No sé si seré
el único que lo piensa, pero tengo la impresión de que nos estamos pasando. El
exceso de polvos en estas carnestolendas puede causar alguna que otra
indigestión. O dolor de bajo vientre, vaya usted a saber. La profusión de los
derrames blanquecinos, tirando a leche en polvo (más de cinco toneladas en La
Palma), acarreará, más temprano que tarde, complicaciones –ojalá no sean
irreparables– en la salud de quienes creen que en unas horas apenas el cuerpo
humano es capaz de aguantar tales dispendios. Y eso, está demostrado
científicamente, acaba por pasar factura. Vamos, que no toda vaca lechera
produce de por vida. Incluyan en tal ganado los propios ayuntamientos.
Todo se
inició, años ha, con la entrega masiva de condones para general regocijo de la
pibería. De aquellos chingos (canarismo: salpicaduras) hemos desembocado en
estas inundaciones. No me extraña que los obispos pongan el grito en el Cielo
(dónde iba a ser, si no) con esto del pim, pam, pum, fuego, y tiro porque me
toca. Y lo malo es que se contagia. Ya se sabe que el pecado capital de la
envidia no requiere demasiados apoyos para que se expanda indefinidamente. El
‘culo veo, culo quiero’ tiende a propagarse en Canarias de manera harto
pasmosa.
Conozco gente
de mi pueblo que se priva (quita, despoja, desnuda) de lo que menester fuere
con tal de estar el lunes de carnaval en la calle Real de Santa Cruz de la
Palma echando polvos como un descosido. La llamada de la negra Tomasa ha hecho
posible que la clientela se haya incrementado hasta extremos que van mucho más
allá de lo que la normal resistencia humana presupone. Muchos han agudizado el
ingenio y recurren a las ayudas externas de potentes máquinas con las que
aumentar la potencia de los polvos. Como diría cierto exalcalde de este Norte: eso
es un “descándalo”.
A los
indianos palmeros les salen competidores. Puede que la crisis (¿dije crisis?)
haya hecho posible que la chispa prenda y se trasmita cual reguero de pólvora.
Allá por Vegueta se comenzó tímidamente a echar unos polvitos apenas. Y para
los que no han podido subir las escalerillas de cualquier medio de transporte
ha significado una magnífica válvula de escape. Porque si se trata de echar un
polvo, también vale, como último recurso, hacerlo en casa, ante los
incondicionales. No será lo mismo, pero un buen sucedáneo puede, a la
perfección, cubrir las necesidades más perentorias.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjnHtw9rekCm2wxk7o5CUR_Z5aLZy2dwI3E9J7j8KyeBMTwISVyFa1H5MUxp8SJpjmSfqilLNrla6wH_vrww5Hj5pAblNF9fc_864vlMZaUIunvga09ChtZPcXF0gIsEWJWE1RADxg9PuI/s320/Demasiados+polvos-1.jpg)
Ignoro si fue
Asier Antona, Javier Trujillo o el propio José Manuel Soria quien llevó la
receta a Mariano. Pero este, ni corto (sin dobles) ni perezoso, hizo suya la
brillante idea y nos mandó tremendo rapapolvo (que es como un polvo elevado a
la enésima potencia): la reforma laboral. Con la cual me ‘despido libremente’
deseándoles tengan todos un feliz ‘entierro’ (de la sardina). Y no desperdicien
la oportunidad, si se les presentase, que no hay nada como…
Finalizo.
Este año no iré a las Fallas, no sea que me den chucho. Lo mismo aprovecho esas
fechas para presentar un libro. Hasta luego.
¿No te lo dije? Ve a este enlace: http://www.laopinion.es/sucesos/2012/02/22/hombre-detenido-abusos-sexuales-indianos-palma/398230.html
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