Hoy no he leído prensa. Y son ya las siete de la tarde. Como
el oculista me dijo que reposara, eso he intentado hacer. Ni siquiera fui a la piscina
esta mañana. Por lo que me dediqué a escuchar la radio. Y destaco una
entrevista de Juan Carlos Castañeda a Basilio Valladares, director del
Instituto Universitario de Enfermedades Tropicales y Salud Pública de Canarias.
Debo reconocer que a Castañeda lo conozco de vista, que se
dice. Nos hemos saludado en un par de ocasiones, pero me gusta su estilo.
Directo, socarrón e irónico cuando se tercia. No se anda con regates y mucho
menos con toques cortos y al pie. Puede que si me hubiese dedicado a transitar
por cualquier medio audiovisual, no me habría alejado demasiado de esa manera de
proceder.
Me gustó el plan del entrevistado acerca de la corta visión
de los políticos en temas de especial calado. Como la educación, verbigracia.
Asunto que requiere un acuerdo que vaya más allá de los partidos y que
posibilite un consenso muy a largo plazo. Porque las leyes no se pueden estar
cambiando tras cada contienda electoral como el que permuta cromos en el patio
de recreo. Y tratándose de un científico, de un investigador, encanta escuchar
cómo aboga por la inmersión en áreas de humanidades, reflexión y pensamiento. Y
aludió a la filosofía y a la historia. Como manera de estudio para no seguir
cayendo en profundos errores de planteamiento. Porque esta dichosa tecnocracia
no aprende de los tropiezos habidos y hace bueno lo de que somos los únicos
animales que seguimos empeñados en desarmar las piedras del camino a base de
trompicones.
Luego, antes de marcharme a otra sesión de la
rehabilitación, tuve la infeliz ocurrencia de arrancar el ordenador –bien sabes
que el móvil no es lo mío– y echar una visual a Facebook. Más que nada para
comprobar si el enlace del blog funcionó correctamente. Pero me pudo la
curiosidad y sigo estupefacto ante tanta diatriba de los que se dicen
socialistas del PSOE. Y cada vez me convenzo más de que solo son unos
arribistas, unos aprovechados, unos carotas de padre y muy señor mío. Hasta me
caía bien el alcalde de la población granadina de Jun. Pero con este circo de la
firmas (ojo, no estoy en contra del fondo, sino de las formas; las agrupaciones
locales no son conscientes aún de que al
moribundo PSOE no le resta sino esos asideros) me ha llenado la cachimba.
Al diputado autonómico Sr. Matos le recomendaría que al
menos por una vez vaya a la farmacia y adquiera unos miligramos de polvos de
sensatez. Primero, porque está demostrando que en el Parlamento no se trabaja y
por eso dispone de tanto tiempo para otros juegos por los que no le estamos
pagando un sustancioso sueldo que ya bien quisiéramos, por ejemplo, los jubilados
para atender muchas necesidades más perentorias que sus inútiles proclamas.
Segundo, porque no debería olvidar que sus legítimas
aspiraciones orgánicas deben transcurrir por otras vericuetos en los que prime
la prudencia, porque a muy pocos dirigirá en ese hipotético futuro al paso que
va. Salvo que sus amigos virtuales lo aúpen a los altares.
Tercero, porque si el Sr. Cruz, repescado y enviado a Madrid
para que siguiera subido al machito, actual secretario de la encantadora
desorganización en la que se halla sumido el partido socialista canario, sigue
metiendo la pata como siempre en cuanta declaración efectúe, denle cuatro
cachetadas bien dadas acudiendo a los canales estatutarios pertinentes y no se
dediquen a repartir idéntica medicina sin receta ni prescripción facultativa
alguna.
Cuarto, que repase los excelentes resultados obtenidos
cuando debió concurrir a unas elecciones y de los premios obtenidos tras el
estrepitoso fracaso; algo que le vino bien a otro y que ahora también pulula
por esquinas en las que buscan réditos a costa de lo que sea.
En las redes sociales se montan otros como los diputados
nacionales Tamara Raya o Chano Franquis. Y cuando siempre se destacan por la utilización
de subterfugios ante las preguntas de los periodistas (usted pregunte lo que
quiera que yo le contestaré lo que me da la gana), en esta ocasión de aguas
revueltas, nadan con un desparpajo digno de encomio. Se les ha encendido a
todos la bombilla y demuestran una inusual lucidez. Ahora, cuando la mierda les
llega al cuello. A los unos y a los otros. Qué ejército. Ya no es necesario un
popular para el y tú más. Se abrió la veda.
Ya no son un esperpento. El PSOE se parece mucho más a una
cloaca putrefacta que a una formación política. Se han cargado toda una
historia plagada de avatares y controversias, pero que jamás había alcanzado
este grado de guerra de guerrillas. Cuánta cortedad. La irracionalidad se ha
apoderado de estos energúmenos. Cuánto daño.
Y dentro de la vorágine, lo mismo les da por rebatirme. Para
que me baje definitivamente del carro. Y pensar que convine con Paco Pomares
como miembros del comité regional –lo pongo de manifiesto por coincidencia de juicios
en recientes artículos de opinión– en épocas en las se discutía, se refutaba y
hasta nos tirábamos los trastos a la cabeza (sentido metafórico) en
maratonianas jornadas de fin de semana. Pero ya nada es igual. Ni el beneficio
de la duda se concede a las llamadas a la sensatez por parte de quienes aportamos
esfuerzo, tesón, voluntad e ilusión en la construcción del edificio tras la
muerte de otro llamado Paco.
Hoy voy a terminar mal. Pues como estos lumbreras han perdido
toda capacidad de actuación regida por principios de equidad, rectitud e integridad,
me da la impresión de que solo van a entenderme si los mando directamente para
el carajo. Los que no dan más de sí, dan más de no. Voy a descansar.
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