Pero no solo es culpa de ellos, de los que dicen
representarnos. Tenemos un periodismo de vergüenza. Bueno, si la tuvieran,
soltarían la alcachofa y se irían de ejercicios espirituales a cualquier
monasterio. Quieren erigirse en protagonistas cuando el periodista no debe
serlo jamás, porque desvirtúan el hecho informativo dirigiendo al receptor a
quedarse con la hojarasca.
Así nos va. Todo manga por hombro. Y no se puede continuar
de tal guisa. Están demostrando muchos cargos públicos que les queda muy ancha
la labor encomendada. Y como las formaciones políticas han cogido la costumbre
de premiar a perdedores, así nos va. Sí, naveguen por la web del Gobierno de
Canarias (o la del Cabildo Insular de Tenerife) y observarán que todos los
aspirantes de CC y PP a las diferentes alcaldías –cuyo principal mérito es
haber obtenido un estrepitoso fracaso en las pasadas elecciones municipales–
fueron, ipso facto, elevados a los sagrados altares de una dirección general
(cuando no directamente a viceconsejero) o, como mal menor, un reconfortante
sillón de asesor, jefe de gabinete o vete tú a saber.
La vaca institucional no se programó para secarse. Da tanta
leche que se ha debido ampliar el número de mamíferos. Y cada uno de ellos se
lleva (iba a escribir se mama, pero me arrepentí) más de cincuenta mil euros
(iba e escribir litros, pero me arrepentí) anuales, a los que debemos añadir
las cotizaciones a la seguridad social, antigüedad (desde que se graduaron en
educación infantil), dietas, transporte (yo conozco una que va en parapente
todos los días) y otros varios.
Me comentaba días atrás un amigo en Facebook, refiriéndose a
Manuel Domínguez, el licenciado de Wyoming, que no podíamos ser tan exigentes
con él (ironía al canto) porque no es lo mismo ser vicepresidente que alcalde,
por lo que no le extrañaría que se fuera a Madrid. Y debo darle la razón,
porque, siguiendo la teoría de los párrafos precedentes, el que no vale para
algo, a tapar la ineficacia con un sonoro ascenso.
Lo acontecido la pasada semana con el rechazo a tramitar la
modificación de la Ley de Extranjería –hecho del que ya apenas se habla– es
asunto digno de enmarcar en el catálogo de las felonías más sangrantes habidas
en el país. La unanimidad alcanzada en Canarias (incluyan el cinismo a la
enésima de Domínguez & Cía.) para que en el Congreso de los Diputados se
diera carta libre a la formalización de la toma en consideración para el
posterior y pertinente debate, saltó por los aires porque el moderado gallego
se quedó estancado en el cuarto escalón sin saber si subir o bajar. Y el sí
canario de Manolo se le quedó atragantado en la boca del estómago y parece ser
que ya logró expulsarlo a la vera del barranco de Godínez, a la altura de la
charca, por arriba del Agustín Espinosa.
Cuando se concedió a Feijóo aquel largo plazo para buscar
los necesarios apoyos que lo convirtieran en presidente el Gobierno (luego no
lo fue porque no quiso), manifestó Domínguez en Teobaldo Power que todo iba a
resultar más fácil para estas islas con Alberto en La Moncloa, pero, y añadió:
Si en el improbable
escenario de que tomara una decisión lesiva para el archipiélago, nadie tiene
que dudar que este gobierno, con quien les habla, estará al frente para exigir
con contundencia y sin medias tintas que se rectifique y se respeten los
intereses de nuestra tierra.
Tras el lamentable espectáculo, las lágrimas de cocodrilo de
Cristina Valido no ablandaron la coraza popular. Y Manuel Domínguez desapareció
durante unos días (ni acudió a la sesión plenaria del parlamento canario
posterior al hecho lamentable). Jornadas en las que Clavijo se puso a
justificar… lo injustificable. Porque la poltrona vale mucho más que cualquier
tonga de negritos por muy numerosa que sea. Y ahí siguen los dos agarrados. El
PP y CC son ambos dignos representantes de la burguesía isleña. Con intereses y
tentáculos tan poderosos que ni la gotita o el poxipol pueden establecer la más
mínima comparación. Habrás escuchado que los pulpos se agarran. Pues anda que
estos…
(finalizamos pasado mañana)
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