El pasado martes, día 10, se dio un salto a estas peñas
quien todavía figura como presidente nacional del PP. Y lo hizo –con el
beneplácito de la verdadera jefa del conglomerado– para firmar un documento con
Fernando Clavijo, en el que no se sabe a ciencia cierta qué se pretende. Porque
para el reparto entre las diferentes comunidades autónomas de los menores
acogidos en Canarias bastaría con la modificación de la ley de extranjería. Y
quienes ahora inventan la pólvora con una batería de propuestas más manidas que
la gabardina del teniente Colombo, se negaron a echar a caminar la precitada
reforma en el mes de julio próximo pasado.
Al señor Feijóo lo acompañó durante toda la jornada mi
estimado amigo Manolo. Para ayudarle al gallego en la puesta en escena del
teatrillo. Ambos se pusieron corbata. Y Clavijo, sin ella, parecía el títere de
la representación. Pero se jactaba de haber llevado a lo populares a la senda
del entendimiento. Eché en falta a Valido con una de sus plañideras diatribas.
Y a la pregonera Dávila pidiéndole auxilio
a la Virgen del Socorro.
Domínguez debía comparecer ese día en el parlamento canario.
Institución a la que se debe y que, como vicepresidente del gobierno, tiene la obligación
de dar cuenta de su ¿gestión?, amén de responder a las cuestiones que los
diputados, o grupos parlamentarios, le planteen. Pues no, alegó motivos
personales para una nueva ausencia. Llamó al viceconsejero de relaciones con el
parlamento, Víctor Chinea, (hoy escribo todo en minúscula hasta conseguir que
esta pandilla de bergantes –o baladrones– tome conciencia de la importancia de
prestigiar las instituciones públicas) y este, solícito, atento y servicial,
elevó escrito a la presidencia para justificar la no comparecencia por,
reitero, motivos personales. Doña Astrid Pérez no tuvo inconveniente alguno en
acceder a la petición y… excusado. Eso sí, falta justificada para que a fin de
mes no haya en la nómina descuentos ni retenciones.
Uno entiende que cabría dentro de esa excusa el que su mujer
se hubiese puesto enferma, que a una hija se le torciese un tobillo, o que a
cualquier otro familiar cercano le entrasen unas fuertes y repentinas diarreas.
Pero para estar de supositorio todo el santo día, mil veces no. ¡Ah!, aclaro:
un servidor utiliza tal denominación (supositorio) a todo individuo que siempre
está detrás del culo de otro. Y Manolo, al menos el pasado martes, fue la
sombra de Alberto. ¿Y el cuestionado en Moaña por supuestas irregularidades
urbanísticas no debía, asimismo, que estar en la Carrera de San Jerónimo? Luego
son los maestros quienes sufren las críticas por excesivas vacaciones. Menudo
chollo este de cargo público.
A los realejeros (bueno, no a todos, solo a los que el
bombillo les sigue funcionando; a los otros, con la inestimable ayuda de Effico,
penumbra total) ya nada nos extraña del personaje. Pura fachada. Y jeta
superlativo. Pero más vacío por dentro que el bolsillo del Lazarillo de Tormes.
Muy a pesar de sus presumidas citas académicas estadounidenses. Aunque la culpa
nunca es del mantenido sino de los mantenedores. Y si son gilipollas (necios o
estúpidos, según la RAE), miel sobre hojuelas.
Así que, Manolo, échate un higo y deja los motivos
personales para cuando realmente existan. Que no te los vamos a negar. Como a
cualquier hijo de vecino. Pero no sigas mintiendo para que no se repita el
cuento del lobo. ¿Con disfraz de cordero? Ponle el cuño. Aremos con estos
bueyes.
Madre mía. ¿Por qué será que no me sorprende?
ResponderEliminarPues con esos bueyes tenemos que arar... Qué pecado habremos cometido los canarios para que la cosa no funcione desde casi ninguna esquina.
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