Podía haber
elegido para ilustrar este post cualquiera de las muchas fotografías colgadas
en las redes sociales por vecinos realejeros y portuenses en las que podemos
contemplar cómo es materialmente imposible transitar –nada digamos si vamos en
silla de ruedas o con un carro de bebés– por las aceras en las pomposamente
denominadas zonas comerciales abiertas. Y tanto que o te ‘abres’ para la calle
o te fajas en singular batalla dialéctica (o a lo peor deriva en más graves
consecuencias) con los que, según los defensores acérrimos de los gobernantes
de turno, potencian el consumo local, crean puestos de trabajo y levantan la
economía a costa de jorobar la normal convivencia vecinal. Y todo ello en base
a profundos estudios científicos realizados por los pelotillas de rigor que
vienen a demostrar que en mi pueblo, valga de ejemplo, el paro ha descendido
hasta el punto de tener que recurrir a contratos de foráneos para cubrir la
demanda creada en San Agustín, Realejo Alto, Cruz Santa y de manera algo más
tímida en Icod el Alto.
No es la
primera vez que comento este particular en Pepillo y Juanillo. Y que me leen en
círculos cercanos al entorno de Domínguez –para eso tiene sus asesores, cuando
no aduladores– lo tengo más que constatado. Porque irse de la lengua, máxime
cuando adoptas la postura de bobo sumiso, es más fácil que sacarse una foto en
la guagua del ICHH.
Las quejas
siempre van en idéntica dirección. Porque de nada ha valido ampliar las aceras
si las plagamos de impedimentos. El hecho se ha agravado con la licencia de
bastantes meses sin abonar canon alguno y con la vista gorda de los que deben
velar porque existan espacios holgados para la libre circulación de los
peatones.
El señor
alcalde en la muy noble e histórica Villa de Viera se ha pasado varios pueblos
en esto de mirar hacia otro lado. Algo normal, por otra parte, dadas sus expectativas
supramunicipales. Debe ser que él siempre transita por la acera de enfrente. Pues
si esa es la solución arbítrese el procedimiento por el que una banda sea de
uso exclusivo de bares, restaurantes y comercios varios y dividamos la otra en
dos carriles para que los viandantes no encuentren tropiezos ni cortapisas.
Hace unos
días se hizo nuevamente referencia en Facebook a un lugar en el que ha
transcurrido la mayor parte de mi vida: Toscal-Longuera. Y leyendo los
comentarios de los que defienden, con cuantos menos argumentos mejor, la
utilización indiscriminada de los espacios públicos y tiran a degüello contra
el osado que denuncia la infracción, se pone uno colorado. Cuando no agarra una
calentura de campeonato. Porque conoce al autor de los párrafos sin sentido,
sabe de su trayectoria desde que era un renacuajo y no entiende que una persona
pueda alcanzar tal grado de estupidez por mor de unas ideas políticas tan vacuas
como inconsistentes. Que se traducen, y ya tengo detectados varios casos de
urgente hospitalización para la pertinente revisión clínica, en arrastrarse
cual babosas al socaire del poder establecido. Puede que en busca de prebendas
que jamás podrán conseguir. Y no sigo porque lo mismo me obligo a contar
situaciones familiares que vienen a demostrar la peligrosidad de la falta de
ignorancia.
Para mí que
en el aparato propagandístico que el PP se tiene montado en El Realejo, un
capítulo importante lo compone el grupo de descerebrados que creen a pie
juntillas en el sexo de los ángeles y en los pajaritos preñados que revolotean
por los espacios en los que falla la sustancia gris. No, hoy no voy de duro
sino de realista, pero lo malo es que las verdades duelen. Y me apena, claro.
Porque de los fallos en el sistema educativo de esta caterva de ingenuos me
siento responsable. Han ido empeorando con el paso del tiempo. No son vinos,
son vinagres. Son como loros que repiten
vocablos sin conocer ni profundizar. Son planos, superfluos, inconsistentes. Su
misión es la de repetir estribillos al dictado. Y se sienten felices cuando los
de siempre ríen sus gracietas.
Me reservo
una anécdota de años bastante idos por respeto a quien la protagonizó. Hoy
descansa para siempre y merece nuestro entrañable recuerdo. Pero hace unas
semanas, algunos de los que aquí quedamos tuvimos la oportunidad de rememorar
aquel pasaje en un taller de mecánica. La explicación a la pregunta de por qué
se votaba a la entonces Alianza Popular es digna de ser enmarcada. Y viene a
constituir una razón más de cómo un partido político, enfangado hasta la médula
en corrupciones, mamoneos, financiaciones y artimañas de dudoso proceder, es
capaz de aumentar el número de escaños en medio de tanta confusión.
Y como lo
cortés no quita lo valiente, mis públicas felicitaciones al grupo de gobierno
realejero por el entramado mercadotécnico. Ni los chinos venden mejor. Y con
estos mensajeros, qué barato.
Feliz fin de
semana. Y ya nos encontraremos en agosto. Otro mes para el talego. Como este artículo
se enlaza directamente con Facebook y Twitter, lo mismo alguien se siente
aludido. ¿Pero no acabas de insinuar que no saben leer? Anda, es verdad.
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