sábado, 18 de mayo de 2024

Golfos de los medios

Llevaba un tiempo pensando en dedicarle unas líneas a (in)determinados individuos que pululan por (in)determinados (¿otra vez?) medios –o cuartos– de comunicación y que echan en saco roto todo el bagaje ético-profesional que algún día pudieron (es un decir) adquirir: bien en aulas universitarias, bien mamando sapiencia en redacciones y tomando ejemplo de aquellos que a su alrededor forjaron páginas gloriosas en el periodismo. Imitando como los monos, no; pero si te apetece, sí.

Dudé varios minutos en si titularlo Golfos de las ondas, pues son, fundamentalmente, audiovisuales los que se llevan la palma. No solo proliferan eminentes comentaristas en las múltiples tertulias que vislumbramos las veinticuatro horas del día –y más– sino que los conductores de dichos programas (sigamos llamándolos así, qué remedio) se suman a la escandalera, dándole al conglomerado una pátina marrón que suelta tal tufillo asqueroso que tumba al más resistente. Y de camino se lleva por delante códigos deontológicos, éticas profesionales y cualquier otro sagrado concepto relacionado íntimamente con el buen hacer. Como en cualquier otra faceta de la vida.

En una especie de contagio morboso, cual pandemia al uso, la moda se extiende hasta extremos insospechados. Y uno, muy a su pesar, se muestra condescendiente cuando el medio en cuestión es privado y se rige por la dinámica empresarial. Y si quien paga es el que manda y dicta líneas a seguir, nos queda la libertad de cambiar de dial o desenchufar el aparato.

Más complicado se torna el afer cuando de un medio sostenido con fondos públicos se trata. Porque ya no nos vale la opción anterior, sino que es menester velar por el uso correcto de lo recaudado con nuestros impuestos. Qué menos podremos exigir.

Están colocando la profesión a los pies de los caballos. Echando por la borda el inmenso caudal acumulado. Llenando de inmundicia un vasto campo y soslayando sagrados preceptos constitucionales. Amparados en los cuatro que ríen gracias y cuya misión consiste en aplaudir con las orejas y pringarse hasta las cejas con llamadas laudatorias. La culpa, obviamente, de las operadoras telefónicas con su modalidad del todo incluido. E hinchándose los pavos. Que no dudan en echar mano de las comparaciones de rigor, para meter en la misma bolsa de la basura a compañeros que sí están por la labor digna. Amparados en que surja, una vez más, lo de perro no come carne de perro. Lo malo es que los decentes caen en la trampa y aflora el quimérico corporativismo. Allá cada cual. Ejemplos en el panorama nacional, una tonga, porque unos cuantos me parecen pocos.

Leía, días atrás, a Soledad Alcaide Alonso, defensora del lector (El País), y de uno de sus artículos rescato:

En un momento de gran ruido informativo, en el que los partidos son emisores directos de información en plataformas diversas, los periodistas deben esforzarse en clarificar la procedencia de las noticias que publican.

La información no es de las instituciones, sino de los ciudadanos. Por eso, los periodistas deben rebelarse en su nombre. También los medios y las asociaciones profesionales que quieran sumarse. A cumplir con la exigencia ética de aclarar en cada noticia, en cada párrafo si es preciso, de dónde se obtiene la información. A poner en valor el esfuerzo que se hace buscando las fuentes adecuadas para cada historia. A rechazar que sea el poder el que decida cómo ser tratado informativamente. Cuando los departamentos de prensa pidan ser citados como fuentes, debemos negarnos, porque no son fuentes, son portavoces. Es vital resistirse a ser meros papagayos de la información.

Sí, le asiste toda la razón. Lo bueno sería responderse a este simple cuestión: ¿Quién es periodista? ¿En qué consiste ser periodista? Y si es una institución el paganini, ¿vigila esta o vela para que la información no lleve adherida etiquetas o parches? Al no interesarle lo más mínimo, coadyuva a que los golfos campen a sus anchas. El caldo de cultivo de las pomposamente denominadas fake news encuentra abono en este amarillismo pringado. Bueno, yo prefiero usar “canelismo”, mucho más acorde con colores, sabores y olores. Miasmas deletéreos, que se usaba mucho en la prensa de años idos. Me niego al socorrido soporte de prensa rosa, cuando deberíamos manifestar con total rotundidad que se trata de prensa marrón, porque  nace en y desde las profundidades intestinales. Que les aproveche. No, a ustedes, no; a ellos, a los golfos.

Y si crees que pensaba en Inda, Losantos, Marhuenda... También.

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