Algunos días
escribo en plan muy localista. Y aquellos que me leen allende los mares pueden
quedarse en treinta y tres. O más. Pienso que estas locuras de mente
calenturienta no van a traspasar los límites geográficos de Los Realejos y me
equivoco de manera rotunda. Afortunadamente. Pepillo y Juanillo (el blog) es
conocido hasta en la estepa siberiana.
No crean que
inicié el recorrido de hoy jueves con un canto de entrada a modo de alabanza
por lo bien que me va en esta andadura. Ni como una forma de congraciarme con
todos los ‘amigos populares’ que me han ido abandonando en la aventura de las
redes sociales. Aunque después, cuando ellos también se cansan de las malditas
directrices que rigen sus andares, vuelven a aceptarme para guiarse por mis
doctos consejos. Se habrán percatado de que procuro mantener una línea de
acción lo más recta posible. Y como algún exalumno hay, me conocen de tiempo
ha.
Ya que aludí
a directrices, me gustaría conocer si todos los curas de la diócesis nivariense
están de acuerdo con el señor obispo. Ha prohibido tajantemente que los
sacerdotes se suban al carro de casar en las playas. Los sacramentos deben
llevarse a cabo en los recintos sagrados. No sé qué opinará Francisco al
respecto. Pero uno, en contrapartida, debería exigir que fuera suprimida, ipso
facto, la religión de las escuelas estatales. Y repasando acontecimientos de
años idos, se comprueba que debido al arrimo permanente de la iglesia católica
a determinados sectores sociales (políticos y económicos), no siempre se ha actuado
con esta rigidez. Las condescendencias han proliferado hasta el punto de
anularse matrimonios por no haberse consumado. Eso se ha alegado. Ignoro quién
hizo la cata pertinente. Ya puestos, ¿por qué una procesión interrumpe el
tráfico si mi coche paga impuestos y los santos no? ¿Por qué desde las
instancias eclesiásticas no se presiona a los poderes judicial y ejecutivo para
que de una vez por todas se lleven a un lugar sagrado tantas y tantas víctimas
de conflictos y guerras cuyos cadáveres se hallan esparcidos por espacios
profanos (por utilizar un calificativo poco agresivo)?
No pensaba
apartarme un milímetro de segundo (¿o era no lo dudé?) de lo que tenía en mente
y ya voy por medio folio con una desviación tal que lo mismo no me enderecho,
sino caigo antes de maduro. Vamos a intentarlo:
Las
instituciones públicas, tras el resultado electoral del pasado mes de mayo,
siguen en el proceso de nombrar asesores. La verdad es que no me he leído la
legislación al respecto, pero confieso que tampoco tengo el más mínimo interés.
Las leyes se inventan para no ser cumplidas. Siempre habrá un resquicio por el
que colar lo que nos interese. Que no podemos liberar a todos los concejales,
les pagamos por asistir, o no, a una generosa cantidad de reuniones. Y todos contentos.
El Cabildo de
La Palma se
halla en ello. Hasta los castos de Podemos se han engolosinado. Aun en la
oposición cuentan con su adjunto. Que cuando nos subimos al machito, aparte de
mandar las opiniones antiguas a la papelera de reciclaje, da un gustito. Si te
fijas en los poseedores de la papeleta de la fortuna, son todos ellos
perdedores natos en los municipios de los que formaron parte de la candidatura
de sus respectivos partidos. En resumen, hay que buscar acomodo a los electos y
a los que el pueblo no quiso. Muestra inequívoca del respeto al voto ciudadano.
Uno no se
halla en condiciones de comparar. Pero tiene la impresión, tres décadas
después, de que los incrementos presupuestarios siempre siguen direcciones
similares en la mayoría de administraciones públicas: para engordar en capítulo
I en detrimento de otros, como el de inversiones. Parece no tener fin el afán
de colocar personal a dedo, mientras se desatienden incidencias cotidianas. Me
pica la curiosidad y me remuerdo la conciencia por no poder ser testigo de un
hecho inverosímil: ver a estas corporaciones gestionando un ayuntamiento con
aquellos presupuestos ridículos con los que se comenzó la andadura democrática.
Y se pasó de la nada al establecimiento de una sociedad digna en escaso tiempo,
sin que se perdiese el norte del progreso en batallas de cómo me lo dejaron.
Creo que no era solo cuestión de ópticas. Me inclino hacia condiciones de
actitud. A veces pienso, pero me sacudo, si no tuvimos la culpa de dar
nacimiento a una cultura acomodaticia, del tenerlo todo. Y son los políticos de
ahora un claro y evidente reflejo.
Ahí tenemos a
varias formaciones demandando la comparecencia parlamentaria de un ministro. El
del Interior, don Jorge Fernández Díaz. Quien estimó conveniente reunirse con
el señor Rodrigo Rato, a sabiendas de la que le está cayendo. Y que quedará en
nada, como ocurre con personajes de altas esferas porque los tribunales que han
de juzgarlos están formados por magistrados que han sido designados por cuotas
partidarias. Donde se impone la mayoría absoluta del PP. Con lo que las
sentencias van en función de agradecimientos.
Tras insistir
en la petición por activa y por pasiva con el mutismo absoluto (agosto se
presta para la inactividad y la holganza) del Gobierno, se descuelga el
ministro con la solicitud de comparecencia voluntaria. ¿Falta de respeto? No,
directamente tomadura de pelo. Son de otro mundo.
Acaba de
pasar una perseida y pedí el pertinente deseo. Por si acaso. Me maravilla este
tal San Lorenzo. Tiene lágrimas para dar y tomar. Y llora anualmente por la
misma época. Hasta mañana.
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