
Son más de cuarenta años. Desde el ya lejano 15 de febrero de 1965,
La semilla germinó. Radio ECCA ha hecho posible que el bagaje instructivo de miles y miles de canarios alcance dignísimas cotas. ¿Cuántas imágenes se nos vienen a la memoria de aquellos adultos sentados en torno a la mesa de la cocina, lápiz en ristre, ante el esquema pertinente y con la oreja atenta a cuanto se emitiese por aquel anticuado aparato de radio? Quizás adquirido ex profeso y a duras penas en economías de miseria. ¿Cuántos certificados de estudios primarios sacaron de las tinieblas a quienes, de lo contrario, estaban abocados a seguir sumidos en el profundo lodazal de la ignorancia? ¿Cuánta carga de sabiduría adquieren las parodias de Manolo Vieira? Sí, porque también es bueno ser capaz de esbozar una sonrisa para recordar que hemos salido del pozo. Afortunadamente. Y que la valla protectora del discernimiento nos impedirá la recaída.
Radio ECCA constituye un honor para los canarios. Y a este juntador de palabras le llegan nítidos recuerdos de cuando en los ayuntamientos estaba, también, casi todo por hacer. Pero aun en la penuria podía habilitarse un local para que los habitantes de Los Realejos y de otros lugares del Norte isleño tuviesen otras posibilidades, otros horizontes. Aquella vieja escuela de Las Cañitas fue un simple grano de arena en la ingente labor que el devenir ha ido colocando en el platillo de la balanza. Cuyo fiel apunta, de manera inequívoca, hacia el campo del saber, del juicio, de la cordura, de la sensatez. Y a fe que no habrá de torcerse.
El Gobierno de Canarias propuso, en febrero de 2005, a Radio ECCA como candidato a la obtención del Premio Príncipe de Asturias de la Concordia para este 2006. Y como me constan las múltiples adhesiones por parte de diferentes organismos, asociaciones, instituciones, hoy quiero asomarme, y sumarme, a la iniciativa. Puede que alguno, al reclamo del titular, acceda a estos pobres renglones, guiados en buena medida por dictados del corazón más que de la cognición, y se pregunte el porqué. Lógico interrogante que podría obtener más de dos millones de respuestas. Las de todos y cada uno de los que han sido alumnos de ECCA. Las de los que pudieron crear esperanzas –antaño–, y la de los que –ahora mismo– siguen encontrando puertas abiertas. Porque aquella oferta elemental de alfabetización, cultura popular y formación básica, aquella incipiente presencia en el archipiélago de los primeros años se ha encauzado hacia propuestas de grado medio y superior. Aunque no haya olvidado, me consta, sus raíces. Y un colectivo de profesionales con indisolubles lazos de vinculación hacia una labor que va mucho más allá de horarios, sueldos...
Mañana continuamos.
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