lunes, 16 de septiembre de 2024

Motivos personales

Ausente y caradura. Con unos morros que se los pisa. Carita de no haber roto jamás un plato, pero un atracador nato a las arcas públicas. Porque persiste en su inveterada costumbre de escaquearse hasta el infinito y más allá. Si el diccionario nos señala que dicho verbo –utilizado de manera coloquial y en su forma pronominal– significa “eludir una tarea u obligación en común” (con una pléyade de sinónimos: escabullirse, librarse, eludir, sortear, zafarse, escaparse), el que no quiera entender que eso es lo que lleva a cabo Manuel Domínguez desde que se incorporó a las filas del Partido Popular, mejor que se compre unas buenas gafas de submarinismo. Y es que el licenciado en Wyoming, e inmigrante legal, se está convirtiendo, a pasos agigantados, en el ejemplo negativo de lo que un cargo público debe representar. Es, en suma, una verdadera vergüenza. Y como realejero –más que él, porque nací antes– siento que los incautos lo sigan poniendo de modelo. Ni gestionó adecuadamente en Los Realejos, ni lo hace ahora en responsabilidades de mayor porte. Que le quedan tan anchas como las reiteradas poses de mercadotecnia barata.

El pasado martes, día 10, se dio un salto a estas peñas quien todavía figura como presidente nacional del PP. Y lo hizo –con el beneplácito de la verdadera jefa del conglomerado– para firmar un documento con Fernando Clavijo, en el que no se sabe a ciencia cierta qué se pretende. Porque para el reparto entre las diferentes comunidades autónomas de los menores acogidos en Canarias bastaría con la modificación de la ley de extranjería. Y quienes ahora inventan la pólvora con una batería de propuestas más manidas que la gabardina del teniente Colombo, se negaron a echar a caminar la precitada reforma en el mes de julio próximo pasado.

Al señor Feijóo lo acompañó durante toda la jornada mi estimado amigo Manolo. Para ayudarle al gallego en la puesta en escena del teatrillo. Ambos se pusieron corbata. Y Clavijo, sin ella, parecía el títere de la representación. Pero se jactaba de haber llevado a lo populares a la senda del entendimiento. Eché en falta a Valido con una de sus plañideras diatribas. Y a la pregonera Dávila pidiéndole auxilio  a la Virgen del Socorro.

Domínguez debía comparecer ese día en el parlamento canario. Institución a la que se debe y que, como vicepresidente del gobierno, tiene la obligación de dar cuenta de su ¿gestión?, amén de responder a las cuestiones que los diputados, o grupos parlamentarios, le planteen. Pues no, alegó motivos personales para una nueva ausencia. Llamó al viceconsejero de relaciones con el parlamento, Víctor Chinea, (hoy escribo todo en minúscula hasta conseguir que esta pandilla de bergantes –o baladrones– tome conciencia de la importancia de prestigiar las instituciones públicas) y este, solícito, atento y servicial, elevó escrito a la presidencia para justificar la no comparecencia por, reitero, motivos personales. Doña Astrid Pérez no tuvo inconveniente alguno en acceder a la petición y… excusado. Eso sí, falta justificada para que a fin de mes no haya en la nómina descuentos ni retenciones.

Uno entiende que cabría dentro de esa excusa el que su mujer se hubiese puesto enferma, que a una hija se le torciese un tobillo, o que a cualquier otro familiar cercano le entrasen unas fuertes y repentinas diarreas. Pero para estar de supositorio todo el santo día, mil veces no. ¡Ah!, aclaro: un servidor utiliza tal denominación (supositorio) a todo individuo que siempre está detrás del culo de otro. Y Manolo, al menos el pasado martes, fue la sombra de Alberto. ¿Y el cuestionado en Moaña por supuestas irregularidades urbanísticas no debía, asimismo, que estar en la Carrera de San Jerónimo? Luego son los maestros quienes sufren las críticas por excesivas vacaciones. Menudo chollo este de cargo público.

A los realejeros (bueno, no a todos, solo a los que el bombillo les sigue funcionando; a los otros, con la inestimable ayuda de Effico, penumbra total) ya nada nos extraña del personaje. Pura fachada. Y jeta superlativo. Pero más vacío por dentro que el bolsillo del Lazarillo de Tormes. Muy a pesar de sus presumidas citas académicas estadounidenses. Aunque la culpa nunca es del mantenido sino de los mantenedores. Y si son gilipollas (necios o estúpidos, según la RAE), miel sobre hojuelas.

Así que, Manolo, échate un higo y deja los motivos personales para cuando realmente existan. Que no te los vamos a negar. Como a cualquier hijo de vecino. Pero no sigas mintiendo para que no se repita el cuento del lobo. ¿Con disfraz de cordero? Ponle el cuño. Aremos con estos bueyes.

2 comentarios:

  1. Madre mía. ¿Por qué será que no me sorprende?

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  2. Pues con esos bueyes tenemos que arar... Qué pecado habremos cometido los canarios para que la cosa no funcione desde casi ninguna esquina.

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