5. ¿Progreso (turismo) versus folclore?
El
inevitable (y en algunos aspectos devastador) progreso ha ido desdibujando la
identidad cultural de nuestra gente, haciéndonos perder poco a poco la
capacidad de valorar lo nuestro, de saber utilizar los canales de expresión que
nos fueron legados por nuestros ancestros, de poseer la audacia de encerrar el
universo en una copla.[1]
Que el turismo se ha convertido en la actividad más importante en
Canarias, está fuera de todo tipo de dudas. Y que con él se ha degenerado el
folclore, también.
Vayan, a título orientativo, tres pinceladas periodísticas acerca
del fenómeno turístico actual:
El turismo de Congresos generó en Tenerife más de dos mil millones
en 1993, según declaraciones de Helena
Medem, presidenta de la Organización de Profesionales de Congresos (OPC),
durante la presentación del VIII Encuentro, celebrado en el Hotel Mediterranean
Palace, en enero de 1995[2].
El turismo será la actividad más importante a nivel mundial: presentación de la Conferencia Mundial de
Turismo sostenible, Lanzarote, abril de 1995.[3]
Diez promociones de Canarias en el exterior (enero de 1995)[4]:
Utrecht (Holanda)
Oslo (Noruega)
Brno (República Checa)
Bolsa de Turismo de Lisboa -BTL- (Portugal)
Feria irlandesa
"Holiday World" (Dublín)
Helsinki (Finlandia)
Luxemburgo
Feria Náutica -BOOT- (Alemania)
Fitur (Madrid)
Internationale Touristik Messe de Viena
(Austria)
Está claro que al turista se le proyecta el folclore. Pero también
se hace en cualquier fiesta de pueblo para los nativos. Es diferente del
folclore genérico que continúa vivo en el pueblo y se desarrolla en su
contexto natural, se exterioriza cuando se produce una situación que lo exige
(ranchos de ánimas, danza del trigo...)[5].
Lo otro, ya lo manifestaron algunos de los entrevistados, es
espectáculo, una puesta en escena, más o menos lograda, de unas vivencias.
Pero, y esto es lo malo, no puede haber diferenciación en este tipo de
manifestaciones. No da derecho el actuar para el turismo a todo tipo de
libertades. Hay que subir al escenario y contar, sea quien sea el público
asistente, qué, por qué y cómo se hace. Pero con la enorme responsabilidad que
el hecho conlleva, sin restar un ápice de la trascendencia e importancia de
cada actuación.
Nos encontramos con el tremendo inconveniente de que los
encargados de velar porque no se desvirtúen los hechos diferenciales de cada
colectividad, no han sido partícipes de la labor de investigación y difusión
del folclore. Han seguido la inercia de un
anquilosamiento de 40 años y han
dejado en manos de particulares esta faceta. Y bien que han sacado las castañas
del fuego. Pero su voz se ahoga en el desierto de las lamentaciones. Son las
instituciones oficiales las que pueden –y deben– poner freno a las falsas
imágenes que se están ofreciendo con demasiada frecuencia.
Por supuesto que el folclore está
sujeto al progreso. Pero, quizás, la mentalización a que fuimos sometidos,
durante mucho tiempo, de que había que conservarlo tal y como lo heredamos de
nuestros antepasados, sólo consiguió empobrecerlo, evitando el desarrollo.[6]
Más definitorio aún, por si no era suficiente con el inestimable
soporte documental de las entrevistas, el siguiente fragmento:
Estudios
antropológicos en los que se han investigado rituales simbólicos (fiestas
patronales, romerías, carnaval) y la religiosidad popular, muchas veces por
investigadores extranjeros, que han prestado atención a los problemas de
modernización y cambio social, incidencia del turismo y etnomusicología, ponen
de manifiesto que el presente no es una reliquia del pasado, y su objeto no se
reduce a una operación de rescate. La vuelta al pasado no ha sido, para muchos
etnógrafos y folcloristas, el punto de partida de una reflexión crítica; sólo
ha supuesto la aceptación de un proceso de actualización o puesta al día,
basado en retomar la tarea que comenzaron antepasados ilustres.[7]
Aportación importante a este apartado la constituyen las
respuestas de Juan de la Cruz, Benito Cabrera y Juan López, y a ellas me
remito.
(Continuará)
[1] Benito
Cabrera. Prólogo de Coplas Canarias
[Manuel Haro Manzano]. CCPC.1994. Páginas 7 y 8
[2] El
Día, 14-12-94, página 9
[3] Diario
de Avisos, 8-1-95, página 25
[4] El
Día, 8-1-95, página 12
[5] Diego
Talavera. Folclore y canción.
Biblioteca Popular Canaria. 1978. Página 28
[6] José
Manuel Abreu. La canción en Canarias.
CCPC. 1988. Página 63
[7] Gran Enciclopedia Canaria. Tomo I. Ediciones Canarias. 1994. Página
262
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