Leo por ahí que va a haber cambios en el Gobierno de
Canarias. Ya lo dijo Fernando Clavijo: “No me va a temblar el pulso”. Sí que lo
hizo Patricia, porque a los dirigentes regionales del PSOE ni se les espera. No
obstante, los escasos privilegiados, los que pierden principios y dignidad
política por un pacto, aunque sea algo raquítico, con los de siempre, se hallan
la mar de satisfechos porque el reparto de cromos se limitará a los que ellos
llaman segundo nivel.
Dado que el otrora popular y ahora presidente del
Cabildo tinerfeño, Carlos Alonso, sigue tensando la cuerda, no es de extrañar
que estos escarceos sean la punta de lanza de otra patada en el culo. Y quizás
venga bien el lanzamiento para que de una vez tomen conciencia de que a este
paso la marginalidad parlamentaria se halla más cerca que cualquier vaticinio,
sondeo o encuesta. Es que no escarmientan. Y permiten todo tipo de tropelías a
los que cogieron la sartén por el mango en los lejanos tiempos de Manuel
Hermoso y le dan la vuelta a la tortilla a sus gustos y preferencias sin rubor
alguno. Sabiendo, además, que el tercero –en este caso el PP– acogerá de buena
gana cualquier ofrecimiento. A sabiendas de que el electorado en estas islas se
encuentra en tal estado de resignación que le da lo mismo ocho que ochenta.
A la par que se producen estos movimientos, a todas
luces humillantes, me consta de que en la mayoría de agrupaciones locales los
militantes se baten el cobre en una lucha tan desigual como denigrante. Y
arriba los incumplimientos en los lugares consabidos (no los repito para no
ofender a un significado número de seguidores socialistas en Puerto de la Cruz,
y no voy muy lejos) son tildados por los supuestos nacionalistas como
excepciones que vienen a confirmar la regla. Son verdaderos tahúres que juegan
con las cartas trucadas, pero no escondidas. Qué va, con luz y taquígrafos. Y
los de los mullidos sillones asienten con total descaro, mientras en los
pueblos se va casa por casa, en circunstancias complicadas, en busca de los
votos para mantenerlos. Tanto que es en los pequeños caladeros donde se
sustenta el soporte que permite a los elegidos, normalmente capitalinos a los
que ni en sus ciudades votan, ostentar puestos de cierta relevancia. Y se
escudan, arriba, los muy caraduras, en que el índice de abstención les
perjudica por su elevado porcentaje.
Esa es la situación actual del otrora fuerte
PSC-PSOE. Y parece no tener remedio. Ni se atisba en el horizonte más lejano un
rayo de esperanza. Penoso el escenario en el que actúan estos actores de
reparto. Profunda lástima siento al contemplar este panorama. Juegan con ellos
hasta el punto de haberlos convertido en tristes y desangeladas marionetas que
bailan al dictado del que mueve los hilos. Buen rollito, pero no alces
demasiado la voz que me duelen los tímpanos. Y no te muevas ni hagas
aspavientos no sea que te quite el juguete.
La inmensa mayoría de la población canaria que está
preocupada por ese proyecto de Ley del Suelo, que dispone de todos los boletos
para ser englobada en aquellas de dudas más que razonables, sale un día sí y el
otro también a todos los foros habidos y por haber sin que el PSOE se hay
dignado abrir un debate interno para que cada cual aporte lo que entienda
menester. Porque si uno se ciñe a lo que nos trasladan los medios de
comunicación, profundamente escorados hacia sectores donde los euros son mucho
más que simples instrumentos para ir de compra, comprueba que hasta ahora han
sido los empresarios y ayuntamientos gobernados por aquellos políticos que
guardan estrecha amistad con cementos, arenas, hierros y entidades bancarias
los que cantan excelencias del nuevo modelo. Iba a escribir norma, pero
entiendo que no procede. Pues de lo que se trata es de eliminar trabas
suprimiendo cortapisas. ¿Barra libre? No, pero casi.
Así pinta el paisaje. Repetitivo, cansino, monótono,
anodino. Se perdió la ilusión décadas atrás. Se ahogaron los anhelos en las
profundidades marinas. Y el PSOE ha pasado de ser un instrumento de cambio a un
club de amiguetes en el que el pasotismo es la principal seña de identidad.
Rostros que se repiten hasta la saciedad. Hastío hasta decir basta. Qué ánimos
nos infunden para acudir con la papeleta a nuestro colegio electoral. Cuánto
escarnio a un logo centenario.
Despierten, bases. Pero no permitan que en el
proceso resurrección se cometan los pecados a erradicar. Ahí tenemos, a modo de
triste ejemplo, los errores de bulto de quienes se consideraban los mirlos
blancos de las nuevas formas, que se han estructurado de una manera más rígida
aún que aquellos ejemplos que vinieron a combatir. Y cercenaron en un abrir y
cerrar de ojos las expectativas de millares de desencantados. Sean capaces de
cambiar pasajes, parajes y paisajes. ¿Les echa una mano este viejo en años, que
no en lo que a ustedes les falta?
Ya me leerán en septiembre, que estamos de
vacaciones. Mañana, si les parece, más.
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