Alberto llegó a Madrid en plan salvador tras la triste
despedida de Pablo. Recuerden el encontronazo por su denuncia en los turbios
negocios familiares de una allegada y su despedida fulminante. Bien distinto a
lo que ocurre ahora con los apaños de un ciudadano ejemplar. Tanto ha cambiado
la película que el otrora presidente de la Xunta no ceja en su (vano) intento
por entrar en La Moncloa aunque sea por la puerta de atrás. Donde ya sugirió
abrir las ventanas porque huele a podrido. Pobre hombre, tanto tiempo viviendo
en Génova 13 y viene a descubrir la pólvora tras las declaraciones de Aldama y
el reguero de sobres repletos de billetes.
No sigan con Pedro porque serán condenados al fuego eterno.
No sean cómplices de sus desmanes. La justicia divina caerá inexorable. Sean
pulcros y rectos como nosotros. Inmaculados hasta decir basta. Nuestra
contabilidad ha sido, es y será un modelo a imitar. Lo sabe, y bien, nuestro
estimado y nunca bien ponderado Eme Punto Rajoy. Ni comparancia con Pe Punto Sánchez.
INDA se frota las manos. Ni MAR se lo pasa mejor. Está en su
salsa. Sueña con alcanzar la gloria matando dos pájaros de un tiro. Cuenta con
toda la artillería a su favor. Y mueve los resortes como nadie. Sin tacha.
INDA es periodista. Pero mucho más que simple periodista.
Tribunas de privilegio y foros de los denominados a huevo. Es más bien ayudista,
antes que cómplice. Peligro evidente cuando ladea la cabeza –hacia la derecha,
perfil bueno– y lanza misiles de largo alcance.
Feijóo es un pobre diablo. Que hace el ridículo con
demasiada frecuencia. Lo saben los suyos. Que la opinión del adversario no
cuenta. Y cree que va de cruzado, cuando el papel de Santiago Matamoros ya está
asignado. Sus vaivenes desde la ficticia moderación hasta el más exacerbado
extremismo le causan úlceras de estómago. Y desprendimientos de retina.
Cuídate, Alberto y aprovecha las estancias en Moaña para perfeccionar los
idiomas porque It´s very difficult todo
esto.
Fuentes dignas de todo crédito –¿o no es así, INDA?– me
indican que por la séptima planta del edificio que no tiene la culpa de nada,
se escucha a alguien tararear Cruz de navajas por una mujer / Brillos
mortales despuntan al alba / Sangres que tiñen de malva el amanecer. Negros
–como el dinero de la reforma– presagios. Las meigas, Alberto. O la meiga INDA.
Aldama cantó ante un juez por un entramado como una permuta
para cambio de domicilio. Un mejunje tan chapucero como los lodos de Mazón. Se
sumó el fiscal a la movida y solicitó a otro juez que le concediese el traslado
con auto en la puerta. Dicho y hecho. Acepto pulpo como animal de compañía. Y
los que admiten la presunción de inocencia solo para los ciudadanos
particulares abrieron las espitas de las cloacas. Clamaron a los socios del
malvado Sánchez para que cambiaran de bando. Alberto también. Aunque sin
percatarse, aparentemente, de que INDA iba muchos pasos por delante en el
desfile militar con paso alegre y marcial, como aquella Marisol de la película.
¿Tú confías en la justicia?, preguntó cierto amigo. Tengo
mis dudas, contesté. Demasiados afanes de protagonismo en quienes deben
alejarse de focos mediáticos interesados. Y de aquellos polvos…
A este gobierno corrupto, y a sus encubridores, solo le
queda un camino: dimitir en bloque y dejar al país en las buenas manos de quienes
solo pagaron en b las reformas de su sede. Peccata minuta al lado de lo que
denuncia Aldama. ¿Sin carga probatoria alguna? Y eso qué importa. ¿Por qué no
debo darle credibilidad a un golfo confeso? ¿O, acaso, quieres convertirte
también en cómplice, encubridor, compinche, secuaz? ¿Nos vemos el viernes? Vale. Y ya pondré el enlace en Facebook.
Aclaración casi innecesaria. INDA: Isabel Natividad Díaz Ayuso.
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