Íbamos a por
‘tropecientas’ medallas. Antes de salir de España ya habíamos ganado en
diferentes pruebas sin el más mínimo esfuerzo. Dimos cobertura mediática a
través un despliegue sin precedentes. La televisión pública no escatimó
recursos. Llevamos a Río toneladas de material humano y del otro. Tiramos la
casa por la ventana. Algo propio de un país boyante. Como el nuestro.
Y casi todas
las retransmisiones las veíamos en diferido. Porque la mayoría de españoles que
aquí quedamos debíamos trabajar para pagar los impuestos con los que abonar las
importantes facturas del generoso dispendio. Periodistas, comentaristas y
opinadores varios disfrutaron de unas jornadas con cargo al erario de una
España en funciones. Que debe la biblia (¿mayúscula?) en pasta (más de un
billón de euros), que pagaremos tú y yo hasta el año 9999 (o más), sin que
Montoro haya puesto reparo alguno. No es tan condescendiente con comunidades
autónomas, diputaciones, cabildos y ayuntamientos. Los raseros, debe ser.
Nos salió el
espíritu olímpico por las orejas cada vez que competía un compatriota. La
objetividad cubría todos los poros de la pantalla. Cuando la dura realidad
marcaba otros derroteros, lo importante es participar. Aquí estamos para
potenciar tres valores fundamentales: excelencia, amistad y respeto. Los mismos
que practican la señora Pastor y el señor Rajoy. Maratonianos de fondo. La una,
plusmarquista nacional en dilatar la convocatoria de una sesión de investidura.
El otro, medalla de oro en 350
Km. marcha. Vamos, ni el amigo Basilio.
Alcanzado el
15 de agosto, cuando ya se llevaban dos semanas de competición, permutamos el
discurso por ¿qué opciones nos quedan? Cuando Nadal quedó apeado por el
argentino del Potro y luego por el japonés Nishikori, lo ubicamos en lugar no
inventado aún del pódium y lo elevamos a la categoría de héroe nacional.
Incluso justificamos su enfado con el árbitro porque el nipón tardó más de la
cuenta en evacuar una consulta con la taza del váter (ya ni eso se puede hacer
con tranquilidad). El pobre estaba cansado después de tanto esfuerzo. ¿Y quién
lo mandó meterse en tantos fregados, máxime cuando venía de pasar unos meses
inactivos?
A medida que
pasaban los días –no olviden que sin dar un palo al agua ya partíamos con unas
veinte colgaderas– se imponían expresiones como jarro de agua fría, nunca se
sabe con los jueces, otra mala noticia para el medallero español. Surgió la
sospecha de la posible venganza de Tarrés, ahora domiciliada allá por Ucrania,
tras quince años cosechando éxitos en piscinas más cercanas. Del amor al odio.
Pero como
todo no iba ser negro, surgió un tal Marcus Cooper, y nos remontó el espíritu.
Ya alcanzamos la cuarta de oro. A este paso, ni Michael Phelps. Como aquel
Juanito de esquí de fondo que nos elevó a la gloria hace un montón de años. Lo
malo es que iba colocado, le pusieron el aparato y lo trincaron.
Qué dados
somos a vender osos sin cazarlos. O a montar granjas sin vender los huevos. O
a… Hay que aprender de quien merece honores por ser capaz de llevar una vida
contemplativa en medio de unos cuatrocientos incendios. Y no exagero cuando
observo la foto de Mariano en sus paseos pontevedreses. Sin temor al ridículo.
Con una vestimenta a la que solo le falta el escudo nacional y la bandera del
solar patrio. Qué porte. Qué figura. Qué andares. Qué movimientos de brazos.
Que un notario levante acta. Y que un registrador lo patente. Él debe ser
nuestro representante. En todas las disciplinas deportivas. Lo mismo da un mate
a mano cambiada que nos pica los veinte metros en triple salto. Y cuando el
dominó sea deporte olímpico, ahí lo quiero ver. No habrá contrincante que se le
resista. O que pueda armarse de paciencia similar.
Entonces sí
que podemos afirmar con toda rotundidad: Medallas a la vista. Te parecerá
exagerado esta imagen de militar coreano. Pues eso no es nada al lado de lo que
nos traerá nuestro abanderado de Tokio en 2020. Todo lo que signifique prueba
de resistencia, ahí participará. Propongo que la apnea se incluya. Será capaz
de aguantar… Cuenta desde finales de octubre del año pasado y te haces un idea.
Y si se sumerge con un fajo de papeles, como se corra la tinta…
Cierro el
negocio a las seis de la tarde del 16 de agosto de 2016. Echo una visual y
compruebo que llevamos cuatro de oro y dos de bronce. Le vamos dando una meniada a Vanuatu de mucho cuidado.
No, no me lo
tomo a guasa. Solo pido que seamos consecuentes. Y a los del oficio
periodístico, un máximo de seriedad. La profesionalidad está muy por arriba de
consideraciones del tres al cuarto. Bastante tenemos con los tertulianos como
para que se sume al esperpento toda la plantilla de TVE. Sean, ante todo, diestros,
lúcidos. Y ni se me vayan por las ramas de otras acepciones, ni lo traduzcan
por retransmisiones tipo entierro. Ante todo, equilibrio. Porque los excesos
verbales, y hasta formales, se pagan.
En recientes
artículos, dos ilustres representantes
del gremio, los portuenses Juan Cruz y Salvador García, con una gran carga de
experiencia a sus espaldas y a los que considero maestros de este quehacer, se
mostraban preocupados por la situación actual de la profesión y hacían un
llamamiento a algo tan simple como la cordura. Me sumo.
Y cuando todo
haya concluido, hagan recuento de los metales y… hasta la próxima.
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