En el escaso tiempo que ostenté el cargo de alcalde en la
Villa de Los Realejos tuve que realizar algún viaje a Madrid. Bien a firmar
créditos con el entonces denominado Banco de Crédito Local de España (para
financiar, fundamentalmente, las aportaciones municipales en los planes de
inversión que posibilitaron la mejora notable de infraestructuras de todo tipo),
bien a concretar la construcción del actual Centro de Formación Ocupacional,
sito en Los Cuartos, y que había gestionado Santiago Luis con el antiguo INEM.
De colegios, electrificaciones, dotación de agua potable, nuevo ayuntamiento,
locales sociales y otras menudencias hablaremos en otra ocasión. Así como del
registro de bienes que cada uno de nosotros depositó al buen recaudo del
secretario cuando se constituyeron las corporaciones. Treinta años más tarde, muchos
consistorios siguen ocultando aspectos a pesar de Internet y otros avances. Y
otros que disponen de página oficial (web), no tienen operativos los enlaces tipo
pinche aquí. Bueno, pinchar sí puedes, pero espera sentado.
Cuando este que suscribe las líneas que lees, retornaba al
pueblo (mi mujer iba a buscarme a Los Rodeos y en una de las ocasiones tuve que
pagar una multa de 4000 pesetas –de mi bolsillo, qué te creías– porque salió
tarde de casa (La Longuera, 5) y el Fiat 128 corrió a un poco más de 100 km/h;
salió el coche precioso en la foto, tú) y lo primero que hacía al llegar al
edificio de la Plaza La Unión (antes de los enamorados, ahora no sé) era pasar
por Intervención a dejarle a Petri recibos de taxis, de las comidas, facturas
del alojamiento y demás. Hasta en cierta ocasión, unas pesetas que me habían
sobrado. Éramos así. Y poco he debido cambiar.
Con tales antecedentes, sorpresa me causó que en el
ayuntamiento de Puerto de la Cruz sea ahora, 2016, y a través de una propuesta
de la Asamblea Ciudadana Portuense, cuando los ediles pasan a tener la
obligatoriedad de justificar sus dietas. Es decir que de aquí para detrás si un
concejal, o el alcalde, se iba de viaje y se quedaba en casa de un amigo o
familiar, por ejemplo, se ‘mamaba’ las perras y tan contentos que los impuestos
dan para eso y para más. Y en la época de un servidor lo mismo se hacía un
viaje anual, pero en la actualidad es raro que no haya varios en un mes. Ya que
estoy, déjame pensar mal, porque se me acaba de ocurrir que mi alcalde, que
está más fuera que dentro resolviendo asuntos de su formación política, lo
mismo cobra, aparte del generoso sueldo, dietas de traslado y manutención,
cuando no de hospedaje. ¿No habrá fotos?
Y todo esto debo entroncarlo con las medidas del Ministerio
de Hacienda, que debe aumentar la recaudación en 8.000 millones de euros (te
juro que me mareo), pues debemos bajar el déficit hasta el 3,1% del PIB, no sea
que Europa (puedes leer Merkel, si te apetece) nos deleite con sonora
cachetada. Y entre ellas, amén de subir determinados impuestos (o es que piensas
que el dinero baja con la lluvia al estilo del maná bíblico), se enfatiza en la
reforma de las administraciones públicas a través de las nuevas tecnologías,
control del empleo y racionalización estructural del sector público. Aparte de
bajar hasta 1000 euros el tope máximo para pagar en efectivo. Lo que me va a
traer a mal vivir estos próximos años para poner en circulación los dos sacos
que tengo en casa con billetes de quinientos. Fruto de lo que obtuve en
negocios turbios, calderilla por debajo de la mesa y porcentajes de las
adjudicaciones de las obras. Y como no me dio tiempo sino de comprar cuatro
apartamentos en el Sur, ahí quedó ese resto.
Pero me llama la atención que a nadie se le haya ocurrido
poner coto a ese enorme tinglado que constituyen liberados, cargos de confianza,
asesores, enchufados, colocados, disimulados, pegados, adheridos y chupópteros
diversos. Porque, y ciñámonos al caso particular canario, 88 ayuntamientos,
siete cabildos, parlamento, gobierno regional, empresas públicas,
mancomunidades, consorcios y toda una pléyade de inventos y chiringuitos, deben
sumar una pasta gansa. Vamos, que a lo peor ni siquiera lo saben a ciencia
cierta. Pues, señores, eso no se toca, es sagrado. Si te quedas sin bombillo en
la calle, mejor, así nadie te ve si haces cosas feas. Es lo que hay. Ellos
sostienen que son acreedores a una retribución digna, en consonancia con el
rango ostentado. A ti y a mí, ni categoría, ni condición, ni importancia, ni
nivel. Y sin dietas.
Arrancamos diciembre. Me han soplado que a pesar de los
esfuerzos de Carlos Alonso, las colas siguen. Se han aliviado algo en
Tacoronte, El Sauzal, La Victoria, La Orotava, Icod de los Vinos y Garachico.
Qué suerte.
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