Domingo, 16-03-25
Con enorme lucimiento / el proyecto presentaron, / de los
que en ella habitaron / se olvidó el ayuntamiento. / Claro está, si yo te
cuento / que no quieren sombra alguna, / creerás inoportuna / esta sincera opinión,
/ dictada por la pasión / de haber sido nuestra cuna.
Pero ellos se apalastran, / que son doctores en… ¡nada!, / y
a este grupo no le agrada / aquellos que entienden lastran. / Tantos prejuicios
arrastran / que solo atienden consejos / de seres que ni de lejos / se atreven
a discrepar: / tú no debes rechistar, / porque serán tus espejos.
Me duele La Gorvorana, / pero nadie lo comprende, / porque
el pepé solo entiende / ─y en ello bien se afana / pues es
renta con que gana─ / de
vender el humo en frascos, / mas son verdaderos fiascos / en los temas
importantes / y aquellos que vienen de antes / se traducen como chascos.
La renuncia millonaria / que se tuvo tiempo atrás, / no se
olvida así, sin más, / como materia ordinaria. / Me dice la pituitaria / que
huele a compensación / olvidar el revolcón / con el acuerdo a tres bandas: /
cómo sacan en sus andas / el dinero en procesión.
Tendremos cafetería / en la casa remozada, / la historia se
queda ahogada / porque lo viejo chirría. / La tea que contenía / se traslada a
los anales, / pues modernos materiales / adornarán el lugar, / nueva imagen se
va a dar / con toques ornamentales.
A Bonnín colocaremos / en el cuarto de la paja, / porque su
obra allí encaja / con lo que en sus frescos vemos. / En el mirador ponemos /
la figura de un charrán, / símbolo de los que están / en el pueblo gobernando;
/ desde allí el ordeno y mando / más alto propagarán.
En el patio, las tanquillas / tendrán peces de colores / y
por los alrededores / lavaderos con pastillas. / Auténticas maravillas / que el
proyecto marginó / y en su lugar colocó / adefesio transparente, / para indicar
a la gente / que lo antiguo se borró.
La tronja suprimiremos / no sea que lo conejos, / que pueden
venir de lejos, / con escopeta cacemos. / Y a Domingo encargaremos / que
acometa esa labor, / plasmada por el pintor / que tiempo atrás ilustrara / y
grata dicha dejara / al inmenso corredor.
No quiero seguir contando / vivencias de años idos, / pues
merecen estampidos / los que vienen gobernando. / Despeja el ir recordando, /
pero marca el sentimiento / en todo lo que te cuento; / muchas familias de allí
/ ven reflejados aquí / secuencias de un esperpento.
A Manola, hijas, hijo; / a todos los descendientes / de las
muy ilustres gentes / que allí tuvieron cobijo. / A mis hermanos, colijo, / que
lo sienten, como yo; / a Chencho, que nos dejó… / el recuerdo permanece / con
reproche que merece / el “ ayún” que nos obvió.
A modo de conclusión:
No, mis hermanos leerán el presente al mismo tiempo que tú.
Soy tan reservado que solo les indiqué (en una de las reuniones de cada viernes
por la tarde; díganme cuántas familias lo hacen) que algo iba a escribir de
nuestra casa. Sí, nuestra, de Jesús Hernández Perdigón y Carmen García García.
Y antes de mis abuelos paternos. Y de Juan y Consuelo (con Juanillo, Paco y
Chencho). Y luego de Manola (con Juanito, Sandra y Carolina). Y de Joaquín y
Carmen. Y de José e Irene (y la prole). Y de Celestina (vieja y joven). Y de
Frasca. Y de Alfredo y Paca… A perdonar omisiones. Sí, nuestra, señores del pepé, que no populares. Qué suerte
tienen. Deben renunciar a dos millones de euros y las gentes de Toscal-Longuera
(que olvidan su núcleo originario: La Gorvorana) aplauden como borregos. ¿Si
estoy cabreado? No, lo siguiente.
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