Un matón es
un hombre jactancioso y pendenciero, que procura intimidar a los demás. Se dice
de quien se jacta, y también de las actitudes, acciones y dichos con que lo
hace. Dicho de una persona: Alabarse excesiva y presuntuosamente, con
fundamento o sin él y aun de acciones criminales o vergonzosas.
Como has
podido deducir, el párrafo anterior es copiado literalmente del diccionario. Un
libro (algo así como una guía telefónica, pero con más detalles) que nos da
cuenta de las voces de una lengua. Lo malo es que algunos creen que la lengua
es solo otra cosa. Y que sirve solo para otra cosa: para disparar.
De uno de
ellos (me refiero a los diccionarios, que no a los lenguaraces y jamás
lingüistas), enfocado hacia el sector estudiantil) copio: “Si no se encara a
él, desde un principio, con rigor y seguridad, corre el riego, peligroso
riesgo, de un conocimiento por aproximación, a tentones, sin diana certera, lo
que sin duda alguna, es minusvalía notoria”.
Cuando uno
crece, cree sabérselo todo. Más en unas profesiones que en otras. Y ese fue
tema de conversación en estos últimos días en algunos de los ámbitos en los que
me he movido. Porque hay individuos que se dotan de armas que ellos entienden
invencibles. Y se apoderan de valías que ni poseen ni que jamás podrán
alcanzar. Pero la vida, su vida, se compone de un complicado bagaje de
complejos (Conjuntos de ideas, emociones y tendencias
generalmente reprimidas y asociadas a experiencias del sujeto, que perturban su
comportamiento.) que intentan ser combatidos con reacciones bien dispares. En ejemplos
bien concretos, el remordimiento de avatares familiares les ha podido hasta tal
extremo que han desembocado en auténticos casos de paranoia, dignos de
profundos estudios psiquiátricos.
Estos individuos, debido a la presión de sus propias obsesiones,
alcanzan cotas tan aberrantes que se dotan de mecanismos de persuasión con los
que combatir su manifiesta inferioridad. Y atisban en la extorsión (Amenaza
de pública difamación o daño semejante que se hace contra alguien, a fin de
obtener de él dinero u otro provecho. Presión que, mediante
amenazas, se ejerce sobre alguien para obligarle a obrar en determinado
sentido.) el artilugio con el que intimidar a sus enemigos. Y buscan concretar
sus dianas en aquellos que su perversa mente intuya puedan ser cortapisas a un
quehacer siniestro y retorcido.
Pasadas las
elecciones municipales y conformados los respectivos ayuntamientos, ha
comenzado la caza indiscriminada. El derecho constitucional a la información (se
olvidan de lo de veraz) y a expresar libremente pensamientos, ideas y opiniones
es interpretado de manera tan sui géneris como arpía. Que se convierte en mío
pero jamás en tuyo. Que me permite calificarte de la forma más ignominiosa
(innoble, infame, vil) posible y que descarta la reciprocidad por principios
(de matón, claro). O me das o te doy. O entras por aquí o te doy por allí. En
todos los sentidos. También en el más procaz.
Suelen
rodearse estos sujetos de comparsas. Porque deben dar cuenta ante la ‘opinión
pública’ de una superioridad que les viene conferida por el uso de sustancias
de dudoso proceder. Vamos, de la inhalación de gofio en polvo, mero ejemplo.
Pero esos aditamentos deberán ser suministrados por los que han entrado por el
aro. Y son, en suma, los que alimentan la rueda de fuego. A este paso, los
consistorios van a tener que especificar una nueva partida presupuestaria: la
del déjame tranquilo que yo te mantengo.
Por la ciudad
portuense se vuelve a recordar cierto episodio en el que se vio involucrado un
padre amargado por las actitudes y comportamientos de su torcido vástago. Los
viejos del lugar sostienen que, desgraciadamente, lo volvería a hacer en la
actualidad más reciente. Lo malo es que la obcecación puede más que el escaso
bagaje de memoria existente en las deterioradas neuronas. Son el producto de
las alucinaciones esbozadas antes.
Puede que en
otra ocasión comentemos, siquiera brevemente, aconteceres de pactos, alianzas,
gobiernos. ¿Los de El Penitente? Igualmente. Así como poder repasar la preparación
requerida para ostentar cargos públicos. Y de cómo unos ignorantes tildan de
analfabetos a otros. De cómo el contagio hace extrañas parejas de baile. De
cómo políticos altamente cualificados y capaces se prestan a juegos peligrosos.
Incluso, por qué no, nos sumergiremos en el Louvre para analizar la denominada
Victoria alada de Samotracia a este paso a dos milímetros de la Matanza de Srebrenica…
Cuídate,
Manolo. Los sanfermines siempre llegan el 7 de julio. Y San Martín (el de los
cerdos, sí), allá por noviembre. ¿Lo público? Presta atención a los cotos y a
los desdobles.
Hasta mañana.
Y a perdonar la tardanza de hoy lunes.
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