Pasado el
terremoto habido en la explanada del muelle al minuto siguiente de haber
emitido su veredicto el jurado del Concurso de Murgas del Norte, y dado que las
sentencias se acatan aunque no se compartan, nada mejor que cambiar de tema y
comenzar a retomar el asunto del proyecto del futuro puerto del Puerto. Aspecto
que no guarda relación directa con el carnaval, pero en el que mucha mascarita
intenta meter baza porque las elecciones se aproximan a pasos agigantados y hay
que rascar de donde sea.
Todos nos
convertimos en ingenieros y, aun a sabiendas de que no hay un euro en los
organismos públicos (salvo los consignados en el capítulo I) y los que
celosamente atesora mi ayuntamiento para el piche del Plan de Barrios (amén de
los posibles préstamos al Cabildo), nos lanzamos a la loca carrera (consigna
emitida desde unos cuartos –u octavos– de comunicación, privado y público,
respectivamente) de solicitar para las peñas isleñas el Rotterdam de esta parte
del Atlántico.
Mi alcalde,
por ejemplo, se suma al desmedido afán crucerístico y nada me extrañaría que
llamara a José Vicente para rescatar aquella idea de convertir la Bahía de Los Roques en
plataforma intercontinental. Nada me sorprende. En campaña (ya es de sesión
continua) todo parece estar permitido. Y algunos siguen convencidos de que la
culminación de este proyecto (década de los treinta del presente siglo al paso
que vamos) va a ser la panacea que saque a Puerto de la Cruz del profundo hoyo
(el 18). Ilusos.
Un enlace con
La Palma (y por
qué no de Garachico que está más cerca), seis mil turistas alongados a las
quince cubiertas del Oasis of the Seas y lanzando una sonora exclamación ante
el inmenso panorama de un Valle… Chacho, parece que los estoy viendo como
siguen bañándose en las piscinas climatizadas, jugando en el mini-golf. Mejor,
bajen de la nube, arreglen las calles, limpien las basuras, dejen los paseos
expeditos, acondicionen los senderos, solucionen el alcantarillado, disipen los
olores de la depuradora, concluyan las obras del Botánico…
Estas
veleidades son idénticas a las ventas promocionales de las ferias de turismo.
Verbigracia, Fitur. Cada pueblo se lanza a la aventura de vender sus
excelencias. Como si la isla fuera tan grande como para permitir encerrarlos en
una parcelita limitada por altas paredes muy difíciles de traspasar. Este afán
de mirarse el ombligo nos ha conducido a este mal vivir. Y el interés
protagonista de Manolo Domínguez me recuerda al que desde siempre alardeó Isaac
Valencia. Todos queremos al Puerto, pero nadie ha movido un dedo para salvarla.
Lo más triste
es que estas situaciones deberían corresponderse con unas arcas públicas bien
dotadas. La falta de infraestructuras significará que no ha habido inversión.
Pero es todo lo contrario. La visión de los gobernantes ha debido llevarse a
cabo con otros ojos. Porque harto conocido es el escenario que se retrata en la
caja de caudales de El Penitente, con más telarañas que las de cualquier cómic.
Así que, para
matar el rato y no amargarme con tanto iluminado, me dediqué a husmear para que
ante esa inminente realidad me halle debidamente familiarizado con los buques
que nos van a visitar cada semana (que se joda Santa Cruz, con mis excusas). Y
obvio, por archiconocidos, los ‘huevos fritos’ de la naviera interinsular que
rescataremos de Los Cristianos (que se jodan también, con mis excusas
nuevamente).
Puede que
este artículo se haya pergeñado con motivo de una conversa en La Guancha
(cumpleaños de mi nieta) habida con un capitán de otra compañía que opera por
estos lares. Y uno, siempre con la oreja atenta, procura aprender de aquí y de
allá. No, no lo tomen como una ironía. Ni me tilden de trapasero. Intento ser
siempre muy escrupuloso cuando me siento ante el teclado.
Y vamos con
lo que en principio tenía pensado:
“Las ventajas
que ofrece viajar en un barco de cruceros ha permitido que en los últimos años
este tipo de turismo haya experimentado un gran crecimiento en todo el mundo.
La posibilidad de visitar varios destinos mientras se viaja en un medio de
transporte repleto de comodidades constituye el gran atractivo de este tipo de
buques considerados auténticas ciudades flotantes”. (Blog Fieras
de la ingeniería)
¿Leíste bien,
no? Un medio de transporte repleto de comodidades. Son más los que no se bajan
que los que sí lo hacen. Porque allí tienen de todo. Cuidado, no digo yo que
vaya a ser malo que vengan estos hoteles que navegan repletos de turistas.
Faltaría más. Pero no puede haber cuarenta y tantos chiringuitos en Canarias.
Cada uno con un grupo folclórico cantando unos estribillos de isa y repartiendo
una flor a las damas y un puro a los caballeros. Y en los días de panza de
burro, una churrería (con chocolate) a pie de escalerilla. Seamos serios.
Mejor, zapatero a tus zapatos.
(Seguiremos mañana)
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