Sostiene el consejero de Presidencia del Gobierno de
Canarias, el portuense Aarón Afonso, que “los sueldos en la Administración
deben estar sujetos a los objetivos”. Tanto das, tanto tienes, me imagino. Pero
me surge la duda de quién será el registrador que aplique los baremos para
luego proceder a la distribución de las soldadas. Porque me provoca ciertos sofocos pensar que puede
haber demasiadas aplicaciones aleatorias en esto de meternos en un tubo de
ensayo y observar qué marca del medidor alcanzamos.
¿Cómo funcionaría tal medida en el cuerpo de los
docentes? ¿Por el número de aprobados, que parece ser la principal finalidad
para acabar con el manido fracaso escolar, al margen de cualquier otra
circunstancia? Fácil lo tendría el maestro. Todos aprobados y santas pascuas.
¿Alcanzaríamos con ello el contar con verdaderos profesionales en el sector?
Más bien sostendríamos que todo lo contrario.
¿Y por qué, estimado consejero, no le damos la
vuelta a la tortilla e iniciamos el proceso por aquellos que deben adoptar
estas decisiones sin haber sufrido un proceso selectivo previo? Porque estará
conmigo en que para ser político basta con mostrarse disciplinado ante el jefe
de turno, dorar la píldora una buena temporada y procurar que su nombre figure
en la candidatura correspondiente. Ni certificado de aptitud, ni titulación
alguna, ni prueba psicotécnica de idoneidad para el cargo que va a desempeñar.
Nada. Y convendrá que así nos va.
A la hora de fijar honorarios en cualquier
institución pública (que son los que luego cortarán el bacalao en la gestión
administrativa), sabe usted que basta una sesión plenaria en la que cualquier
analfabeto (funcional) puede sacarse la lotería en forma de dos o tres mil
euros mensuales, limpios de polvo y paja. Al que deberemos dotar de varios
asesores para que le indiquen con una cruz dónde debe firmar o escribirle
cuatro párrafos para la inauguración de cualquier instalación municipal, en los
que le señalaremos con mayúsculas o negritas el momento en que debe alzar la
voz para enardecer ese vivero de posibles votantes.
¿Le parece lógico que se produzcan tales
arbitrariedades mientras ustedes debaten qué hacer con los funcionarios?
Personas que accedieron a un puesto de
trabajo tras la pertinente oposición y a los que se presupone capacitados para
el menester encomendado. Mientras que en los que van a decidir su futuro hay
elementos que no saben hacer la o por un canuto. ¿Triste, no?
Creo que conoce perfectamente al caballero con el
que lo ubiqué en la foto. Fue usted director general de la Función Pública
mientras él fue consejero en el mismo ramo que ahora cae bajo su
responsabilidad. Y ambos tuvieron la infeliz ocurrencia de reducir jornadas de
trabajo, y, por ende, significativas disminuciones de sueldos en importantes
abanicos de trabajadores de la Administración. Lo que supuso, transcurrido el
tiempo, un sonoro varapalo judicial. Dos buenas cachetadas, para entendernos.
A Spínola ya lo castigó el electorado en la reciente
repetición del 26-J. A freír chuchangas, en román paladino. Como los canarios
entendieron que el susodicho no había alcanzado los objetivos, para casa.
Lástima que con nuestro voto no podamos ejercer el derecho de aplicar el
descuento adecuado en la retribución. Porque no es lo mismo volver a sus labores
con el bolsillo calentito por el peso de las monedas a retornar bien ligero de
equipaje.
No entienda este comentario como una defensa
numantina de la parcela en la que me desenvolví unas cuantas décadas. De todo
hay en la viña, bien lo sabe. Pero antes de embarcarse en la aventura, aparte
de contar aunque sea hasta diez mil veinticinco, yo haría un profundo análisis,
a modo de examen de conciencia, de todos los organigramas en los que se
engloben cargos públicos. Sí, predicar con el ejemplo. Ni más ni menos. Puede
iniciar el proceso, por ejemplo, en su Puerto de la Cruz. Sí, en El Penitente.
Y sin concluye que toda la corporación se merece, en base a sus méritos y alta
cualificación, los haberes que perciben cada fin de mes, o antes (operación
matemática que jamás falla ni provoca errores), siga con la propuesta. Y pídale
a la Virgen del Carmen que interceda en la acción. Me temo que va a necesitar,
además, que San Telmo le eche un capote, o una vela.
Y si se va a escudar en que la adopción de medidas
del calado que yo le he propuesto es asunto madrileño, ahí tiene a una socia de
honor para brindarle su colaboración. Como se la ha ofrecido a Mariano. Porque
es mucho más que un voto. Es la voz de
los canarios en la capital del reino, el azote de los mismísimos leones. Ahí,
con dos (felinos).
Ya hemos alcanzado la última semana de julio. Mañana
me corresponde visita al traumatólogo. A ver. Te contaré.
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