domingo, 18 de octubre de 2009

Vagabundeo

Ahora que uno puede permitirse la licencia de observar el panorama desde la óptica de jubilado –qué envidia sienten algunos–, me llegan a la memoria pasajes de años idos –muy idos– que guardan demasiadas concomitancias con otros hechos acaecidos no ha tanto.
Muchos de esos chicos, que como seres destinados á la perdición por el abandono de sus padres, vagan por las calles, atestiguando á cada momento su mala educación, se hallan en la edad de frecuentar los establecimientos de enseñanza, y deber es de sus padres ó personas de su crianza encargadas procurar á esos espíritus sumidos en la oscuridad de la ignorancia la luz que no se niega jamás en toda sociedad culta á la mayor pobreza, puesto que escuelas públicas hay donde concurrir puede sin estipendio alguno el niño que carezca de otros medios de instrucción.
El párrafo anterior se ha repetido a lo largo y ancho de muchísimas décadas. Comprobarán que la composición –y la ortografía– no se corresponde con algo de la semana pasada. Pero el fondo de la cuestión, sí. Porque, además, en ese artículo se reconoce que existen padres que envían a sus hijos a la escuela, pero no se preocupan en vigilar si entran al centro o se marchan á ejercitar lejos de él sus travesuras y censurables juegos.
Turba de muchachos que corre en bandada bulliciosa á las cercanías de los templos, donde aturden con espantosa grita, cuando no andan á la greña, oyéndoseles muchas veces palabras tan soeces que avergüenzan a todos los que los oyen. Esa soltura licenciosa, esas travesuras de mal género van arraigando poco a poco en los ánimos infantiles inclinaciones perversas y hábitos perniciosos que suelen convertirse un día en feos vicios y hasta en vergonzosos crímenes.
Me acordé del otro día mismo. De los que no entraban al IES y los traía la policía a media mañana, de los que amargaban la existencia del cura con los griteríos y desmanes en la plaza de El Toscal cuando intentaba ejercer su función en cualquier oficio religioso, de los que entraban medios ‘atolondrados’ después de pasar el recreo en la plaza de Piloto, de los que desaparecían varias semanas y volvían luego al recinto escolar con la cantinela de “aquí no ha pasado nada”, de padres y madres que te espetan aquello de “y qué le hago”, de ‘el pan nuestro de cada día’ en cualquier instante del docente activo…
Cuando uno dispone de más tiempo y los horarios no te encorsetan sobremanera, reconoce haber llegado el momento de ir lanzando pinceladas que se recogieron en un tocho mucho más gordo y que la crisis no te permite encontrar almas generosas que te echen una mano para poder ser publicado. A no ser que algún mecenas tenga acceso a este humilde blog y me dé una agradable sorpresa. Porque en la prensa del período ‘interrepúblicas’ (1873-1931), las reseñas sobre educación (instrucción pública) son frecuentes. Incluso de este Norte de la isla picuda (por supuesto, la primera de esta nacionalidad atlántica).
Así que te prometo seguir. ¡Ah!, lo que he insertado en cursiva lo puedes hallar en el semanario La Palma (periódico imparcial de intereses generales), editado en la capital palmera (13 de abril de 1879, año V, número 182, página 1). Apenas 130 años (el otro día mismo).
Hasta mañana.
Aclaración: Has observado bien, he rediseñado la parte derecha. Esto debe ser una crisis política. Pero Mariano no responde con tanta agilidad.

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