domingo, 1 de diciembre de 2024

Baldía

No ceja Ángel Víctor en su empeño de llegar a un acuerdo para el reparto de los menores inmigrantes llegados en cayucos a Canarias. Cuyo único pecado es el de ser negros. Porque cuando el conflicto bélico en la antigua Yugoslavia no existió inconveniente alguno en acoger a los que huyeron. Como tampoco a los ucranianos que salieron escafidiendo ante la avalancha rusa sobre su territorio. No hay nada mejor que tener una piel blanca y tersa, un cabello bien dorado y unos maravillosos ojos azules. También aceptamos latinoamericanos porque estamos faltos de mano de obra para atender a nuestros viejos o que nos limpien la taza del váter. Pero con los tostados tenemos un gravísimo problema. Aunque no somos racistas, vaya por delante.

En las habidas hasta el momento actual, ni un acercamiento. La modificación de la Ley de Extranjería que haga factible el reparto entre las diferentes comunidades autónomas no ha sido posible porque el Partido Popular –que rige los destinos en la mayoría de ellas– se ha negado con el pretexto de… cualquier excusa es válida. Da lo mismo que el argumento esgrimido guarde o no relación con el asunto en cuestión. Me imagino que con la confesión del señor Aldama, delincuente confeso, tendrán munición los respectivos presidentes para seguir dándole largas al particular. A este paso, cansino y retrógrado, alcanzarán los chicos la mayoría de edad y que deambulen libremente en busca de curro.

Tampoco ayudan los medios de desinformación. Por cierto, Inda, el de Okdiario, se ha querellado contra otro digital por calificarlo de idéntica guisa a como he escrito antes. Si hasta el diccionario lo sabe: ‘dar información intencionadamente manipulada al servicio de ciertos fines’. Lo que fastidia es que ya se obvie el viejo lema de “perro no come perro”. O el de “los bomberos no nos pisamos la manguera”. Pues yo, al contrario, me alegro de que al golfo se le llame golfo.

Siento profunda tristeza, amén de rabia contenida –y como realejero lo expreso con total rotundidad y meridiana claridad– comprobar cómo la pantomima se eleva a cotas inimaginables en estas islas. Donde un vicepresidente levanta su mano para mostrar la conformidad en las votaciones que facilite el reparto de los miles de acogidos, cuando sabe a ciencia cierta que las directrices nacionales de su formación política echará por la borda (qué símil más adecuado) el propósito. Que me da –esa impresión tengo y a los hechos me remito– que no es sincera sino otro postureo más de los muchos a los que nos tiene acostumbrados. Porque cuando el cinismo y la hipocresía se convierten en leitmotiv, la desconfianza se acentúa. “Me cueste lo que me cueste”, dijo. Ja, ja y ja.

Nuestra riqueza lexicográfica define a la perfección la vacuidad de las reuniones de besuqueos y apretones de manos más falsos que los billetes de quince euros. Inservibles, inútiles, vanas, infructuosas, ociosas, huecas, yermas, anodinas, hueras, insustanciales, vacías, nimias, triviales, superficiales, nulas, insubsistentes, inestables, fútiles…

Todo falso, salvo alguna cosa. ¿Lo recuerdan? Válido en otras circunstancias. Ya no. En las vistas que siguen pendientes a dirimir en los tribunales, lo mismo se descubre quién era Eme Punto Rajoy y queda resuelto el enigma. O aclara ciertas ideas. Mas como entre gallegos anda el juego, puede que la incertidumbre continúe unas décadas más. Qué memoria más flaca. De lo mío, que del contrario lo recuerdo todito.

Cuando comencé a escribir las líneas precedentes no se había fijado fecha para la cita. Pero dejé anotado lo manifestado por Feijóo: “Quien apoya a Pedro Sánchez se convierte en cómplice de sus desmanes”. ¿Vale como otra disculpa? ¿O la carta enviada a Von der Leyen, ridícula y vergonzosa, según MD? Luego se concretó para el jueves 28.

¿Hoy es domingo, no? Qué ilusos somos. Ay, Clavijo, sigue agarrado al estacón. No lo sueltes que se te descogolla la piña. ¿Se había fajado, dijiste? Porque MD, tras decir aquí que se dejará la piel para que bla, bla, bla, llama a renglón seguido a Miguel Tellado otro gallego y… que continúe el culebrón.

Ojalá que alguna vez –y que sirva de precedente– deba tragarme todo lo escrito. Lo haría con sumo gusto. Y si me indigesto, que me valga la jodienda de escarmiento. Me causaría el dolor de estómago más agradable de mi vida. Soportaría la dolencia sin recurrir a la sal de frutas o bicarbonato. Estoicismo en grado superlativo. Pero si la justicia es un cachondeo –no lo inventé yo– ¿cómo calificamos esta docuserie del reparto de inmigrantes?

Tengan feliz domingo y nos citamos para el martes próximo.

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