Leía una
queja en estos días pasados de un ciudadano realejero dirigida a la manía
fotográfica de los dirigentes populares en el municipio. Sabido es, y este blog
puede ser fiel testigo, que aprovechan cualquier oportunidad para ponerse
delante de una cámara, aunque el motivo no valga cinco euros. Lo mismo nos
venden una baldosa de cualquier acera, que la sonrisa ingenua de un niño al que
se le concedió un diploma por ganar una partida de parchís. Cualquier estudio
podrá detectar en sus genomas unas cadenas con 24 pares de cromosomas. El extra
lleva adherido una tarjeta con muchísimos gigas.
Este grupo de
gobierno no ha hecho más que cualquier otro anterior. Porque vender como éxitos
la gestión diaria de cualquier ayuntamiento es viva muestra de un quehacer anodino,
nada novedoso y, en suma, más de lo mismo. Ahora bien, debemos reconocer a
Domínguez y compañía que se tienen montada una campaña de publicidad y
propaganda de un buen par. Con unos incondicionales, que tiran de manual cual
avezadas cacatúas, a prueba de bombas.
Los medios de
comunicación nos traían este pasado fin de semana la noticia de que se iba a
presentar un proyecto a la Unión Europea
para el adecentamiento del barrio de La Montaña.
Y me vino a la memoria el entregado en mayo de 2014 al cabeza
de lista a las elecciones europeas, Miguel Arias Cañete, para la recuperación
medioambiental de la Rambla
de Castro. Del que Manolo y Adolfo presumieron durante toda la campaña, sin
que, hasta el momento, nada se haya sabido. ¿Habrá caducado, como los yogures?
Ignoro si en
el caso que ahora nos atañe ha habido acuerdo de algún órgano de gobierno para
la solicitud o ha sido una mera justificación al sueldo del nuevo concejal de
Relaciones Institucionales y Grandes Proyectos (manda otro par). Como lo deberá
llevar en mano a la mismísima Bruselas, que rebusque entre los que por allá
puedan existir de restauración de históricas casonas, residencias o lugares de
nacimiento de ilustres realejeros, antiguos cines o teatros y otros similares,
para ver si somos capaces de imitar a otros pueblos que con menor presupuesto
que el nuestro han sabido llevar a cabo magníficas iniciativas. Y puede que con
no tanto liberado.
El importante
núcleo poblacional se merece esos cinco millones presupuestados y mucho más.
Pero no estoy de acuerdo en lo que leí acerca de su estigmatización y
exclusión. No sé si el comentario se debe al periodista o ya se insinuaba algo
desde la nota de prensa remitida desde el Consistorio. La Montaña dejó se ser un
barrio marginal desde que Manolo (el bigotes) tomó las riendas, décadas atrás,
de su Asociación de Vecinos y le dio un vuelco fundamental. No se cuelgue nadie
medallas que no le corresponden. Por supuesto que se debe remozar. Y bien que
se lo merece. Pero como otros tantos.
Las alharacas
premonitorias no son buenas en faceta alguna de la vida. Muchos menos en
política. Y a la alegría parecen sumarse otros coros. Observen estos dos
titulares:
“Los Realejos
solicita 5 millones a la UE
para mejorar La Montaña”.
“Un proyecto
sostenible de la UE
renovará el barrio de La
Montaña”.
Con estos
regocijos contagiosos, me gustaría que algún estudioso investigador realizara
un recorrido por informaciones de tal guisa habidas en este pasado inmediato
(pongamos tres décadas) en torno al Paisaje (o Paraje, me da lo mismo) Natural
de Rambla de Castro. Con la vista puesta, fundamentalmente, en los números del
boletín informativo ‘La Voz
de Los Realejos’.
Porque si
estos ánimos de vender motos se hubiesen plasmado en tangibles realidades, no
habría necesidad de recuperar el litoral y el ecosistema costero, regeneración
y ampliación del bosque termófilo, generación de un humedal y rehabilitar
elevadores, acondicionamiento de parcelas y recuperación de los distintos
caudales hidrológicos. No, estaría ya todo flamante y no con las penurias
actuales, pues los parcheos apenas taponan los deterioros más evidentes. Dicho
en román paladino, que los remiendos no dan avío a los desconchados.
Queda muy
bonito, viste bien el que se manifieste que “una restauración ecológica debe
crear las condiciones para que sea la naturaleza la que tome de nuevo las
riendas de los procesos ecológicos que devolverán el lugar restaurado al estado
original”. Perfecto, aunque desconozco si las cabras forman parte consustancial
de esa naturaleza aludida.
Ahora que se
ahogan lamentos de cabalgatas, que se invoca a pactos de salvaguardia nacional
por pulsos que desembocaron en situaciones de esperpento, mala táctica es,
entiendo, persistir en métodos apriorísticos. Este pueblo –me temo que todos– está
harto de promesas. Ya no nos basta con soportar programas electorales paridos
para incumplirse, sino que debemos aguantar estoicamente mandatos en los que
los dirigentes intentan lucirse, más que hacer brillar infraestructuras de todo
tipo, aun con el recurso de la venta de humo no ya en minúsculos frascos sino
en botellas de gas butano.
Sin embargo,
en aras del progreso y la modernidad, ojalá el proyecto referenciado, y todos
los que menester fueren, se hicieran realidad en un futuro no muy lejano. Por
el mejor porvenir de los realejeros de cualquier rincón, sería capaz de estar
tres meses alimentándome en cada una de las comidas diarias con las fotos de
los presidentes insular y local del Partido Popular. A los que se unirían
varias concejalas (por mantener las apariencias más que la paridad) y, sin
lugar a dudas, el superconcejal proyectista.
Seguiremos en
la próxima, si la justicia y el tribunal examinador de la Avenida de Canarias me lo
permiten. Sean felices. Nos vemos.
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