Pido
disculpas a Marco y María (o María y Marco) por no ser demasiado original a la
hora de elegir un título para este modesto comentario (como todos) de hoy
miércoles. Que pudo ser también Los Manolos. Porque nuestro dúo sabe cantar. Y
bien. Siempre temas de su mayor y mejor conveniencia. En las fiestas del pueblo
ya se está comentando si serán estrellas estelares con el consabido Amigos para
siempre.
–¿Qué pasa,
Jose, por dónde andas ahora?
En los
círculos reducidos, y esta llamada telefónica lo era por razones más obvias que
las ruinas de la Casona
de La Gorvorana, quería que se le tratara con el primer nombre de pila. Sin
tilde, llana, como la vida misma. Lo entendía más familiar, más de andar por
casa.
–Hombre,
Chiqui, aquí en Punta Cana, dando una vuelta con Wert. Ya sabes que se acaba de
volver a casar y para celebrar lo bien que nos viene el divorcio de puertas
adentro, le dije a Martinón si podía cambiar la invitación anual de Playa
Blanca…
–Ños, tío, te
envidio, de mayor quiero ser como tú.
–Sí, compruebo
que estás haciendo méritos. Ya me llegó la entrevista. Estoy orgulloso de tus
respuestas. Cada vez te me pareces más. Menos mal que se me ocurrió quitarme el
bigote.
A Manolo, el
segundo (por ahora), no le gustaba lo más mínimo que lo llamaran así. Pensaba
que lo trataban de una manera demasiado infantil. Y estimaba que eso cercenaba
su ascenso. Él quería subir la escalera directamente por tramos, de meseta a
meseta, nada de peldaño a peldaño como le habían aconsejado en el seno de su
familia.
–Oye, que me
dijo Carlos después de leer la última encuesta del CIS…
–Joder, cómo
la cocinamos, quedó mejor que la doble con vistas al mar en la que descanso
ahora mismo.
–Te decía que
Alonso me sugirió si no era posible aceptar una enmienda por colar otros 15 millones
con lo que nos aproximaríamos al 10%.
–Glu, glu,
glu…
–¿Cómo?
–Perdona,
Chiqui, es que me atraganté con el banana mama, que me empalaga bastante.
Claro, acostumbrado al daiquiri de toda la vida. Estoy pensando que el próximo
verano podríamos venir juntos. El Wert este está practicando francés como un
loco y tuve que aconsejarle que lo hiciera con su mujer. Yo, para la intimidad,
prefiero el sueco.
–¿Cómo?
–¿Qué me
preguntaste? ¡Ah!, sí, el incremento presupuestario del anillo…
–Sí, porque,
y perdona que te interrumpa…
–No te
preocupes lo más mínimo, para eso estamos. Plas, jódete, cabrón.
–¿Cómo?
–Un mosquito,
coño, que me traía frito, pero ese no vuelve a ser padre ‘más nunca’.
–¿Qué
piensas, entonces, Jose? Mira que esto es una llamada internacional y te estoy
llamando con el móvil del ayuntamiento.
–Ahora mismo contacto
con Pastor. Lo malo es que a Montoro se le siga ocurriendo bajar el IRPF.
–Haz todo lo
posible. Si logro alcanzar los 30 millones, la vicepresidencia del Cabildo no
me la quita nadie.
–Qué orgulloso
estoy de ti, Chiqui…
–Llámame
Manolo, Jose.
–Nosotros
somos aves de más altos vuelos, como los cóndores que otean el horizonte en las
cumbres de Los Andes. Hasta poético me siento en la suite.
–Pues sí, qué
quieres que te diga. Este ambiente pueblerino ya no me hace tilín. Cada día se
acrecientan los deseos de abrirme al mundo… y saber lo que es al fin la
libertad…
–Con esa voz,
con esa afinación, con ese tono sosegado y sostenido…
–Me sonrojas,
Jose.
–Dejémonos de
pollabobadas y… Vale, haré lo que pueda. Yo creo que se la podemos meter a
Mariano sin que se dé cuenta. Le daremos la vuelta a la tortilla con el ahorro
de Gorona… Dalo por hecho.
–Una última
cosa, Jose. Y corto por si la oposición investiga el gasto telefónico. ¿Y si el
año que viene nos vamos a cazar antílopes en el delta del Okavango? Que aquí no
hay ni conejos.
–Pues lo
mismo Grumasa piensa abrir algún hotel en Botsuana. Indagaré. Bueno, Chiqui,
perdón, Manolo, me pongo a ello.
–Gracias,
Jose, sabes que aquí tienes un puntal.
–Ja, ja, como
la publicidad de San Isidro: Eres un puntal. Dale a me gusta.
…
Cualquier
parecido con la realidad NO es pura coincidencia. Hasta mañana.
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