viernes, 20 de septiembre de 2024

Sueño gomero (1)

Anoche soñé que estaba en La Gomera. Qué raro. Fueron unos días de lo más fructíferos. Aproveché la estancia para visitar lugares y recintos que supusieron un chute de energía, amén de comprobar cómo los dineros públicos son excelentemente administrados. Lo que significa, sin lugar a dudas, de que en aquella isla sus gestores se merecen que las administraciones de rango superior inyecten millones de euros en nuevas infraestructuras. Todo un ejemplo de cómo las inversiones implican indudables avances en el bienestar ciudadano y tal y cual…

El Benchijigua, que iba enfilado hacia la playa de La Guancha, cambó un fisco a la derecha (viró a  estribor, más en plan náutico) y saludó al Cristo de El Machal (sin miserias, a lo grande, por si resucita Colón, ahora que estamos en mes colombino) con tremendo bocinazo, cuando me pareció que Agustín, el fachadas, saludaba desde el mirador de La Hila. Pero sacudí la cabeza porque nuestro hombre emigró décadas atrás. Aunque recordé sus disertaciones cuando nos acompañó, allá por los ochenta, en una gira de tres días (estancia en la antigua Escuela-Hogar) con los alumnos de Quinto del colegio realejero de Toscal-Longuera, y nos relató hasta el número de curvas existentes entre Agulo y Vallehermoso, entre otras lecciones de geografía e historia.

Qué maravilla contemplar en La Villa (vaya pareado más tonto) los contenedores soterrados funcionando a pleno rendimiento. Ya bien los quisiéramos en mi pueblo para evitar suciedades y malos olores. Sentí sana envidia.

Debí darme la vuelta en la cama porque se me reflejó con exquisita nitidez la nueva vía desde la Avenida de los Descubridores hasta el Hospital Insular por uno de los costados del barranco. Y confieso que valió la pena invertir un poco más de treinta millones de euros por un kilómetro escaso. Pero, pensé, si la rotonda de Orijamas (una maravilla, con un ornamento vegetal sin parangón) supuso una poquedad (algo superior a seiscientos mil euros; vamos, lo que tú y yo llevamos en el bolsillo para los cortados), si no fuera por el amigote del alma, la nueva vía que haga olvidar el aislamiento de El Molinito estaría al caer, porque por estos lares no significan mayor problema los presupuestos. Es más, cuanto más sublimes, más rápido y fácil se consiguen. Aquí se estilan los concursos de magia en los que los billetes se multiplican incrementando su valor exponencialmente.

Qué baño más placentero y cuánto relax en el Centro de Talasoterapia de Hermigua. Qué instalaciones más preciosas y mejor cuidadas. Un mantenimiento exquisito y un personal altamente cualificado. Lo recomiendo. Puedes dejar El Cedro, la Fortaleza de Chipude o las antiguas fábricas de conservas de La Rajita y La Cantera, pero este alto en el camino por la zona de Santa Catalina es visita y parada obligatoria en esta excursión por el norte. Tardando están –todo se andará– en recomponer el pescante y la central hidroeléctrica. Porque con estos tres hitos, Hermigua, el valle con el mejor clima del mundo, volverá a ser el tapiz verde de las plataneras, salpicadas de aguacates y papayas. Todo un puntazo y un éxito sin precedentes esta magnífica oferta. Obras así son las que ponen de manifiesto el buen hacer de la dirigencia política. A este paso, quién se acordará dentro de unos pocos años de Ruiz de Padrón, de José Aguiar, de Cesarina Bento, de Pedro García Cabrera… Nada, peccata minuta al lado de cerebros tan bien amueblados.

¿Y qué alegar de la rica miel de abeja que pude degustar en Agulo? Otro indudable éxito. Cuando en otros lugares no prestamos el más mínimo caso a estos insectos himenópteros, aquí se mima, en otras dependencias con muy altas y cualificadas prestaciones, el trabajo de estas eficientes obreras. La Casa de la miel (de abeja) –no confundir con la que hallamos en Alojera (Vallehermoso)– constituye otro éxito sin parangón en el devenir gomero. Qué visión de futuro, cuánto adelantado en la gestión empresarial, qué exquisitos productos con los que chuparte los dedos. Y a los detractores, la recomendación de no caer en la tentación de reducir planteamientos a meras cuestiones crematísticas. Cuando los objetivos se alcanzan, quedan muy al margen los análisis dinerarios simplistas.

Qué sueño más satisfactorio. Claro, con la miel en los labios, subí al Juego de Bolas. Y, como por arte de magia, surgió ante mí el majestuoso mirador. Con unas vistas sobre el barranco de La Palmita impresionantes. Corta se quedó aquella primera visión desde el de Abrante. Esta era diferente, verde exuberante, naturaleza en estado puro, magia, placidez. Bajo la plaza-mirador, un amplísimo salón multifuncional que albergaba una exposición de fotografías que trataba la evolución del hombre, bueno, de un hombre público:

(finalizamos en la próxima)

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