lunes, 19 de octubre de 2009

Manifestaciones

Toda ‘manifa’ tiene su enjundia (antes de seguir vete al diccionario y mira bien el significado de la palabreja [enjundia], no sea que me vuelva a ocurrir lo que en cierta sesión del consejo escolar del IES. ¿Cómo? Sí, se la apliqué cariñosamente a la intervención de indeterminado ¿profe?, y pensó que lo había insultado; ¡chacho, más nunca!). Pero enjundia numérica. Y bien dispar. Porque si grande es la diferencia entre dos millones (todos los que vivimos en Canarias, he dicho “todos”), que alegan los convocantes (qué otra cosa podría esperarse), y el millón y medio (número arriba, número abajo) que contó doña Esperanza; no digamos nada si comparamos estas cantidades con los doscientos cincuenta mil de la policía o los 55.316 que estimó la empresa especializada LYNCE, contratada por la agencia de noticias Efe. Cualquiera sabe, a estas alturas de la película, cuál de las cuatro apreciaciones es la más lince de todas.
En Canarias vivimos (los datos son de finales de 2008) 2.076.268 personas, de los que 1.715.630 corresponden a las dos islas que comparten la capitalidad de esta autonomía (ya nos independizaremos en 2010, en ello estamos casi al DÍA). La Palma, La Gomera y El Hierro suman 119.903 habitantes y la unión de Fuerteventura y Lanzarote hacen 240.435.
Pónganse, pues, a hacer todas las combinaciones que a bien quieran. Comiencen a subir gente a los medios de comunicación que estimen conveniente: barco, avión, camello, burro o bicicleta. Ya yo lo hice y no me salen las cuentas. Se me saturan muelles, aeropuertos y estaciones de guaguas.
En este país nuestro la religión católica, apostólica y romana ha estado presente… ¿para qué contarte? La Constitución reconoce la libertad de otras creencias. Todavía no he vislumbrado una manifestación de católicos protestando porque mañana todos podemos ser protestantes. Protestones sí. Es más, sólo conozco un caso, de mi trayectoria docente, de un padre que vino al colegio a protestar porque sólo se impartía la clase de religión católica. Y tanto derecho –constitucional– tengo yo como los otros. Ignoro si llegó a ir a la Consejería del ramo. (Ño, me salió un párrafo de ‘protesta’).
Pues, carajo, nadie te obliga a abortar, nadie te obliga a que abandones a tu hija menor de edad a su suerte, nadie te obliga ni te conduce a la promiscuidad ni a la vida licenciosa… Además, si ustedes son más ‘padres’ que nadie, ¿por qué tanto temor? Vuestros hijos son modelos; los nuestros, auténticos desastritos y dejados de la mano. Pero deja, católico practicante –quién lo diría–, que haya una garantía legal para quien, por la razón que sea, cayó en la desgracia.
De la cínica actitud del PP no me da la gana de gastar una letra. Ellos tienen otros procedimientos y financiaciones para dispendios y viajes a donde nadie los conozca ni les pidan filiaciones. ¿Ilegales? ¿Y qué?
Me voy, porque me siento medio raro. Mañana te lo cuento.

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