francia. Pero en los otros viajes (más de mayor), bien por el Imserso o particulares, es norma alquilar un fotingo y tira pa´lante.
Las dos fotos que acompañan estas líneas muestran el primero de los vehículos que tuvo un servidor, un Fiat 128 –TF 5236-C–, en Montaña Blanca, antes de subir a El Teide, y el tercero, una Renault Express –TF 1557-AP– tras una tremenda granizada en Corbalán (Teruel) en agosto de 1996. El Fiat se murió en un accidente y yacen sus restos en el relleno de la Urbanización de Piloto. La Renault sigue tan campante. Y, además, residiendo en mi barrio de toda la vida: Toscal-Longuera.
Ahora es Pedro Sánchez el que se echa a la carretera. No sé si Carmena le pondrá algún impedimento. Me imagino que no, porque como va a salir de Madrid, uno menos para contaminar. Desconozco, asimismo, si piensa imitar al gran Miguel Ríos con sus años de rock y carretera. O a Martell, con su carretera y manta. Mala época le auguro, pues las avalanchas son cada vez mayores y cuando nos invitan reiteradamente a la utilización del transporte colectivo, solo a él se le ocurre llevar la contraria.
Estoy pensando seriamente llamarle por teléfono para si estima conveniente que le acompañe. Le aportaría experiencia y podría conducir mientras él prepara con más tranquilidad sus intervenciones. Yo tengo claro que van a seguir pagándome la pensión, pero ignoro de que va a vivir él. No creo que el partido esté por la labor de cubrir sus gastos. La situación con Ferraz no se halla en estos instantes en sus mejores momentos y me temo que no pueda cantar ese verso de Chenoa en su tema Escondidos: mientras que hacemos el amor. Más bien entiendo que se esté pasando por la de tirarse los trastos a la cabeza. Que desencadene o no en divorcio es mera cuestión de tiempo.
Como mal menor, en todo caso, le aconsejo que cuando venga a Canarias se olvide de contactar con algún amigo de siempre –de esos que por estas peñas no dista mucho en imitar sus comportamientos– y pida consejo a este humilde escribano. Un poco conozco de este territorio fragmentado. Y sabría ‘esconderlo’ si se soliviantan los ánimos en los encuentros difíciles. Porque tropezaremos, intuyo, con gentes de procederes varios. Y lo mismo se reproducen los tumultos habidos en aquella patética reunión del Comité Federal. Por lo que podría ser conveniente salir por patas. Y en un instante de apuro, el conocer los trazados viarios se antoja fundamental. Aquí en Canarias no estamos ajenos a situaciones de armas tomar y la novelería puede hacer factible un Halloween en los momentos más improcedentes. O que los más autóctonos le den un castañazo en la cabeza.
De venir el próximo año por esta época, nos daríamos un brinco a Los Santitos de San Juan de la Rambla. Para endulzarnos un fisco. Bastaría ir detrás de mi nieto que ya conoce los lugares de avituallamiento. Más tarde nos sentaríamos todos en la plaza de Las Aguas a compartir pertrechos y a despejar las ideas en olor de salitre y al deleite de la brisa costera. No quedarán ya duraznos, pero puede que nos mandemos una papaya. O una buena ensalada. Y si se tercia, todo dependerá de la agenda, un buen arroz caldoso…
Fíjate tú que con dejar volar la imaginación ya me estaba sintiendo feliz detrás del volante. Tengo unas ganas de hallarme totalmente restablecido para comenzar los itinerarios. Varios saltos tengo programados para 2017.
Como se ha iniciado noviembre y nos acercamos a la meta, hagamos como el reloj-marcador de la Plaza de la Unión: Esta es la número 1966.

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