Perdonen si de vez en cuando hago un alto en el camino, abro
un paréntesis, e intercalo cualquier otro parecer entre las entregas de Turismo
y folclore. Así no se empachan ustedes y al tiempo me distraigo yo con más
asuntos dignos de plasmar en este blog. Y como este mes de septiembre me están
arreglando la piscina municipal (echo en falta la foto de rigor), dispongo de
algún minuto más para sumergirme en la vorágine (des)informativa. ¿Cómo van los
pactos?
Estuve el fin de semana pasado leyendo una información
acerca de cómo serían los alimentos en el futuro. Sabido es que en este mundo de
locos, cualquier día de estos podemos dar todos el estampido, pero de no ser
así, en caso de que el orden mundial se avenga a razones, algo habrá que
inventar para dar de comer a tantísima gente.
Somos tantos millones y tanta la porquería que lanzamos
diariamente a la atmósfera, que lo mismo nos acostumbramos a dar por bueno el
dióxido de carbono. El organismo es capaz de adaptarse a las situaciones más
inverosímiles. O puede que nos acostumbremos a no comer ni beber y sigamos tan
campantes.
Eché una ojeada a la relación que cierto periódico digital
me brindaba y encontré varios ejemplos de lo que podría ser nuestra tabla de
salvación. Y así tropecé con la carne creada en un laboratorio, la comida que hoy
es habitual en el África profunda, los insectos (que cada vez es más normal en
ciertos hábitos culinarios) y la fruta en cápsulas (me acordé de los
astronautas). Entre otras posibilidades.
Además, la noticia hacía hincapié en dos nutrientes poco
comercializados en esta época denominada de la comida rápida. De una parte, la
verdolaga, una planta herbácea apenas utilizada en la actualidad, salvo como
verdura esporádica. Y de otra, la cobia, un pez de escaso valor comercial, pero
que por sus características (puede alcanzar los dos metros y pesar hasta más de
60 kilos) podría ser una solución en los previsibles periodos de escasez.
Si has tenido la gentileza de leer los párrafos anteriores y
has alcanzado este punto de la escritura, puede que aún te estés cuestionando
por qué la ilustración del aparato genital masculino para este comentario.
Sencillo. Porque a este humilde bloguero no le han preguntado si tiene una idea
mejor de cómo alimentar a la población en el supuesto de tener que tirar de todos
los recursos posibles para paliar las hambrunas.
Pues sí, tengo una idea mejor. El alimento del futuro será el
andamiaje externo del aparato antes mencionado. Y va la pertinente explicación:
Existen tres razones para llegar a la conclusión esgrimida.
La primera es que se trata de carne, con un parecido evidente a la salchicha. Y
ya es sabido cuántos usos se le pueden dar. Me refiero, obviamente, a la
salchicha, que el exceso de imaginación es contraproducente.
Vamos con la segunda. Como se supone que el agua para ese
entonces será más bien escasa, existe la posibilidad de que no podamos lavar
como la higiene requiere el atributo (o alimento) en cuestión, por lo que el
olor y sabor a pescado será más que evidente. Lo que constituye una ventaja
añadida, ya que puedes combinar dos platos con un solo ingrediente. Y alternar
carne y pescado implica siempre una motivación extra.
Y la tercera razón es que en el supuesto de que te quedaras
con ganas de comer, porque al estómago le pareció raquítica la ración suministrada,
te queda la opción de freírte dos huevos.
Como los hombres, o tú no lo has escuchado, no valemos para
nada, este último servicio a la humanidad sería la prueba de nuestra grandeza,
de nuestro espíritu desinteresado. Una muestra inequívoca de un corazón
desprendido.
Si alguno de los reacios a pasar por este acto magnánimo
está pensando que ese futuro alimento es parte integrante, también, de otro
aparato del género destinado a la reproducción, hacerle ver que cada vez es
menos necesario, máxime cuando los bancos (no todos son de dinero) guardan
reservas suficientes. Y dentro de unos decenios, o siglos, la tecnología
habilitará recursos adecuados para que las mujeres añadan otra habilidad a las
muchas que ya poseen. Aparte de que no serán necesarias esas pérdidas
millonarias de bichitos exploradores. Se envía uno debidamente programado y ya
está. La ciencia es así. Para unos
aspectos, tan adelantada, y para otros debe recurrir a soluciones transitorias como
la que se deja argumentada en el presente.
Hasta la próxima.
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