Prometí ayer
que me alongaría por el Mirador de la
Paz hacia Martiánez. Y cuando en ello estaba, pasa un amigo
con el periódico bajo el brazo, qué mejor sitio, y me señala que eche una
visual a la información que aludía a la rehabilitación de la Casa de La Gorvorana. La foto que ilustra
este post de hoy jueves es ‘robada’ del citado medio de comunicación (El Día).
Como en el
anterior (Refundar CC) también se trató de la posible modernización de un
partido político, me fui al diccionario (lo mío es manía), ya que el de hoy
lleva asimismo un elegante prefijo “re”, y saqué la conclusión de que no habría
tenido mayor inconveniente en el título: restaurar, renovar, recuperar,
resucitar, reponer, restituir, reformar, reintegrar, remozar, refrescar,
regenerar, reanudar, rejuvenecer, reverdecer, reorganizar, revivir… Por echar
mano solo de los sinónimos de similar composición (con el consabido re), que si
me sumerjo en la generosa lista de voces de significado semejante, lo mismo no
acabo. Qué versátil es nuestro idioma. A la par que rico. Me decanté, como
arriba han comprobado, por rehabilitar.
Tras el paseo
de rigor, bien emperchados de traje y chaqueta, tuvo lugar hace un par de días la
presentación de una nueva obra incluida en el plan de modernización portuense. Se
procederá a la adecuación del tramo del paseo costero (mejor, que nos brinda
una excelente visión de la misma) comprendido entre el Hotel Semiramis y el
mentado Mirador de la Paz.
Por sesiones
de rehabilitación y otras visitas al Centro Médico Tucán, tanto de mi mujer
como mías (ya estamos alcanzando la edad del patrimonio histórico), me
considero ya pateador nato de aquellos parajes. Y nada que objetar a esta
inversión de casi un millón de euros para ejecutar el proyecto redactado por
Joaquín Casariego, quien, por las coincidencias nefastas de la vida, fallecía
ese mismo día. La zona demandaba urgentemente algo más que unos remiendos.
Muchas escalones y un parapeto que no invitaba a una contemplación más gozosa
de las aguas del Océano. Que no se demoren las obras y que en diez meses
podamos pasear con mejores garantías, con accesos adecuados a las diferentes
edades y condiciones físicas (lo que ahora denominamos supresión de barreras
arquitectónicas) y con mejores enlaces hacia los otros paseos de la urbanización
(como el de Agatha Christie, por ejemplo).
La pena que
me queda es no haber estado por allí en el momento del lucimiento político.
Porque los habría invitado a que me acompañaran a otros sectores del entorno.
Que merecen una limpieza a fondo. Diría, incluso, que hasta una buena
fumigación. Vayan a misa un domingo (a la ermita no, a la iglesia del costado
oriental) y dirijan la vista hacia el Norte, respiren profundamente y
oxigénense con los efluvios de la mucha mierda acumulada. Los entendidos en los
bajos fondos alegan que es zona de encuentros furtivos. O a lo peor no tanto.
He escuchado
por varias vías que las obras que ejecuta el Consorcio Urbanístico para la Rehabilitación de
Puerto de la Cruz no están muy bien planificadas. En torno a la que se va a
acometer en la Calle Quintana,
comentarios bien dispares. Sostienen los informantes que no se entiende cómo
hay otros desperfectos que requieren intervenciones más apremiantes. Y ahí lo
dejo. Como diría el otro, que bastante tengo con lo mío.
Y lo de un
servidor es El Realejo. De La Gorvorana, para ser más exactos. En aquella casa
de ilustres habitantes en centurias idas para siempre (déjame presumir un
fisco), nací yo hace la tira. Bueno, tira y media. Y por aquellas fincas corrí,
mamé naturaleza y trabajé en periodos vacacionales para tener unos duros con
los que ir al cine.
Del
lamentable estado del enorme edificio mucho se ha escrito. Ahora mismo es el
cura Gabriel el que lleva la voz cantante. Buenos historiadores del pueblo han
indagado y se han sumergido en legajos para rescatar pasajes que bien merecen
ser publicados. Me comprometo a buscarles patrocinador. No pienses en el
ayuntamiento. Ni siquiera la excusa de la crisis valdría de tapadera. Hay mucho
más.
La
información a la que aludí al principio (la tienes completa en el siguiente
enlace: http://eldia.es/norte/2016-01-20/8-Gorvorana-aspira-ser-gran-espacio-cultural-Valle.htm),
viene a ser un mucho más de lo mismo. Manolo y Adolfo han encontrado la
solución al patético deterioro de aquel rico patrimonio en el estudio de una
universidad privada. Bien les gusta a los populares lo privado. O de pago. Así
está lo público.
Miren la
foto. Siglos de historia en manos de principiantes que nos van a presentar un
proyecto que debe incluir, primer requisito, una cafetería (lean la noticia). Para
que los Gorvalán, Gálvez, Alvarado-Bracamonte, Vergara y Grimón y hasta el gran
Bonnín Guerín se echen un cortado.
Manifiestan
el 1 y el 2 del Consistorio que se trata de un proyecto abierto a propuestas.
¿Cuáles? Los estudiantes presentarán las ideas en junio y luego toca buscar la
financiación. ¿De Europa? Me llama la atención, asimismo, que el gran espacio cultural
del Valle (de la nada al infinito) deberá estar bien integrado en el paisaje y
el entorno. ¿Otra broma, estimados ediles?
Un proyecto
de estas características, que llevará implícito un impresionante cúmulo de
historia, arquitectura, arte, tradición, agricultura, ganadería, costumbrismo,
economía, en suma CULTURA, no puede dejarse al albur de “unas ideas”. Merece la
intervención de un gran equipo multidisciplinar. Y en Los Realejos, nuestro
pueblo, existe material humano que mucho tiene que decir y aportar. Y digo
–escribo– más: No cualquier arquitecto está capacitado para acometer la trayectoria
adecuada de esta ingente obra. El que se ponga al frente de ese colectivo, en
el que los políticos han de mantenerse al margen (lo suyo sería buscar las perras
–ardua tarea– y cortar la cinta), deberá contar con suficiente experiencia en
el sector de la restauración y la mano izquierda adecuada para convertirse,
batuta en mano, en el director que armonice este recital de variopintas
sinfonías.
No comparto,
por lo tanto, estos júbilos políticos que carecen de base y consistencia. Esto
no se trata de tirar barro a la pared o de empichar otra calle. El asunto es
mucho más serio. Y requiere acciones juiciosas y no alegrías desenfrenadas.
Me temo, en
conclusión, que se ha pretendido comenzar por el tejado. Y sin una buena
cimentación, aunque quede oculta en el proceso constructivo, el edificio se
desmoronará. Los dos, el real y el virtual.
Yo solo
escribo. Mal y con ideas un tanto deslavazadas. Admito, pues, sugerencias.
Participen. En el pueblo queda bastante por hacer. También en la recuperación
de mucho patrimonio. Y no por existir dos concejales que lleven tal etiqueta se
atisba mejoría.
Hasta mañana.
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