Me preguntan
que cómo puedo vivir si él. Que cómo soy capaz de resistir tentaciones. Que
cómo me echo a caminar por esas veredas sin que vaya conmigo. Que cómo me las
arreglo para comunicarme con la gente. Que cómo mato el tiempo en los ratos de
asueto. Que cómo me entero de la marcha de la economía. Que cómo sé los
resultados de las competiciones deportivas…
Sí,
sobrevivo. Pero también vivo. Sin sobresaltos, sin sonidos estridentes que me
saquen de los ensimismamientos, sin vibraciones. Yo, cuando conduzco, díjome
una, lo llevo entre los muslos para sentir… Para, no sigas, insensata, qué
osadía, qué falta de recato…
Amigos y
estimados todos: Tengo 65 años. Este curso académico concluido ha sido el
quinto del nuevo acontecer vital, a saber, la jubilación. He tenido la
oportunidad, a lo largo de mi etapa laboral, de soportar varios cambios
legislativos relacionados con la educación y la enseñanza. He sido capaz de
irme adaptando a los adelantos que iban marcando las nuevas tecnologías. He
pasado del manuscrito total al disco duro capaz de guardar hasta lo que no está
inventado. De la pluma y el tintero, al cómodo y útil bolígrafo, pasando por la
máquina de escribir (una mejora que creíamos insuperable).
Nos fuimos
adaptando a lo que la modernidad imponía. Y cuando llegó el primer ordenador a
la escuela nos mostramos reacios porque aquel intruso invadía demasiadas
intimidades. La aparición de Internet fue un choque brutal con las
inteligencias de andar por casa.
Derivamos
nuestras actuaciones y nos mostramos abiertos pues atisbamos posibilidades de
avance. Y aun con los dos dedos (índices) con que dimos nuestros primeros pasos
en aquellas Olivetti de carro largo que nos sacaron de apuros en las famosas
‘sábanas’ con las que la
Consejería (antes, el Ministerio) nos deleitaba cada curso,
seguimos por los vericuetos de teclados mucho más sofisticados.
Pero todo
tiene un límite. Y Jesús se lo marcó desde la aparición de artilugios que sin
cables (cosas del demonio) eran capaces de trasladar conversaciones a los otros
confines de la Tierra. Permaneció
fiel a la promesa y te juro que no malvive. Se mantiene. Le basta con el
conjunto descentralizado de redes de comunicación interconectadas que utilizan
la familia de protocolos TCP/IP, lo cual garantiza que las redes físicas heterogéneas
que la componen funcionen como una red lógica única, de alcance mundial. ¿Lo
han comprobado, no? Sí, soy adicto a Internet. Lo confieso. Y a la par digo que
me ha servido de bastante. El manejo adecuado de la herramienta supone una
ayuda inconmensurable.
El blog este
que lees ahora mismo y los perfiles o cuentas de Facebook y Twitter son instrumentos
debidamente atendidos desde mi viejo, casi obsoleto ordenador. Tanto que sigue
con un sistema operativo (Windows XP) que se halla como un servidor: jubilado.
Con una memoria RAM que como abra el Photoshop para retocar una foto me puedo
ir a La Gomera
un par de semanas y cuando retorne lo mismo ya consiguió abrirla. Pero como la
prisa ya no me agobia, aquí sigo. Y de mis andanzas, tú, estimado seguidor,
fisgoneador o como te consideres, eres testigo directo. Como yo no te cuento
qué tiempo he dedicado a esta entrada, por ejemplo, lo mismo llegas a pensar
que dispongo de un cachivache estilo Regreso al futuro.
Pero móvil,
no. Esclavitudes ya tengo bastantes. ¿Que es necesario? No lo pongo en duda.
Pero que hay un demasiado de novelería, tampoco. ¿Te has fijado en los que
esperan la guagua? ¿Y en los que van por los pasillos de cualquier zona
comercial? ¿Y en los tres chicos con los que te tropiezas mientras das una
caminata y van muertos de risa cada uno delante de su pantalla sin haber
cruzado una palabra desde que se encontraron varios kilómetros antes? ¿Y en el
tolete que llama a la parienta (o novia, o conocida, o amiga íntima o no) y
esta al tiempo que le responde le abana con la mano porque está a cinco metros
delante de él? ¿O al imbécil que llama a la madre para que le abra la puerta
porque se olvidó de las llaves en lugar de tocar en la susodicha como se ha
hecho toda la vida? ¿O al guanajo que incordia las 24 horas del día porque
consiguió una oferta inmejorable? Y todos, fieles seguidores del darwinismo,
contribuyendo a la evolución de las especies con el desarrollo de los dedos
pulgares.
Me niego a
fomentar la idiotez. Pienso, asimismo, en los selfies. Y a ti que intentarás rebatir esta postura, te invito a
recapacitar unos minutos y te propongo que anotes cada día en qué número de
usos del aparatejo te has excedido, que no hubieses muerto de no haberlo hecho.
Me apuesto que en más del 90% de los casos. Si en mi particular soy capaz de
suprimir el 100% de lo que tú lo ejercitas y sigo tan campante, ¿cómo es
posible que el abuso se haya convertido en regla? Las operadoras se frotan las
manos y no se recatan en poner en práctica campañas de acoso, ya que saben que
el personal es demasiado goloso. Casi, casi, casi me atrevería a pensar que
tonto.
El acomodo y
el vicio juegan a favor de los que obtienen dividendos. Aunque esta es una
guerra que tengo perdida. Seguiré no entendiendo a los que se les cuelga el
Whatsaap y a los quince segundos ya lanzan preguntas en demanda de respuestas
urgentes porque les puede el mono. Cuando leo propuestas para no poner gasolina
en tal o cual distribuidora, me apeno por no ser capaces de enmudecer a las
Jazztel, Vodafone, Orange, Movistar, Yoigo, Simyo, Mas, Blue… durante al menos
medio día.
Sí, no tengo
móvil. Y a mucha honra. En vez de hacerme un monumento, el calificativo más
cariñoso que me he ganado tras la lectura de hoy es la de gilipollas.
Muchísimas gracias y hasta mañana.
Resetea: No puedo vivir sin ti. Contigo
al fin del mundo. Hasta que la muerte nos separe (salvo que encuentre otro
mejor)… Mira tú el bobo este, perdiendo el tiempo con la escritura.
Cultivándose a la antigua usanza. Anacrónico, vetusto, arcaico, carca, pureta,
provecto…
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