Ese texto –o parecidos– puedes encontrar con un mero husmeo
en el vasto campo de la Internet. Ya sabes que en la actualidad es “San Google”
la más venerada imagen y se precia de estar presente en todas las procesiones.
Viene todo ello a cuento del anuncio (me da que no el primero,
al igual que ocurrió con el de la plaza de Realejo Alto) del ayuntamiento
realejero por el que saca a licitación la concesión administrativa de la
cafetería de San Agustín –un periodo de cinco años (prorrogables)– y con un
precio base de arrendamiento mensual cercano a los 1000 euros. Y de esta
cantidad surgen mis dudas. Que deben añadirse a las que se me plantean cuando
observo la soledad del guanche en El Lance, cuando transito el estadio Iván
Ramallo, cuando acudo al pabellón Basilio Labrador, cuando visito la obsoleta piscina…
Puse los puntos suspensivos porque lo mismo la lista se incrementa.
Me extraña que con tanta promoción deportiva, sean estas
instalaciones municipales (ya ejecutadas y puestas en funcionamiento cuando el
PP llegó al poder) las que adolecen (padecen, que no carecen) tales privaciones.
Porque por los comentarios que escucho o leo, es en esta faceta donde el equipo
de gobierno se jacta de una labor maravillosa.
El problema, a mi modo de entender, radica en la versión
mercantilista (de empresa privada) que tiene mi ayuntamiento, donde la
importancia radica en el capítulo de beneficios, a saber, superávits. Me
imagino que habrás sido testigo de más de una declaración en la que se destaca
el sobrante millonario tras la ejecución presupuestaria anual. Y cuando a un
servidor le señalan que no se han gastado equis millones de euros, lo primero
que se le viene a la cabeza es que mucho está fallando en la gestión cotidiana
de los recursos públicos. Porque si a una administración pública le sobra el
dinero, ¿para qué demonios ponemos el listón tan alto en el canon a pagar por
la empresa concesionaria? Rebaja la cuota, pues lo que prima es la prestación
del servicio y no un ingreso extra para las arcas municipales. ¿No cobran ya, y
bien, nuestros representantes? Y el planteamiento me vale para el Mirador de El
Lance, la cantina del estadio, del pabellón o una simple máquina expendedora de
agua en la vieja piscina. Porque si esperamos a la nueva (únanle el hipódromo),
nos morimos de sed o debemos recurrir a un buche en la pileta.
Como es harto sabido que las redes sociales se erigen
actualmente en los vehículos de transmisión de sapiencias, informes, dictámenes
y otras boberías varias, harían bien determinados cargos públicos en no
retratarse tan asiduamente. Porque entraña un evidente peligro el alongarte por
terrenos resbaladizos. Y en el caso concreto de mi ayuntamiento, tan
generosamente dotado de concejales liberados y asesores de diversa índole, se
me antoja que la sugerencia previa, la solicitud del consejo adecuado, nos vendría
de maravilla a quienes osamos leer a tan ilustres eminencias.
Este maestro de escuela se jubiló años ha. Pero la vena
docente no se nos borra de un plumazo con el acto administrativo. Por ello,
vislumbrar un pretérito perfecto compuesto (antepresente), del modo indicativo
de cualquier verbo, en el que se obvie la hache del auxiliar haber (a sacado, a quedado, a presentado,
verbigracia), constituye un ataque frontal a las décadas transitadas en aulas y
pasillos. Entono el mea culpa y no le
den más vueltas. Puede que hayamos puesto mayor énfasis en el Teorema de Pitágoras
o en la Tabla periódica de los elementos. Pero si a otros que se tildan de periodistas
les escucho “a grosso modo” y “de motu propio”, ¿qué hago?, como decía aquel,
¿me los cargo al hombro?
Si uno consulta cualquier duda, quedará como ignorante el
lapso que transcurre entre pregunta y respuesta, pero, de no hacerlo, lo será
toda la vida. Puede que así no volvamos a escuchar pos (por pues) y nadien
(por nadie). De nada, para eso estamos. Nos vemos en San Agustín echándonos un
cortadito. Hay que colaborar para repartir la carga. A no ser que haya nueva
convocatoria.
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