De entrada
(como el referéndum de la OTAN en los tiempos de Felipe González), no me
convence la denominación. Porque da la impresión de tratarse de unos remiendos.
Y Puerto de la Cruz demanda un tratamiento más intensivo. Basta con darse una
vuelta y contemplar los notables deterioros existentes. O sumar los descensos
poblacionales en los municipios de sus alrededores. Siendo este último aspecto
el verdadero termómetro de cómo languidece la otrora joya de la corona.
Muchos años
(décadas, sin duda) llevamos con la canción de los lamentos. A quienes se les
presupone la capacidad de gestionar, se entretienen con echarse los trastos a
la cabeza. Cabildo y ayuntamiento, responsables del “plan de choque”, siguen
sin hallar el botón de arranque. Me recuerda aquellos tiempos de los inicios
democráticos cuando la burocracia era tal que para mover una piedra en
cualquier camino había que rellenar una tonelada de papeles. Y ahora que los
organismos públicos presumen de haber disminuido hasta la mínima expresión el trámite
de los expedientes, la ciudad sigue sumida en el ostracismo.
Los políticos
parecen más preocupados en solventar sus problemas de partido antes que
dedicarse a echar a caminar una máquina que lleva demasiado tiempo parada. Para
que no les pase lo que a la moto de la policía, vivo ejemplo de una marcha a la
deriva. Lo mismo los embarcamos en una lancha y no alcanzan la bocana del
muelle. Y cuando no, para distraerse, recurren a los estribillos consabidos: y
tú más, las deudas contraídas, el despilfarro de las arcas o, simplemente, yo
soy más guapo que tú.
Me pregunto
si las visitas de Carlos Alonso han servido para algo. Del proyecto de
acondicionamiento del litoral (Parque Marítimo) se habla un mes y se silencia
durante semestres. Las mociones de censura, puestas de moda por Marcos Brito
(q.e.p.d.), y los sucesivos pactos de gobierno solo han venido a poner de
manifiesto que gobernar (gestionar adecuadamente los dineros) no consiste en
llenar el edificio de El Penitente de cargos públicos (y sus pertinentes
etiquetas o adhesivos). Porque si el éxito de un mandato se traduce en haber
disminuido la supuesta deuda, mientras las infraestructuras urbanas se caen a
pedazos, prefiero pagar préstamos si las condiciones de habitabilidad son
reconocidas y puestas en valor por propios y extraños.
Coalición
Canaria, sumergida en la cicatrización de las heridas internas, no es capaz de
capitanear la nave porque para ello es menester estabilidad emocional. Y ya se
encarga Román, y su campaña intensiva de puertas abiertas, de que así no sea
para beneficio de sus huestes. Y es que todos quieren salvar el desaguisado,
pero primero toca lo nuestro, el reparto.
El Partido
Popular mira más hacia los altos (Los Realejos) que a la marea. Hay que
redistribuir el personal. Y Manolo tiene las llaves de la moto. Como el alisio
no está aportando aires frescos sino que la calima es cada vez más espesa, los
móviles echan chispas en forma de ondas electromagnéticas. Los dobletes
(tripletes si les añadimos los orgánicos) proliferarán. Se trata de ganar
adeptos que aporten votos para los entes supramunicipales. Luego, cuando
depositemos traseros en poltronas más mullidas, ya se verá.
Así pasan
cuatro, ocho, doce años. Las intrigas palaciegas pueden más, mucho más que las
demandas ciudadanas. Ya habrá tiempo de acallar voces críticas con los piches
preelectorales. Alcanzamos tal grado de paroxismo que Clavijo, imputado hasta
la médula, aupándose al caballo ganador que esta ley electoral infame le
brinda, se permite el lujo de plantear un nuevo pacto (con el PP) porque los
socialistas pueden readmitir a los expulsados consejeros palmeros. Es el colmo
y el cinismo que se mezclan en el almirez (por lo del mojo de aquella isla) de
doña Guadalupe. Con la que firmaremos un convenio para el enlace marítimo de
este Norte con aquel Este.
Aurelio Abreu
encabezará la lista de PSC al Cabildo tinerfeño. Manuel Domínguez (ya mi pueblo
se le quedó pequeño y quiere ampliar su campo de besuqueos) hará lo propio en
el PP. Carlos Alonso (CC) guarda vínculos familiares con estos contornos. Por
consiguiente (ya que nombré a Felipe antes), no se preocupen. Con esta tropa de
“norteños”, Puerto de la Cruz sufrirá en este próximo mandato una
transformación de tal calibre que no lo va a conocer ni la mismísima madre.
Serán tantos los planes de choque que se acometerán en los ocho kilómetros
cuadrados… Me lo estoy imaginando:
Bajo por El
Burgado. Las cuatro ventanillas del coche abiertas de par en par. Desde Los
Lavaderos ascienden las brisas puras que el océano emana cuando las olas
salpican en los bajos del Maritim. Los amplios jardines de la depuradora se
confunden con los del Loro Parque. Es de noche, pero no lo aparenta por el
apoteósico alumbrado de la vía de circunvalación. Llueve con cierta intensidad.
El charco casi alcanza el terrero de luchas. Las intermitencias cerúleas de las
unidades policiales autonómicas (qué bonito, blanco, azul y amarillo se
confunden con el brillo…).
Lo dicho, en
2019 Puerto de la Cruz estará flamante. Habrá valido la pena el martirio de
tanto choque. Y el Valle, en general, adquirirá el peso específico que le
corresponde en el contexto insular. Desde ya propongo que se estudie en
profundidad la propuesta de un único municipio: Valle de Taoro. Ya hay dos
votos incondicionales, el de Evaristo y el mío.
Me voy a dar
una vuelta. Como el enlace de Pepillo y Juanillo a Facebook (sigo sin saber
escribir face) y Twitter me está causando grandes problemas mañaneros, tendré
que romper mi promesa y volver a dejar programadas estas entradas por la noche.
A ver.
Hasta mañana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario