En el post
del pasado sábado comentábamos –ahora lo voy a expresar como debí hacerlo desde
aquel entonces– la desfachatez, que no error, del concejal popular portuense
Luis Miguel Rodríguez por el gasto descomunal ocasionado en el abuso del móvil
que el ayuntamiento puso a su disposición para resolver, se supone, asuntos
oficiales. Y como el edil ostenta la responsabilidad, entre otras, del Empleo,
flaco favor está haciendo con su actitud a los que hoy las están pasando
canutas.
Da la
impresión, y a los hechos me remito, de que al mentado político le encanta
estar en el ojo del huracán. Habrá pensado aquello de que hablen de mí, aunque
sea para ponerme a caer de un burro. Pues como los incidentes no le van a
suponer merma alguna en sus ingresos –la teta del Penitente aún tiene algo que
exprimir–, pensará con reiteración que ande yo caliente, siga en el paro la
gente.
Lo peor de
los procederes de estos sujetos es que al creerse protegidos por
(in)determinados medios de comunicación –que tiempo ha, depende del viento,
estimaban todo lo contrario–, parecen hallarse atribuidos de la patente de
corso pertinente. Craso error, pues como decía mi padre hoy las piedras ruedan
para allá, pero mañana volverán. Y lo triste es que habiendo sufrido en
propias carnes tristes experiencias en el pasado inmediato, ahora, merced a las
adulaciones interesadas de rigor, creen sentirse legitimados para justificar
fechorías de tal porte. A las que ni siquiera los intentos de justificaciones
peregrinas (no me di cuenta y me quedé enchufado permanentemente a Internet o
te lo traduzco: me despisté; jo, macho, qué jeta, que se busque otro abogado
que lo defienda) pueden dar carta de naturaleza.
Marcos Brito
permanece callado, no sea que después le toque a Juan Carlos Marrero. Pero como
es más importante sostenerse en el machito, que los aires marinos se encarguen
de disipar estas corrientes adversas. Qué pena, estima este realejero, para una
ciudad que está necesitada de una profunda limpieza, de un cambio radical en
los quehaceres públicos, de un ‘destierro’ inmediato de aquellos que solo saben
causar daño a una población abierta y cosmopolita que contempla atónita este
tipo de espectáculos. Que se vayan para el Caribe a dar con otro elemento del
ayuntamiento de Arrecife y al que también le mola el móvil. Paga tú, que a mí
me da vergüenza.
El concejal
popular, fiel seguidor de la teoría del ‘y tú más’, cree salvar su
responsabilidad, que no honorabilidad, tirando barro a la pared. Es la vieja táctica
de poner al máximo el ventilador y que tanto se practica desde una de las
márgenes del Barranco de San Felipe, casi justo en su desembocadura. Acción que
es aplaudida semanalmente por aquellos mentores que creen hallarse a salvo de
las quemas incontroladas. Ingenuos, tiempo al tiempo. Oswaldo les puede dar
norte.
¿A cuento de
qué, señor concejal de Recursos Humanos, Empleo y Seguridad, viene el arremeter
contra su colega Jaime Coello, si la ‘denuncia’ por sus excesos telefónicos
partió de la otra concejala de Vecinos por el Puerto hace ya varios meses? En
aquel entonces lo silenció (¿a ver si caía la breva?) y ahora lanza un
furibundo ataque que solo lo sostiene el equipo del actual pacto por razones
más que evidentes. ¿Sintió pánico o temor sobredimensionado si se atrevía a
cuestionar la labor opositora de Yaiza? ¿Guardaba en su fuero interno algún
tipo pretérito de prejuicio? ¿Quiso esperar en la bajadita a Jaime, algo que se
estila en sus foros, con leísmo incluido, y sé lo que me digo? ¿Por qué no
acude a donde tan bien lo reciben –ahora– y declara que esa formación política,
que le reprocha su dependencia y adicción telefónicas, ha renunciado a lo que
legalmente le corresponde y ha destinado varios miles de euros (casi tantos
como los que usted se despalilla) a políticas de bienestar social? No, como
fiel correligionario de Mariano, todavía queda dinero para Rato.
Como presumo
de tener amigos en bastantes sitios y lugares, de todas las ideologías y
creencias –muy a su pesar, me imagino, también en el PP–, y tengo bastante
información al respecto, si le apetece otro día hablamos (o escribimos) de lo
que usted alegremente utiliza para defenderse –líbreme el demonio de verme en
litigios de picapleitos–, como puede ser los viajes a San Petersburgo
(pregúntale a Lola y ella te puede dar todo lujo de detalles) y el tema de una
funcionaria interina, casualmente mujer de Jaime, y que lleva en el
ayuntamiento no tanto tiempo como el actual alcalde, pero algunos más que los
que accedieron al Consistorio (como concejales) en las elecciones de 2007. Qué
memoria más olvidadiza portan los cerebros de ciertos especímenes.
Como me
inmiscuí subrepticiamente en territorios conectados con ese vasto campo de la
información, un buen día de estos tendré que acercarme –con la escritura, por
supuesto– hasta Radio Realejos, emisora pública y, por lo tanto, sostenida con
mis impuestos, en la que, entiendo, se siguen reproduciendo esquemas y
comportamientos no acordes con los fines
y objetivos que se le presuponen a un medio de comunicación de tales
características. Que se halla desaprovechada en grado superlativo, pues cuenta
con el personal suficiente como para mantener una programación diferente, con
una espectro mucho más amplio (también en horarios). No sé a qué espera el
Consejo de Administración para proceder a una ordenación más racional. Aun
reconociendo que detrás de unos minutos de emisión puede haber otros muchos de
planificación previa, no acabamos de entender los oyentes cómo con una hora
matinal en antena se puede justificar la labor de sus trabajadores. Máxime
cuando las llamadas telefónicas son harto frecuentes. Y ya que estoy subido en
el carro, rogarle a quien tenga poder ejecutivo en esa ’empresa pública’ que se
exija la debida profesionalidad a quienes siguen sin saber separar las churras
de las merinas. Si se tratara de una empresa privada, libre será para definir
su línea de actuación, pero no puedo admitir, mero ejemplo, que un supuesto
entrevistador (que emite opinión en cada una de sus preguntas y se permite el
lujo de acotar respuestas) pretenda llevar la voz cantante en un género
periodístico en el que el único protagonista es –debe ser– el entrevistado. Tan
elemental como el sentido común. Que cada vez, para más inri, es menos común. Y
a todo lo escrito me remito.
Bueno, los
dejo; estoy esperando una llamada de cierta operadora de telefonía. Creo que me
van a regalar un móvil de última generación. Qué ilusión. Luego pasaré por la Avenida de Canarias para
hablar con Manolo. Lo mismo el ayuntamiento –el mío– tiene alguna oferta de
mantenimiento.
Volvemos
mañana, si la justicia no dicta lo contrario.
En la prensa de hoy aparece la información de que, por lo visto, ya se había percatado del gasto excesivo todo el equipo de gobierno, en especial Marcos y Sebastián (los errores se pagan y hay que devolver). Qué casualidad. Y yo añado: y después de que vuelva hasta el último céntimo a las arcas municipales, dimisión y para casa a gastar el fijo (¿tendrás tarifa plana, no?). Mientras, Sandra y Lope callados, postura mucho más inteligente.
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