Los artículos
que pudiste leer en este blog la pasada semana habían sido previamente
programados pues el menda se marchó unos días a Las Palmas. Estuve allá desde
el 15 al 25, aunque bastante imposibilitado y siempre en silla de ruedas. Yo
dije que no me llevaran pero la familia se empeñó, por lo que debieron
empujarme cada vez que asomaba el hocico al Paseo de Las Canteras.
Las entradas
(o post) de lunes (25) y martes (26) fueron redactados con la ayuda del
portátil y ‘colgados’ en la capital grancanaria. Algunos socialistas de verdad
me han felicitado por los mismos, pero temen, al igual que yo, que poco efecto
van a conseguir. Y es que el PSOE regional (sus dirigentes) persisten en hacer
caso omiso a cuanta sugerencia se les presente. Siguen encorsetados en
dinámicas de siempre y creen que les asiste la razón sin percatarse de que algo
debe ocurrir cuando son demasiadas las voces discordantes con el caminar de la
perrita.
Como leí ayer
en Facebook que desde la
Asociación realejera de Discapacitados Milenio se ha dado
comienzo a una campaña de sensibilización sobre las barreras arquitectónicas,
el hecho de haber sufrido en propias carnes los graves inconvenientes de
realizar algo tan simple como transitar por una acera me da pie a romper varias
lanzas a favor de aquellos que ya bastante tienen con lo suyo como para
ponerles más trabas a la hora de poder desenvolverse en el quehacer diario.
El periplo de
este pasado lunes en Firgas (si alguien conoce a cualquier miembro de la Villa
del Agua que se lo haga saber), con apenas unas decenas de metros para recorrer
el espacio entre el aparcamiento y el lugar que te señalo en la foto que
ilustra este comentario, fue digno de enmarcar. Bueno sería que el cargo
político pertinente se subiera a una silla e intentara que lo pasaran por el
mínimo resquicio que han dejado en determinadas aceras. Queda la opción de la
calle con el consiguiente peligro de que te quiten del medio. No quisiera
pensar que con el ánimo de acabar con el problema de manera contundente.
No fue menos
en Teror. Un domingo, cuando la afluencia de público con motivo del mercadillo
es harto significativa. Porque las aceras estaban ocupadas por los vendedores y
el empedrado de las calles no permitían grandes alardes circulatorios en
vehículo tan frágil. Y el que me portaba, te lo juro, sin amortiguadores ni
suspensión alguna. Le dejé el recado a la Virgen del Pino por si podía echar una mano.
Y ya que me
introduje en asunto religioso, no entiendo cómo el ayuntamiento de mi pueblo no
adquiere un bastón de mando, ya que tantos alardes de excelente economía nos
dispensa Manolo cada vez que se tercia, y se lo regala de manera definitiva a la Virgen del Carmen. Así
evitaríamos un accidente. Porque de tanto subir el alcalde cada año a dejarle
uno prestado, lo mismo le ocurre lo que a mí. Y si algún sabelotodo me va a
reprochar por qué no lo hizo el que estas líneas suscribe en julio de 1985, le
indicaré que las arcas de aquel entonces tenían solo telarañas. Así que se lo
cedí a la desde entonces alcaldesa con la condición de que atendiera a las
deudas más perentorias que estábamos sufriendo en el consistorio. Solo accedió
a la revisión del catastro, pero de las mejoras en los ingresos se benefició
con posterioridad José Vicente. Y este lo primero que hizo fue arreglar el
despacho de la alcaldía. Así que, señor alcalde, cómprele un bastón de
fundamento y deje de lucirse en cada festividad. El protagonismo no le
corresponde. Confórmese con las instantáneas en los concursos de belleza. Y si
no telefonee a Madrid que a lo mejor encuentran algo en los discos duros
destruidos.
Mi
reconocimiento, pues, a Juan Antonio González Oliva, por la labor emprendida y
mi admiración porque, aunque sea lo mío de manera temporal, me ha tocado
ponerme en el ‘pellejo’ de aquellos que sufren serios apuros simplemente para
vivir con dignidad, sin tropiezos y con una calidad que no difiera de la que
disfrutan quienes pueden desenvolverse con normalidad.
Mañana, si no
surge nada raro, lo mismo me atrevo a escribir unas líneas acerca del original
caso de un traumatólogo que ejerció en El Hierro sin estar habilitado para
ello. ¿Qué cosas ocurren, no? Por cierto, si me trinca la pata lo mismo me
desgracia un fisco más.
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