A lo largo de
mis años en la docencia he tenido la oportunidad de compartir labores con
excelentes profesionales. Y entre ellos, los de religión. Sin dogmatismos, sin
aspavientos, sin proselitismos de tres al cuarto y respetando a los que,
libremente, decidían no acudir a esas clases. Por los motivos que fueren.
Recuerdo que el colegio de Toscal-Longuera (algunos cursos estuvimos allí)
existía una matrícula bastante elevada de alumnos extranjeros. La inmensa
mayoría optaba por cursar el área alternativa a la formación religiosa
(católica). Llámalo Ética, Educación para la Ciudadanía o jugar al ajedrez.
Dentro de bien poco desaparecerán todas estas opciones y entraremos –también
las ovejas descarriadas– al redil del catecismo. Para general regocijo de
ciertos curas que tienen atemorizada a su feligresía hasta tal punto que en
esos entornos nadie osa dejar de apuntar a los críos en religión.
Se han
empeñado los carcas fundamentalistas –sí, esos que no ven su joroba sino la
ajena– en sembrar cizaña. Cuanto más, mejor. Para disfrutar de los privilegios
que el pescar en tales ríos revueltos les brinda. No conformes con la x en el
casillero, con cepillos, con colectas y mil zarandajas más, siguen queriendo
meter las narices en los asuntos que ni por asomo son de su incumbencia. Las
prerrogativas de la religión católica, no contempladas en precepto
constitucional alguno (más bien todo lo contrario), han llevado al cardenal
Lluís Martínez Sistach a opinar que los niños sin estudios de religión
"padecen un analfabetismo de cultura religiosa que incide en su nivel
cultural general, más bien bajo", y que al no darles una formación
religiosa se fomenta su "atracción por las sectas y los
fundamentalismos". Y es que en su última carta pastoral, titulada "La
clase de religión enriquece a los hijos", el cardenal-arzobispo anima a
todas las familias que estos días empezarán a matricular a sus hijos para el
próximo curso para que "pidan la clase de religión católica para sus
hijos".
Me imagino
que si no lo hacen, el fuego eterno los chamuscará para siempre jamás. Ignora,
o lo pretende, el citado clérigo que, y hasta los propios profesores de su
asignatura lo reconocen, son esos alumnos alejados de todo tipo de
contaminación (eso es de mi cosecha) los que suelen ser más brillantes en los
estudios. Es más, fui testigo del enfado de una madre que protestaba
airadamente el aprobado de su hijo en religión cuando había suspendido el resto
de materias, y añadía que con toda la razón del mundo. ¿Una María? ¡Ah!, je ne sais pas.
"Hoy los
niños y adolescentes padecen un analfabetismo de cultura religiosa y esto
incide en su nivel cultural general, más bien bajo. La clase de religión
contribuye a que los alumnos puedan comprender muchísimos contenidos de nuestra
historia, de nuestra cultura que están tejidos de contenidos cristianos",
argumenta el prelado.
No, monseñor
(¿se le trata así?), ese planteamiento no es correcto. Lo dice Pisa y hasta la
Torre Eiffel. Lo que usted alega en el párrafo anterior se estudia en una clase
normal de Historia. Y el analfabetismo aludido se detecta en las materias
básicas: matemáticas y lenguaje. Lo demás vendrá por añadidura. Y si no, déjese
de monsergas y métase en una clase con esos niños a los que usted tanto adora.
Si las clases
de religión y moral católica ofrecen valores "serios y auténticos"
frente a los que ofrece la sociedad actual a los adolescentes y los jóvenes,
reclúyalos en la Sagrada Familia y no les deje asomar el hocico para que no se
contagien.
Habla de
sectas –el peligro para los no catequizados– y no se recata en afirmar que la
suya da mejores resultados. Pues ahí están los templos, casas parroquiales y
demás propiedades de ese vasto chiringuito. Pero deje tranquilos los centros
docentes que fueron construidos para otros menesteres con dineros públicos,
incluyendo los procedentes de aquellos que no optaron por poner la x, que no
pisan una iglesia y que comulguen de manera diferente.
Ignoro, señor
Sistach, cuántas confesiones religiosas existen en nuestro país. Pero imagínese
que todas quisieran las prerrogativas que usted demanda para la suya. Estarían
–y están– en su pleno derecho. En este estado aconfesional sería un verdadero
caos, ¿no cree? Salvo la católica, las demás actúan en sus círculos más íntimos
y no requieren espacios añadidos, Y aun así, dentro de mi más absoluta
incredulidad, observo que si alguna está en declive, no debe buscarla mucho más
allá de su campo visual. Algo les deberá estar fallando. Zapatero, y su
partido, fue ampliamente derrotado por su mala gestión. Pongan, pues, sus
barbas a remojar.
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