sábado, 14 de septiembre de 2024

Enganche ilegal

Ya uno no sabe bien a qué atenerse. O, quizás, que nuestra capacidad de asombro no tiene límites. Creo que acertaríamos si dejáramos todos los problemas sociales en manos de tertulianos, seudoperiodistas o catedráticos del móvil, especialistas en nada y peritos en todo. Porque cada día que pasa es más complicado que puedan ser los políticos quienes resuelvan los asuntos cotidianos.

Como en septiembre se producen confesiones para detallarnos cuál va a ser el desarrollo del curso político –que se cumpla es otro cantar– el consejero de Educación del Gobierno de Canarias ha destacado que contaremos con un plan especial para los alumnos con autismo. Si el diccionario nos señala que dicha enfermedad consiste en el “repliegue patológico de la personalidad sobre sí mismo” (se encierran en sí mismos, se manifiesta coloquialmente), estuve pensando buen rato si no sería conveniente llevar a cabo otro paralelo con los políticos. Porque suelen vivir en su mundo y todo contacto con la realidad les provoca urticaria.

De haber un cambio de gobierno –una moción de censura, por ejemplo– aunque los nuevos mandamases hayan ostentado un cargo en la oposición (y más que tú o que yo sabrán del meollo institucional), algún cable se les debe desconectar: no conocen nada, entran analfabetos perdidos y se tomarán un periodo –preferentemente largo– para ponerse al día. Porque los anteriores –siempre– dejaron los despachos manga por hombro. Con las deudas saliendo por la puerta y desbordándose por las ventanas. Lo único útil que llevan aprendido de casa es asignarse el sueldo y nombrar asesores.

Leo en El Día (y robo la foto) que Pedro Campos, edil de Hacienda y Concesiones Administrativas, amén del concejal de Playas, Felipe Rodríguez, ambos del PP, giraron visita, el martes 3 del presente mes, a Punta Brava y Playa Jardín, en la que estuvieron acompañados por inspectores y técnicos del Gobierno de Canarias, el Cabildo de Tenerife, la empresa concesionaria del servicio municipal de Agua (Aqualia) y la asesoría medioambiental contratada por el Consistorio portuense, con el fin de inspeccionar las obras que se ejecutan para acabar con la contaminación actual.

Y durante la misma (no se bañaron como Fraga en Palomares) conocieron detalles de un posible enganche ilegal, desde una urbanización cercana, al emisario submarino. Un servidor se quedó patinando, como el embrague de un coche. ¿Cómo se puede realizar esa acción si que nadie se dé cuenta? ¿Dónde tuvo lugar esa conexión? ¿En qué punto del emisario se produjo el empalme? ¿Fue en zona terrestre o marítima? ¿Con nocturnidad y alevosía o a plena luz del día? ¿Se habrán escapado los animales del Loro Parque y se pusieron de acuerdo para ir a cagar de madrugada en El Veril?

Tras llevar varias horas con la duda existencial, recordé cierto caso de hace varias décadas y que lo mismo puede guardar relación con el afer del presente. A un buen amigo, ya fallecido, lo contrató cierto extranjero que había adquirido una casa en La Romántica. Debía revisarle toda la instalación eléctrica del chalé. Y allá se fue nuestro hombre con la mejor de las intenciones –aprovechando que los nuevos propietarios se habían ausentado un par de semanas– y comenzó la faena desconectando electrodomésticos, bajando cuantas palancas vio en el cuadro y cuanto creyó conveniente para poder realizar su cometido con total seguridad. Que no era la de ahora –con mayores requisitos– pero sí la suficiente como para no sufrir cualquier contratiempo. O “calambrazo”, que decíamos. O “chuchazo”, que lo recoge el diccionario de la Academia Canaria de la Lengua: Descarga eléctrica en el cuerpo de una persona o de un animal. No es el primer chuchazo que recibe, porque se pone a arreglar la luz sin ningún cuidado. Pues, a lo que iba. Fue el inicio de un entramado de conexiones ilegales, tanto de agua como de luz, que constituyó el modus operandi de una urbanización hecha a la prisa y corriendo en una época en la que corrió el dinero fácil –para algunos avispados– e imperó la chapuza y la desorganización. Cuando escriba mis memorias, contaré cómo desde el ayuntamiento tuvimos que echar mano de mucho ingenio –los recursos humanos y técnicos eran algo más que insuficientes– para poner coto a mansiones con piscina y que pagaban una poquedad por el agua consumida. Eso, los enganches ilegales.

En fin, cuántas sorpresas. Hasta con la mierda nos hacen trampas. Este mundo es una porquería. Y en 2024 seguimos aún sin conectar la mayoría de domicilios a la red de saneamiento. Y menos mal. De lo contrario, la actual depuradora hubiera (o hubiese) rebosado.

Y una apostilla. Me dijeron que murió un caballo en mi pueblo por dopaje. A lo que hemos llegado. Otro enganche ilegal, sin duda alguna.

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