jueves, 12 de septiembre de 2024

Siempre lo mismo

Tema recurrente del que ya he escrito algo en ocasiones anteriores y temo que no vaya a ser esta la última. Y es que cada inicio de curso, más de lo mismo. O, si lo prefieren, todos los años lo mismo.

He acudido a la foto de ‘mi’ colegio porque, por razones obvias, es lo que más he mamado durante la etapa laboral. Y como hace unas semanas un buen amigo me remitió el calendario escolar para este curso que comienza, estoy de los nervios…

Vengo escuchando –los informativos de los medios audiovisuales ya resultan cansinos con las cantinelas de siempre– de manera machacona (porfiada, insistente, tozuda, tenaz, terca, repetidora, reiterativa) que el gasto por alumno se disparará de nuevo hasta alcanzar los 500 euros. En este capítulo se lleva la palma el desembolso por los libros de texto. Como si los fabricaran con obsolescencia programada de un año. Y las imágenes en las librerías son cabeceras de reportajes y crónicas. Solo falta –pero todo se andará– una carretilla para transportar tan pesada carga. En todos los sentidos. Así irán esas mochilas. Que no aguantan sino un par de semanas. Por consiguiente, gasto añadido.

No podía faltar el paquete de folios (otro 500), el rollo de papel higiénico (ignoro si uno por semana o mes) y la cantidad fijada para el material fungible (pongamos otros 20 o 30 euros). Ya puestos –qué adelantado fue Gila en sus parodias– habremos de añadir el desgaste del piso, pasamanos de las escaleras y madera del asiento de los pupitres (algunos chicos son de culo inquieto) y la reposición del aire respirado. De los uniformes hablaremos otro día, porque si los estamos incluyendo en el capítulo de gastos extraordinarios, que los lleven los colegios privados.

Se le ha preguntado al consejero de Educación si se iba a cumplir lo estipulado en la ley canaria de Educación (alcanzar el 5% del PIB ) y ha manifestado tajantemente que no. Aunque su objetivo para el final de la presente legislatura es superarlo. Respuesta de manual. Si no han sido capaces de cumplir la promesa electoral de bajar el IGIC –por lo que los ingresos de la Comunidad Autónoma no han disminuido, sino todo lo contrario– imagínate si lo hubiesen hecho. Qué ganas tengo de que Poli (Hipólito Alejandro) haga público su currículum académico. Simplemente porque me extraña mucho de que Domínguez se jacte de su licenciatura estadounidense y él mantenga en el secreto más absoluto su paso por aulas y pasillos.

Aquellos que a finales de los años setenta del pasado siglo echamos a caminar a las asociaciones, aún nos preguntamos cómo fuimos capaces de llevar a cabo aquella ingente labor de fomentar en los colegios públicos una política de austeridad, compromiso y colaboración. Hubo centros en los que las familias pagaban la cuota establecida y se despreocupaban de todo lo concerniente con el material escolar. Reitero: TODO. Fíjense ustedes si aquello cundió, que Casimiro se lo copió en La Gomera –a cambio de votos– y los alumnos de aquella isla no sufren estas agonías que afloran cada curso. Aunque Curbelo, mucho más rico que nosotros décadas atrás, se puede permitir el lujo de echar mano de las arcas públicas y pagar directamente en las librerías lo que cada familia adquiera. Y mientras la ley electoral siga vigente, tendrá recursos para seguir “comprando voluntades” a diestro y siniestro, según le convenga.

Cuando uno transita, lo más plácidamente posible, por los caminos de la jubilación, echa, no obstante y muy de vez en cuando, la vista atrás y se alegra de al menos dos cosas: no haber prolongado la andadura política en instituciones públicas y no caer en la tentación de ejercer el periodismo en cualquier medio. Porque, y así lo comentaba hace unos días con un buen amigo, si ahora mismo se planteara esa posibilidad y cayera en las redes de la tentación, no duraría una semana al frente de la responsabilidad que se me asignara. Me echarían a patadas. Cuando uno observa un folio blanco, inmaculado, sin una tacha, y tener que venderlo con matices mediante subterfugios, medias verdades y rodeos inverosímiles –hasta darle la vuelta a la tortilla completamente para sostener que es moreno tirando a negro– la revoltura de tripas es tal… Déjalo, y desahógate con el blog.

Los movimientos asociativos en la actualidad adolecen de excesiva comodidad. Elevan la voz de vez en cuando, pero vegetan. Y como la molicie se ha impuesto –que me lo den todo porque tengo derechos y pago mis impuestos– la tarea, lo reconozco, es bastante complicada. Tampoco hay demasiados ejemplos a seguir. Hasta los que se “apuntan” en una formación política, lo hacen pensando en la oportunidad de alcanzar un cargo en cualquier gobierno para… presumir y cobrar. Aquello de servir a la sociedad a cambio de nada –sin pedir nada a cambio– lo encontramos en sufridos concejales de la oposición –y no todos, a veces– y poco más. Pero la historia se repite por ciclos. Esperemos que este no se prolongue demasiado. Bueno, me voy a trabajar.

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