La pasada
semana hubo trabajo intensivo en el ayuntamiento realejero: sesiones plenarias,
ordinaria y extraordinaria, el jueves y viernes, respectivamente. De la
primera, mañana comentaremos el rechazo del Partido Popular, y con la
abstención del Coalición Canaria (uno de sus miembros se fue en ese instante al
cuarto de baño por un repentino retortijón que le facilitó evitar el compromiso
de una definición pública), de una propuesta socialista (a la que se adhirió el
representante de Izquierda Unida) para institucionalizar la ceremonia civil de
bienvenida a los nuevos ciudadanos. No sé qué miedo, que temor existe. Los
católicos, y otras confesiones religiosas, seguirán con sus ritos de siempre.
¿O acaso, en el fondo, lo que subyace es pánico a perder clientela?
Pero hoy nos
vamos a centrar en otro asunto que para mucha gente pasa desapercibido o no se le
presta la mayor atención, pero que para un servidor constituye una total falta
de respeto por parte del grupo de gobierno del Consistorio. Una cachetada sin precedentes
al propio sistema democrático. Al mismo que los puso allí para regir los
destinos del pueblo, pero que al mismo tiempo señaló que otros diez concejales
representaban un considerable porcentaje de votantes.
Ha elaborado
el PP dos proyectos de presupuestos municipales. Y en las dos ocasiones,
idéntica ocurrencia: convocar una rueda de prensa para dar a conocer los
detalles de los mismos y siempre en la mañana del día en que se debatirán en
sesión plenaria. O dicho de otro modo: por mucho que discutamos esta noche,
aunque nos presenten alternativas, modificaciones puntuales o nos regalen un
saco lleno de euros, los presupuestos son estos, y punto.
No me
extrañaría que la moda proceda de los propios periodistas con el ánimo de que
la información tenga cabida en sus respectivos medios el día siguiente. Como la
reunión es por la noche, les imposibilita, por premuras de cierre, que se pueda
plasmar hasta dos días después. O, lo que sería aún peor, que el PP considere
que el valor del trabajo de los tres grupos de la oposición tenga el mismo importe
que un billete de dos euros. Lo que significaría una absoluta desconsideración
hacia quienes también pueden aportar soluciones y cuyo trabajo es mucho más
complicado al no disponer de los recursos de los que gozan los concejales
populares (liberados y con asesores a su disposición; y sin recortes: viva la
ejemplaridad).
Creo que los
populares realejeros están cayendo en idéntico pecado que sus correligionarios
nacionales. Una imagen pública de no haber roto un cristal (y cuando escasean
los fundamentos, ya se sabe, la herencia recibida) –valga el ejemplo de la
portavoz Soraya, allá; aquí el populismo barato, besos incluidos, de Manolo–, y
adentro, en los fogones, donde se cocina todo: yo me lo guiso, yo me lo como.
Aparte que
eso significa obviar a más de la mitad de la población que se manifestó en unas
elecciones, es una táctica equivocada. Entre otras cosas porque la capacidad de
gestión les permitirá siempre ‘rentabilizar’ las buenas ideas que los otros
puedan aportar. Estas cachetadas a nada conducen. Si acaso al enconamiento del
que el pueblo no obtendrá beneficio alguno. Al alcalde le puede estar pasando
factura el trabajo que requiere su cargo
orgánico insular. Y Adolfo corre el peligro de cometer el mismo pecado. Y sin
dejar de reconocer que se hacen cosas, no está de más escuchar y aceptar
consejos. Porque al final, puede que haya menos lamentos por parte de todos y,
en definitiva, saldremos todos los contribuyentes beneficiados, que deberíamos
ser, siempre, los auténticos protagonistas de esta película.
Y ahora,
utilizando uno de los tópicos mayores en periodismo, en otro orden de cosas,
alegrarme por el incremento en el área de cultura; todo lo contrario de lo que
ocurre en la Comunidad,
donde es considerada la cenicienta de los Presupuestos. Mi explicación es
simple: el que manda, manda.
Para otra
muestra de quién corta el bacalao, este desmentido del Gobierno canario que
niega que los gerentes cobren más que el Presidente. Faltaría más, Paulino, el
que vale, vale; y el que no, como yo, para maestro de escuela.
Muchacho,
tenía pensado escribir de la promesa que le quedaba a Mariano Rajoy y que el
pasado viernes enterró junto a las otras, pero creo que lo voy a dejar para
pasado mañana. Así tengo más tiempo para meditarlo. Y digerirlo, que soy un
implicado (que no presunto).
Y acabo.
Cuando uno lee que el Supremo investiga a un senador canario por malos tratos a
su exmujer, se queda patidifuso. Cuando descubre que es don Francisco Borja
Benítez de Lugo, se extraña. Y cuando le pone el cuño del Partido Popular, se
pregunta: ¿Cómo es posible que un católico haga estas cosas? ¿Y a su exmujer?
Si abominan del divorcio y son más castos que el tal San José.
¿Llegaste
hasta aquí? Felicidades y gracias. No te pierdas la de mañana, casi en la misma
línea con el último párrafo de hoy. Lo dicho, hasta entonces.
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