miércoles, 17 de agosto de 2016

Medallas

Íbamos a por ‘tropecientas’ medallas. Antes de salir de España ya habíamos ganado en diferentes pruebas sin el más mínimo esfuerzo. Dimos cobertura mediática a través un despliegue sin precedentes. La televisión pública no escatimó recursos. Llevamos a Río toneladas de material humano y del otro. Tiramos la casa por la ventana. Algo propio de un país boyante. Como el nuestro.
Y casi todas las retransmisiones las veíamos en diferido. Porque la mayoría de españoles que aquí quedamos debíamos trabajar para pagar los impuestos con los que abonar las importantes facturas del generoso dispendio. Periodistas, comentaristas y opinadores varios disfrutaron de unas jornadas con cargo al erario de una España en funciones. Que debe la biblia (¿mayúscula?) en pasta (más de un billón de euros), que pagaremos tú y yo hasta el año 9999 (o más), sin que Montoro haya puesto reparo alguno. No es tan condescendiente con comunidades autónomas, diputaciones, cabildos y ayuntamientos. Los raseros, debe ser.
Nos salió el espíritu olímpico por las orejas cada vez que competía un compatriota. La objetividad cubría todos los poros de la pantalla. Cuando la dura realidad marcaba otros derroteros, lo importante es participar. Aquí estamos para potenciar tres valores fundamentales: excelencia, amistad y respeto. Los mismos que practican la señora Pastor y el señor Rajoy. Maratonianos de fondo. La una, plusmarquista nacional en dilatar la convocatoria de una sesión de investidura. El otro, medalla de oro en 350 Km. marcha. Vamos, ni el amigo Basilio.
Alcanzado el 15 de agosto, cuando ya se llevaban dos semanas de competición, permutamos el discurso por ¿qué opciones nos quedan? Cuando Nadal quedó apeado por el argentino del Potro y luego por el japonés Nishikori, lo ubicamos en lugar no inventado aún del pódium y lo elevamos a la categoría de héroe nacional. Incluso justificamos su enfado con el árbitro porque el nipón tardó más de la cuenta en evacuar una consulta con la taza del váter (ya ni eso se puede hacer con tranquilidad). El pobre estaba cansado después de tanto esfuerzo. ¿Y quién lo mandó meterse en tantos fregados, máxime cuando venía de pasar unos meses inactivos?
A medida que pasaban los días –no olviden que sin dar un palo al agua ya partíamos con unas veinte colgaderas– se imponían expresiones como jarro de agua fría, nunca se sabe con los jueces, otra mala noticia para el medallero español. Surgió la sospecha de la posible venganza de Tarrés, ahora domiciliada allá por Ucrania, tras quince años cosechando éxitos en piscinas más cercanas. Del amor al odio.
Pero como todo no iba ser negro, surgió un tal Marcus Cooper, y nos remontó el espíritu. Ya alcanzamos la cuarta de oro. A este paso, ni Michael Phelps. Como aquel Juanito de esquí de fondo que nos elevó a la gloria hace un montón de años. Lo malo es que iba colocado, le pusieron el aparato y lo trincaron.
Qué dados somos a vender osos sin cazarlos. O a montar granjas sin vender los huevos. O a… Hay que aprender de quien merece honores por ser capaz de llevar una vida contemplativa en medio de unos cuatrocientos incendios. Y no exagero cuando observo la foto de Mariano en sus paseos pontevedreses. Sin temor al ridículo. Con una vestimenta a la que solo le falta el escudo nacional y la bandera del solar patrio. Qué porte. Qué figura. Qué andares. Qué movimientos de brazos. Que un notario levante acta. Y que un registrador lo patente. Él debe ser nuestro representante. En todas las disciplinas deportivas. Lo mismo da un mate a mano cambiada que nos pica los veinte metros en triple salto. Y cuando el dominó sea deporte olímpico, ahí lo quiero ver. No habrá contrincante que se le resista. O que pueda armarse de paciencia similar.
Entonces sí que podemos afirmar con toda rotundidad: Medallas a la vista. Te parecerá exagerado esta imagen de militar coreano. Pues eso no es nada al lado de lo que nos traerá nuestro abanderado de Tokio en 2020. Todo lo que signifique prueba de resistencia, ahí participará. Propongo que la apnea se incluya. Será capaz de aguantar… Cuenta desde finales de octubre del año pasado y te haces un idea. Y si se sumerge con un fajo de papeles, como se corra la tinta…
Cierro el negocio a las seis de la tarde del 16 de agosto de 2016. Echo una visual y compruebo que llevamos cuatro de oro y dos de bronce. Le vamos dando una meniada a Vanuatu de mucho cuidado.
No, no me lo tomo a guasa. Solo pido que seamos consecuentes. Y a los del oficio periodístico, un máximo de seriedad. La profesionalidad está muy por arriba de consideraciones del tres al cuarto. Bastante tenemos con los tertulianos como para que se sume al esperpento toda la plantilla de TVE. Sean, ante todo, diestros, lúcidos. Y ni se me vayan por las ramas de otras acepciones, ni lo traduzcan por retransmisiones tipo entierro. Ante todo, equilibrio. Porque los excesos verbales, y hasta formales, se pagan.
En recientes artículos,  dos ilustres representantes del gremio, los portuenses Juan Cruz y Salvador García, con una gran carga de experiencia a sus espaldas y a los que considero maestros de este quehacer, se mostraban preocupados por la situación actual de la profesión y hacían un llamamiento a algo tan simple como la cordura. Me sumo.
Y cuando todo haya concluido, hagan recuento de los metales y… hasta la próxima.

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