La noticia ha
pasado de puntillas. Lo que me acongoja. Porque la escala de valores que dan
los medios de comunicación a las informaciones que surgen en el día a día no
concuerda con lo que un servidor presupone a la raza humana. No ya que nos
entretengamos con toda la programación basura que, en aras de una audiencia que
reporte beneficios, cuenta miserias con total desparpajo. Es que no se disimula
la dependencia brutal a las fuentes económicas que permiten seguir contando
boberías. Y entre ellas, las potentes industrias farmacéuticas. Que, no me
extraña, acallan posibles voces críticas con tranquilizantes por debajo de la
mesa. Algo semejante a cuando la población se solivianta contra cualquier factótum
energético, por ejemplo. Y éste responde con un patrocinio a cualquier causa
más o menos llamativa con generosas planas, cuñas o anuncios que se miden por
buenos fajos de billetes. Nos compran para irnos matando poco a poco. Vamos al
grano:
En la ciudad
de Rennes (en el noroeste de Francia), capital de la región de Bretaña, a
escasos cincuenta kilómetros del Canal de la Mancha, y que concentra una potente industria en
el tejido empresarial del país vecino (Peugeot-Citroën, verbigracia), se halla
un centro especializado en la realización de ensayos clínicos (Biotrial).
En el
establecimiento, un grupo farmacéutico portugués (Bial) venía ‘probando’ la
eficacia de un medicamento, hecho a base de cannabis, en un grupo de ocho
personas que se prestaron voluntariamente como conejillos de Indias o cobayas.
Y antes de entrar
en más consideraciones, surge mi primer dilema. Perdónenme la espontaneidad y
llaneza de la expresión: ¿Tan jodidos estamos (en términos económicos), como
para jugar con nuestras vidas a cambio de unos euros (la cantidad es lo de
menos)? ¿Es esta práctica habitual en este campo de la investigación? Este
ignorante redomado creía que tales experimentos eran llevados a cabo única y
exclusivamente en ratones y semejantes. ¿Cuánto se ofrece para que la tentación
sea más fuerte que cualquier otro factor elemental de supervivencia?
No lo acabo
de entender. A buen seguro que los sesudos analistas me harán salir de este
cúmulo raro de sensaciones que me invade. Habrá un estricto protocolo –siempre
a ello se alude– que regule este tipo de prácticas. Pero debieron pasarse en
las dosis suministradas o la pócima preparada no se sujetó a los cánones que se
presuponían seguros.
La
información nos traslada que a dos de ellos se les dio un placebo (Sustancia
que, careciendo por sí misma de acción terapéutica, produce algún efecto
favorable en el enfermo, si este la recibe convencido de que esa sustancia
posee realmente tal acción). Ver, si se requiere ampliación de cómo se llevan a
efecto este tipo de prácticas, en el siguiente enlace: https://es.wikipedia.org/wiki/Efecto_placebo. Del
resto, los diferentes medios de comunicación nos señalan el resultado: uno en
muerte cerebral y los otros en un estado altamente preocupante.
Se estaba aún
en la primera fase del ensayo, la de evaluar la seguridad de empleo, la
tolerancia, los perfiles farmacológicos de esta molécula en personas
voluntarias sanas. Pues vaya éxito. Muchas explicaciones tendrían que darme.
Soy consciente de que fallos siempre existen. Pero esto no se trata de probar
si el motor de un coche funciona mejor o peor, si las revoluciones son o no las
adecuadas. Estamos jugando con otras mercancías más peligrosas.
Cuando se
cuenta con la ventaja de que en la vida todo tiene un precio, cuando el hambre
y la miseria abocan a millones de personas al abandono de sus lugares de origen
en busca de la tierra de promisión, cuando el miedo a la muerte no supone un
freno a la condición humana, es el instante en que los desaprensivos hacen su
agosto, los carroñeros se lanzan sobre las indefensas presas para darse el
festín.
Algunos se
empeñan en acabar con penurias y desgracias atacando los problemas de raíz. A
la antigua usanza: muerto el perro, se acabó la rabia. ¿Duro, no? ¿Y en qué se
diferencia mi crudo planteamiento con la no menos cruda realidad? Cuando se
‘negocia’ con vacunas u otros fármacos hasta el punto de cumplir a rajatabla
aquello de lo compras al precio que yo estipule o te jodes, ¿qué opción dejas
al atribulado enfermo? Apoquina o muere, que mi negocio carece de escrúpulos y
no tiene un capítulo presupuestario para
conmiseraciones. ¿Más crudo, no?
Si por
casualidad tienes conocimiento de un medio informativo que haya sido capaz de
cuestionar este tipo de prácticas, no dudes en hacérmelo saber. Te lo agradecería
infinitamente. Mientras, como no me debo, lo denuncio. Y si como represalia no
quieren venderme las pastillas que por edad me corresponden, qué importa un
viejo menos. Ruines y despreciables.
Y acabo con
un eco de sociedad, como en la prensa de bastantes décadas atrás: Vaya mi
felicitación y público reconocimiento a Pedro Felipe Acosta (a quien no veo
desde hace unos meses que me lo encontré en cierto lugar de la costa acechando
pacientemente una pareja de rapaces) porque su documental ‘Canarias a la sombra
de los volcanes’ será emitido en Estado Unidos por National Geographic. Otro
galardón a su enorme valía.
Hasta mañana.
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