lunes, 23 de noviembre de 2009

Los miasmas deletéreos

Hemos comprobado estos días pasados que las lluvias suelen causar estragos en las playas. Y no por las avalanchas de aguas, sino por la invasión de productos no recomendables que el saturado alcantarillado no es capaz de soportar. Ustedes me entienden: que aparece mierda por todas partes. Y a colación:
En un legajo sobre instrucción pública, que contiene expedientes varios (1903-1912) del Archivo Municipal de La Orotava, nos encontramos con un significativo ejemplo del cruce de escritos entre un maestro y el ayuntamiento. E indicar que fueron varios los profesionales docentes que, aun en las carencias, penurias y necesidades, no estaban por la labor de doblegarse a las exigencias consistoriales.
D. Ramón Fernández, maestro de la escuela de niños de San Juan, dirige atento oficio a la alcaldía el 1 de septiembre de 1908:
Constándole á esa Alcaldía que el aire que se aspira en el salón de clase de la Escuela de mi cargo está saturado de miasmas deletéreos que se desprenden de la letrina que se halla encerrada dentro del local, y como esto perjudica á la salud de los niños y á la del Maestro, véome obligado á manifestar á V. que mientras no se mande limpiar dicha letrina y desinfectarse, no debe abrirse la escuela.
Tres días después (4 de septiembre), la alcaldía recuerda al maestro que debe reanudar las clases, ya que se ha desinfectado convenientemente en el día de hoy, encontrándose solo una escasísima cantidad de materias fecales.
El 18 de noviembre del mismo año, el referenciado maestro envía nuevo oficio al alcalde:
Las emanaciones fétidas y llenas de miasmas de la letrina situada dentro del local en que se halla el salón de clase y que se comunica directamente con éste, penetran en él dificultando en momentos dados la respiración con grave daño para la salud de los niños y para la mía propia. Teniendo esto en cuenta y en evitación de que se contraigan enfermedades si se sigue aspirando y llevando á los pulmones aire envenenado y corrompido, he resuelto cerrar la escuela hasta que se limpie la letrina de las materias fecales de que está lleno el depósito, se haga la desinfección necesaria y quede higienizado el local, dando á V. conocimiento de ello, pues no basta para evitar el mal con que se derrame ácido fénico en el suelo de la letrina y cuarto contiguo como se hizo por los dependientes de su autoridad en el mes de Septiembre último, mientras existía el foco que produce la fetidez.
El 21 de noviembre, el alcalde vuelve a remitir oficio al maestro indicándole que ya se había producido la limpieza pertinente y que debía reanudar las clases el lunes 23…
Consideraciones finales:
En los actuales tiempos remites un oficio al alcalde de tu pueblo y si te contesta antes de seis meses puedes darte con un canto en los dientes.
Lo anteriormente manifestado tiene algo de truco. Hubo varios ‘enfrentamientos’ de esta índole. Quizás más sonado aún el de la maestra de la escuela de niñas de San Juan, doña Francisca Ríos. Deja ver si un día tengo un fisco de lugar.
Este maestro en concreto fue responsable de la publicación de “El Defensor” y ello requería mucho tiempo, que, obviamente, había de restar del destinado a desempeñar su trabajo en la escuela.
Éstas y otras muchas más ‘boberías’ están debidamente recogidas y documentadas, pero como estamos en crisis hay que irlas administrando en pequeñas dosis. El tratamiento completo, dicen los adalides de la cultura, es demasiado caro. Cosas veredes, amigo.

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