Lo del
titular es un decir, porque sigo sin entenderlo demasiado y mucho menos
comprenderlo. Lo único que percibo, y tómalo como una continuación al post
anterior (pasado sábado), es que en este país anda (o vuela) mucho pájaro
suelto (menos mal que no les ha dado por ir en bandada). Y no va el sustantivo
pájaro (que se utiliza con frecuencia como adjetivo) en el sentido peyorativo
de la palabra (que también los hay), sino en estos otros que te transcribo del
diccionario: Hombre astuto y sagaz, que suele suscitar recelos; hombre que
sobresale o es especialista en una materia, particularmente en las de política;
hombre a quien por sus condiciones hay que tratar con cautela. Por supuesto, o
mujer, que tanto monta.
Estuve
escuchando a la vicepresidenta y los dos ministros (rueda de prensa posterior
al consejo del viernes último; bueno, de dolores, como todos) y bien poco pude
sacar en claro. Mejor, cada vez lo tengo (tenemos) más oscuro. Chiquito
porvenir, que decía la abuela. La pobre se murió y jamás pudo vislumbrar al
susodicho (porvenir).
Como nadie
(de los de arriba) sabía nada de los entresijos en Bankia, tuvieron que ser los
periodistas (menos mal que van yendo directamente al meollo de la cuestión) los
que incidieran en cuánto nos va a suponer esta nueva broma financiera. Porque a
este paso acabaremos más ahogados que ese ayuntamiento de Guadalajara que
deberá estar unos siete mil años (mes arriba, mes abajo) devolviendo el dinero
que pidió prestado. Como los bancos (y cajas) dejaron de serlo para dedicarse
al noble oficio de acumular ingentes cantidades de bienes inmobiliarios que no
valen un carajo (y a perdonar la
expresividad), resultará que los cuatro euros que ahorramos con tanto
sacrificio van a pender de un hilo porque lo mismo les hace falta para
compensar tanto activo ‘de mierda’ (ellos los denominan malos). O, si no, para
pagar espléndidamente los sacrificios y abnegaciones de Rato y compañía.
Se calcula
que, en principio, para ir haciendo boca, deberemos desviar unos 7.000 millones
de euros (un préstamo, repiten hasta la saciedad). Pero el papá Estado ya había
‘prestado’ otros 4.500 millones hace dos años (regalo de bodas cuando la unión
matrimonial de Bancaja y Caja Madrid). En total, son 11.500 millones; más que
todo el hachazo en educación y sanidad (10.000 millones), casi seis veces más
que los recortes en Ciencia e I+D (2.000 millones), tres veces lo que se ahorró
con la bajada de sueldos de los funcionarios (4.000 millones) o más de siete
veces lo que se recortó al congelar las pensiones (1.500 millones).
Decían,
alegaban, manifestaban (los mandamases de Bankia) que la entidad estaba
valorada en unos 13.000 millones de euros. Según sus cuentas, claro (ya se sabe
que el papel aguanta lo que le echen). Tras el periplo bursátil (desde julio de
2011) en el que las cotizaciones descendieron en proporción directa al
(des)crédito de Mariano Rajoy en las encuestas del CIS, ahora mismo su tasación
apenas alcanza los 4.600 millones de euros, un
tercio de lo que el Estado tendrá que poner para reflotarla a ella y a su
matriz, el BFA (Banco Financiero y de Ahorros), que es una especie de banco
malo donde el genio financiero de Rodrigo Rato –aconsejado por MAFO (Miguel
Ángel Fernández Ordóñez, gobernador del Banco de España)– dejó toda la basura
del ladrillo para ver si así podía aguantar. En ese almacén nuclear se guardan
30.000 millones en activos tóxicos, un 3% del PIB nacional o todo el recorte
del gasto público de este año. Dentro de esa cifra hay también 5.000 millones en
suelo, un patrimonio que se ha devaluado aún más. Es obvio que el dinero
público prestado difícilmente va a regresar.
No obstante,
y muy a pesar nuestro, Rodrigo Rato –que ya debió gastar la calderilla que
obtuvo tras su paso por el FMI (Fondo Monetario Internacional), organismo del
que fue director gerente– percibió ‘solo’ 2,34 millones de euros (es lo que
cobró el año pasado (más el variable) por su excelente gestión) y súmenle el
pequeño complemento indemnizatorio de 1,2 millones más por mandarse a mudar de
la dirección de Bankia y dejarnos las deudas del embolado para que las fuéramos
pagando en cómodos plazos. Tal módica cantidad (lo que cobró en 2011) equivale a 260 salarios mínimos
interprofesionales. Es decir, un trabajador que cobre el SMI (salario mínimo
interprofesional) tardaría dos siglos y seis décadas en ganar lo que Rato se
levantó en 2011.
Pero no
debemos enfadarnos por eso. Al contrario, tendremos que estar profundamente
agradecidos porque el sustituto como presidente de Bankia, José Ignacio
Goirigolzarri, se llevó 68,7 millones de
euros, tras jubilarse con 55 años del BBVA. Para que un empleado con el SMI
pudiese cobrar una cantidad así, necesitaría 7.600 años de trabajo.
¿Tú no estás
mareado si te has atrevido leer esta entrada hasta este final? ¿Basta con
indignarse –y manifestarlo abiertamente– o es menester concretar acciones? ¿No
te da la impresión de que somos unos peleles en manos de una pandilla de
golf-istas? Otro día te explico lo de las pelotas y los palos. ¿Títeres,
gorgoritos, marionetas modernos, sin hilos sino con mando a distancia? ¿Crees
que así, con estos cabreos, se me puede cerrar la raja que me hicieron hace
tres semanas para destupirme la uretra? En las próximas me presento. Compensaré
la edad con un cúmulo de experiencias. Pero esta vez voy a cobrar bien. Con una
de prueba ya hay bastante. ¡Ah!, me olvidaba, no soporto a doña Soraya Sáez de
Santamaría cuando entra a la sala de las ruedas de prensa, tras las reuniones
ministeriales, con esa sonrisa de ‘la que se les viene encima’. No le pido que
llore, como hizo la ministra italiana, pero que disimule, que no estamos para
euforias.
Bueno, mañana
es San Isidro. Lo mismo si vienen al Realejo se llevan puesto un vaso de vino y
un cacho de carne, porque será la romería chica. Sean moderadamente felices. Y
si beben…
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