Como ha
habido comentarios o artículos anteriores que contenían el vocablo pacto, he
preferido buscar otro titular para el presente de hoy miércoles. Pero en el que
deberé referirme al entendimiento, o no, al que estamos condenados los canarios
después de cada convocatoria electoral. Y que no siempre (más bien nunca) lleva
a regir los destinos comunitarios a los que obtuvieron más papeletas en el
envite. Un somero repaso por la no tan larga historia de esta nacionalidad nos
señalará los muchos vaivenes habidos.
Podría haber
roto una lanza a favor de la pobre Infanta (o ignorante, ¿mejor, no?). No hay
derecho a que se vulneren tan alegremente sus derechos (sus izquierdos los
mantiene intactos) por un saqueo que apenas sobrepasa los seis millones de
euros. Eso me lo gasto yo el Día de Reyes. Menos mal que se ha encontrado un
fiscal monárquico que intenta invertir la situación a la que condujo el malvado
juez Castro. La trató de forma inquisitiva por ser quien es. Eso se escuchó por
Mallorca y hasta en la mismísima Formentera. Además, ella no sabía nada.
Dejemos los
asuntos reales para plumas mejor cortadas y vayamos con lo nuestro. Mientras
Barragán se desgañita en su cruzada por resucitar Coalición Canaria y volver a
ilusionar a la gente (¿con esa cara, mi niño?), parece que a Ruano no le ha
llegado el estribillo y persiste en cantar viejas letras. Ahora le dio por
fijarse en Arona. Donde el PSOE ha asegurado una mayoría estable al llegar a un
acuerdo con Ciudadanos. Y como el paso por la Consejería de Educación
lo dejó algo bajo de dioptrías, alguien debería señalarle el camino hacia otros
municipios.
Puede
que José Miguel haya sentido el
terremoto, magnitud 3,5, registrado en La Oliva a consecuencia de los moquetes que da el
señor Marqués (Domingo González Arroyo) por los desplantes sufridos, y entienda
que los tambores de guerra están tocando avanti
tutti.
Es que no
tienen dos dedos de frente. Se deshacen a cachitos y continúan de curritos en
posiciones de ordeno y mando. Desaparecieron en mi pueblo para general regocijo
de la tropa de Manolo, han descendido en aquellas plazas que creían intocables
y solo permanecen con cierto desparpajo en los territorios donde las redes
clientelares aún se sujetan con cierta solvencia. A pesar de la bajona, se
toman la pastilla (o el vasito del reconstituyente vino Sansón) y lanzan
órdagos (envites, más canario) a los socialistas. Son sabedores, no obstante
que mientras ellos cantan isas y polcas, los socios solo recurren a la
lastimera malagueña a modo de consuelo. Por si acaso. Y déjalo estar.
Un servidor
cree que a los políticos debería exigírseles el requisito previo de poseer un
certificado que los habilite, o acredite, en el más común de los sentidos: el
sentido común. Como el carné de manipulador de alimentos a todo aquel que trabaje, o lo pretenda, en
los sectores del ramo.
Han sido
tantos los rifirrafes producidos por los denominados pactos en cascada, que ya
va siendo hora de que alguien (de los que piensan un fisco) esgrima que ni los
resultados, ni las variables anexas, ni las situaciones (amplísimo etcétera)
pueden justificar que lo que se entienda de interés o conveniente para la
gobernabilidad de Canarias tiene que ser válido o factible para cabildos y
ayuntamientos.
No voy a
hacer un listado de las anomalías presentes y pasadas. Todos hallaremos
ejemplos para rellenar folios. Las formaciones políticas, que tanto se jactan
de presumir del término democracia, deberían ponerla en práctica respetando las
autonomías de las agrupaciones locales. Conocedoras de las circunstancias
particulares, casuísticas y peculiaridades de cada pueblo, recurrirían a los
acuerdos (en caso de no haber mayorías absolutas) que, a buen seguro, no
provocarían tantos desaguisados y anomalías en la gestión de los recursos
públicos. Porque les conviene no llegar con el paso cambiado cuando deban pasar
el examen en las siguientes elecciones.
Pero no, aquí
en Canarias se impone el ordeno y mando. Yo pacto y tú sigue mis pasos. Y
olvidan el más elemental considerando: la procedencia de los votos. Y que el
resultado de la suma depende de las ganancias obtenidas a través del esfuerzo
de las ejecutivas que dan el callo a la inmediatez ciudadana. Y que son los de
abajo –las mayoría de ellos sin mayores aspiraciones que el servir
desinteresadamente a los vecinos– los auténticos pilares del edificio. Sin una
buena base, ni tronco ni cabeza. En definitiva, así, no. Pactos en cascada,
imposible encaje en una realidad tan dispar.
Como es de
bien nacidos el ser agradecido, vaya mi más sincero aplauso por no prestar el
más mínimo interés a esta posible propuesta a debatir, enviarla directamente a
la papelera y reconocer con enorme satisfacción que es la cúpula la única
instancia capacitada para ejercer el funcionamiento neuronal. Cuando los
incumplimientos alcancen su máximo esplendor con el caos total, vengan a
pedirnos el voto con falsos propósitos de enmiendas. De nada. Y hasta mañana,
oiga.
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