Fuentes dignas de todo (des)crédito aseguran que los
movimientos telúricos habidos en Tenerife estos últimos meses no se han debido
a choques de placas tectónicas ni a reiterados flujos de magma a escasos
kilómetros de la superficie terrestre. Tampoco han alcanzado estos lares los
estertores del Tajogaite, como cuando los sonidos del bicho en el Barranco de
Godínez se relacionaron con la erupción del Teneguía. Y mucho menos, me
confirman, guarda algún tipo de relación con los efectos del cambio climático.
La causa principal –cuando no la única– se hallaba mucho más
cerca: en la Avenida de Canarias realejera. Y no es que allí existan oquedades
subterráneas –tipo Cuevas de los Verdes o del Viento– que se desmoronan
(desgorrifan, en canario) con estrépito por las humedades causadas en los
abundantes aguaceros habidos en este diciembre generoso. Les aseguro que puesto
en contacto con Javier Dóniz, realejero destacado y homenajeado por el Círculo
Viera y Clavijo en la noche de ayer, para que me aclarara el quid de la
cuestión, me confiesa que se encontraba preocupado por el inusual acontecer.
Pero, claro, las voces altisonantes que se propagaron, cual
ondas expansivas, por cada vericueto de la Villa del ilustre polígrafo (cuando se
celebra el 294º aniversario de su nacimiento), exactamente igual a los rifirrafes
de años idos entre dos gerifaltes socialistas disputándose un puesto de relevancia,
vinieron a sacarnos de dudas. Y el secreto quedó desvelado.
Aquellos que han tenido la oportunidad de visitar las
dependencias municipales del Consistorio –a un servidor no lo han invitado aún,
así como tampoco a la rehabilitación de la Casa de La Gorvorana (que contará
con una elegante cafetería)– describen la sala donde tuvo lugar la
conflagración como un espacio diáfano, con mobiliario funcional (pero no de
Ikea) y sin elementos decorativos que puedan ser utilizados como armas
arrojadizas. Menos mal. Aunque las pataletas y zapateados causaron tales
estrépitos que los sismógrafos detectaron elevados grados de calentura (energía
liberada, según la escala de Richter).
En cónclave, que se intuía cordial por celebrarse en tan
señaladas fechas, se dieron cita los dos sujetos de la foto (los que cortan el
bacalao) amén de Noelia, Darío y José David. ¿Y los otros? Ni se enteraron. Lo
más seguro es que ahora los componentes del remanente se hallen leyendo esta
información y tan sorprendidos como el más común de los mortales.
“Las palabras son tan fuertes que al buen rey ponen espanto”.
Pues sí, me acordé del juramento que tomó el Cid al rey Alfonso en Santa Gadea
de Burgos. Y es que las mayorías absolutas acaban por provocar disidencias
internas. Los segundones, por aquello de la (in)sana envidia y el todos
queremos más, aspiran a subir un peldaño. Máxime cuando se sienten marginados
hasta en las sesiones fotográficas. No siendo la primera vez que alguno de los
mentados en el párrafo anterior, por ocupar una concejalía de menor visibilidad
externa, incrementa los decibelios para hacerse oír.
No reproduzco la algarabía conversacional por si me leen mis
nietos y no vayan a pensar que el abuelo traspasa lindes con su vocabulario.
Pero puedo prometer, y prometo, cual palabrita del Niño Jesús, que los gruesos calificativos
excedieron el recinto de la ¿conversación? Hasta una copa de cristal –iban bien
servidos, no te creas– no soportó tanta vibración y se hizo añicos.
Como no hay mal que
cien años dure, ni cuerpo que lo resista, tras un largo e intensísimo
intercambio de mandobles verbales, hubo de adoptarse una solución intermedia (¿de
consenso?; no, más bien de disenso):
Manolo, aquel que promulgaba la limitación temporal de los
mandatos (¿o es que no lo recuerdas?), cortó por lo sano (ya lo decía mi padre
que seccionando huevos se aprende a capar) y prometió un puesto de salida al
actual alcalde para que pueda ir a lucir palmito en los madriles. Y Adolfo, contento
como un chico menudo el Día de Reyes, salió disparado para San Agustín. Por
fuera de Almacenes Siverio está aún bailando sobre una pata sola.
Noelia consiguió, por fin, no sin antes sellar las paces con
Darío, ir en el número uno de la candidatura al ayuntamiento, pero con la
condición de ceder la poltrona al segundo de la lista en el ecuador del
mandato. Así, el crusantero vería colmadas sus viejas aspiraciones, mientras
ella, como Mazón, seguiría manejando los hilos desde la sombra (del ciprés es
alargada).
¿Y José David, el piquito de oro? Hombre, ni lo disimuló.
Expuso que el Realejo se le quedaba chico y necesitaba ampliar horizontes.
Directamente al Parlamento Europeo. A su favor, el haberse matriculado en la
Escuela de Idiomas en una nueva modalidad trilingüe (francés, inglés y alemán),
que junto a sus ya altos conocimientos de italiano y romanche, le posibilitaría
fijar la residencia en Ginebra, porque el ser puntual (como el reloj suizo) era
casi tan perentorio como su lenguaraz verborrea.
Que se haya dado a conocer el afer el día en que nació mi
hija, 28 de diciembre, me congratula sobremanera. Debe ser que uno es muy
inocente y piensa que en política los aconteceres guardan esa lógica que uno
intenta sopesar en sus actuaciones diarias.
Bueno, como hasta el próximo año no pienso molestarles con
más fake news, no se excedan en el
condumio que luego la sal de frutas no hace milagros. Sean felices y pongan una
sonrisa en sus vidas.

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