Loable el intento de superar el bache que supuso renunciar a
dos millones de euros. Hecho que nada tuvo que ver con la gestión municipal.
Brillante a todas luces y digna de los plácemes más sinceros y laudatorios. De
no haber puesto al frente del Consistorio a este grupo de gobierno, que rige
nuestros gloriosos destinos desde 2011, a buen seguro que hoy no quedaría ni
una mísera teja con la que recrear nuestra vista en un legado patrimonial sin
parangón.
Esas vallas constituyen el nexo de unión entre un presente
de progreso y un pasado de miseria. En estos tiempos de la Inteligencia
Artificial, quítense mayorazgos y antiguallas varias. Donde haya una buena
chapa y unos magníficos remaches, no hay comparación posible con estructuras de
tea o frescos de Bonnín. Que descansen en paz los Alvarado-Bracamonte y retocen
gozosos los mejor preparados cargos públicos. Qué sumo gusto poder disfrutar de
su buen hacer.
Fue el malvado de Pedro Sánchez quien causó la traba en el
expediente administrativo. Puso tantos palos en las ruedas que la carrocería no
pudo soportar tan engorroso trayecto y quebró inmisericorde ante el cúmulo de
despropósitos. A Europa no le quedó más remedio que jalar por el freno mano. Se supone que fue su tocayo, Pedro Martín,
el que le chivó las permanentes ausencias de Manuel Domínguez con lo que las
autoridades continentales dedujeron que la dedicación no era lo suficientemente
fiable como para soltar dinero sin disponer de la certeza de su correcta
utilización. A pesar de ser una causa justa y encomiable, no se comprendía el
pasotismo de quien debía de velar por el estricto cumplimiento de lo estipulado
en el contrato.
Y no hay más. No pierdan el tiempo dándole vueltas al magín.
El que sabe, sabe; el que no, pa´maestro de escuela. Sin vuelta de hoja. Máxime
cuando estamos a las puertas de un cambio político en esta España nuestra. Con
un gobierno, estilo Trump, que dará un giro de 180º. Y La Gorvorana, entre
otros ejemplos de la geografía patria, sufrirá un cambio –para bien– que va a
quedar mejor que la reforma de Génova, 13. Si me apuran, diría que vendrá a ser
como una réplica de El Escorial. Seremos la envidia del resto de países de la
UE. Cuando los millones (o billones, o trillones…) de turistas recalen por
nuestro territorio y sobrevuelen (en parapente) los antiguos dominios de la
hacienda, no les quedará más remedio que morirse de pura envidia. Cómo pienso
disfrutar después de haber salido de allí en la década de los setenta del siglo
pasado. Una vuelta a los orígenes.
Ya estamos casi en diciembre. Dentro de poco entramos en las
postrimerías del primer cuarto de siglo. Y yo con estos pelos. ¡Ah!, me fui de
nuevo al libro gordo de Petete. E hice una parada justo en Ironía: expresión
que da a entender algo contrario o diferente de lo que se dice, generalmente
como burla fina y disimulada. Es lo que el diccionario señala. Pero cuando mi
nieto, el más pequeño, aprendió el significado de esa palabra, la mentaba como iroría. Me da que algo se me pegó. Y no
quiero presumir con la explicación de cierto profesor que sostenía que el uso
de este recurso literario estaba reservado a la gente inteligente. Algo que
ustedes no compartirán –incluso rebatirán– cada vez que leen a este rebenque de
la platanera. Pero, aun así, sigan haciéndolo. Lo mismo aprendemos –yo también–
un fisco más. Y recuerden: el saber no ocupa lugar.
Hasta dentro de cuarenta y ocho horas. Aunque sea domingo. Salvo
imprevistos o causas de fuerza mayor. Como ya están normalizados los enlaces a
Facebook, más fácil lo tienes. Sean felices.
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